Good bye, Mr. Handsome
Aragonès convoca elecciones no tanto para fastidiar a Sánchez como para golpear al resto de fuerzas independentistas
La semana de la reconciliación ha acabado a palos. El muro del autócrata se ha venido abajo. Claro, lo construyó con el hormigón de la peor calidad. Ahora sólo le quedan las palmas y las amenazas de la vicepresidenta más servil y menos ejemplar. “¡Cuidado!”, grita señalando a la oposición, pero esta viga en el ojo del presidente no se da cuenta de que su gobierno, el gobierno de los bulos, ya no es sostenible. Será una legislatura dura, pero no larga. Estamos asistiendo a los últimos y peligrosos coletazos de la peor política que ha sufrido nuestro país.
El sanchismo traficó con maletas de Venezuela y acabará en el maletero de Waterloo. El superjefe de los koldos y los titos se sintió impune y, con la mentira por delante, se alió con la delincuencia para desvalijar la democracia. Pero no se saldrá con la suya. Todo tiene un límite. Pedro Sánchez metió el procés en la Moncloa, y ahora aquel le echará de ésta. Ni presupuestos, ni reconciliación. Sólo amnistía e impunidad. Y, a pesar de los obsequios, el separatismo desagradecido le ha hecho un gran feo a Mr. Handsome: Pere Aragonès convoca elecciones en Cataluña y dinamita la legislatura en España.
L’Eau de Réconciliation era el aroma de la mentira podrida. Era un matrimonio de conveniencia y mal avenido. Era un pacto de pandillaje. Era la confluencia de las tramas. Acordaron desmantelar el Estado de derecho par dar rienda suelta a sus ambiciones más insanas. Sánchez iba eliminando límites y controles. Iba eliminando la separación de poderes. De este modo, la brutalización de las instituciones iba a permitirle perpetrar una amnistía inconstitucional e inmoral. Su plan: humillación para los demócratas e impunidad para los separatistas.
Habrá amnistía, pero no habrá Presupuestos Generales del Estado del 2024
Y justo en este momento álgido de la infamia el procés vuelve a hacer su magia: unas nuevas elecciones anticipadas en Cataluña. Habrá amnistía, pero no habrá Presupuestos Generales del Estado del 2024. El PSOE, en pleno derrumbe ético y estético, recibe una merecida puñalada de sus socios. Esquerra dirá que la primera puñalada se la dieron a ellos los comunes. Y los comunes pensarán que todo se inició con la no entrada de Ada Colau en el gobierno municipal de Barcelona. Maravilloso efecto mariposa el de aquella investidura.
Los trapicheos tripartitos han dejado Barcelona, Cataluña y España sin presupuestos en una sola semana. El bloque progresista no era ni bloque ni progresista. Sólo era una UTE, una unión temporal de egocéntricos. Y con esas gafas hay que leer también las dinámicas internas del separatismo. Aragonès convoca elecciones no tanto para fastidiar a Sánchez como para golpear al resto de fuerzas independentistas. Pilla a Junts a contrapié, y las alternativas de egocéntricos menores aún no se han articulado.
Con todo, las elecciones catalanas del 12 de mayo marcarán un antes y un después en la política española. El PSC de Salvador Illa anda atrapado entre la evidente traición y la posible corrupción. Carles Puigdemont asegura que pronto volverá para relanzar el procés y finiquitar así cualquier atisbo de reconciliación.
Pero eso ya lo había dicho en el pasado y, además, la sociedad catalana está ahora en otra onda. No por nada Junts quedó en quinto lugar en Cataluña en las pasadas elecciones generales. Y, por otra parte, los indepes más cafeteros tendrán como opción más fiable a la alcaldesa de Ripoll, una extremista que no huiría escondida en un maletero.
Así pues, estas elecciones pueden ser una gran oportunidad para el constitucionalismo. La dignidad movilizada provocaría de un golpe el fin del procés y del sanchismo. Si el separatismo no suma y el PSC baja, la refundación democrática de la Generalitat sería posible y Pedro Sánchez se vería forzado a convocar elecciones generales. Los comicios catalanes adquieren, pues, una dimensión nacional reforzada también por la proximidad de las vascas y las europeas. Son tres elecciones para poner fin a la peor etapa de nuestra democracia.