Un Gobierno cínico, una España cívica

La indignidad y la inmoralidad con la que se pretende mantener el poder no se observa en otras democracias europeas contemporáneas

En las últimas dos décadas, España ha sufrido demasiadas tragedias naturales y artificiales que, en circunstancias normales, deberían haber sido catalizadores para la unidad y la solidaridad. A nivel político, este nunca ha sido el caso. La polarización siempre fue la respuesta, una respuesta alentada por algunos dirigentes políticos, una clerecía muy bien subvencionada y algunos irresponsables en busca de su minuto de gloria. Lamentablemente, la división de la sociedad ha sido fácilmente inducida desde arriba y por intereses espurios. La indignidad y la inmoralidad con la que se pretende mantener el poder no se observa en otras democracias europeas contemporáneas. Tres botones como muestra: el procés separatista, la tardía respuesta a la pandemia y la defectuosa gestión de la DANA.

La respuesta al atentado islamista de las Ramblas en 2017 fue un claro ejemplo de la dinámica denunciada. En aquel momento, la solidaridad hacia Cataluña desde todos los rincones de España desarticulaba el relato victimista del separatismo. A las puertas de su golpe a la democracia española, los líderes del procés no podían permitirse ninguna relajación en la hispanofobia de sus masas. Así pues, la Generalitat de Cataluña y las asociaciones independentistas optaron por reconvertir una manifestación transversal de apoyo a las víctimas en un aquelarre de odio contra los españoles. Aquel día la sociedad catalana se rompió más allá de lo ideológico. Fue una ruptura moral y prácticamente definitiva. Desvirtuaron el dolor compartido y perpetuaron la desconfianza.

La llegada del coronavirus trajo consigo otra oportunidad para la cohesión social. A principios de marzo de 2020, Italia se enfrentaba a los peores estragos de la pandemia. Entonces no pocos españoles nos preparábamos para lo peor. A pesar de ello, en lugar de unir esfuerzos para hacer frente a la crisis sanitaria, algunos ideólogos del odio decidieron que era más conveniente organizar manifestaciones a favor de un feminismo tergiversado, un feminismo que repudiaba los principios de libertad, igualdad y fraternidad. “El machismo mata más que el coronavirus”, repetían wokistas irresponsables. Las ministras, que iban con guantes, ya sabían lo que se nos venía encima, pero prefirieron mantener el relato, el maldito relato. El gobierno del PSOE dejó que España se infectara, porque, para ellos, lo primero era la propaganda.

Los españoles se han volcado en la ayuda. No han esperado a que nadie les pida que actúen

Hoy nos golpea de nuevo la desdicha. Y parece que nada hayamos aprendido del ayer. Quienes manipularon las manifestaciones de 2017 y 2020 se unen ahora en Valencia para dividir, no para ayudar. Rescatar y reconstruir deberían ser las prioridades, y no el relato, el maldito relato. La gestión de los diferentes gobiernos deberá ser analizada y, si ha sido deficiente o negligente, castigada electoral o judicialmente en su momento. Pero los españoles no deberíamos dejarnos arrastrar por aquellos que ven en la tragedia una oportunidad para tapar su corrupción ética y política.

Valencia demuestra que España es una gran nación

España va a necesitar reformas. El Estado autonómico nos ha permitido disfrutar del periodo más largo de concordia y prosperidad de nuestra historia como nación. Sin embargo, el espíritu de la Transición se ha volatilizado. Los pactos con los nacionalismos han empujado el Estado hacia la disfuncionalidad. Y el PSOE ha capitaneado una nueva (in)cultura que ha dilapidado el mejor legado de nuestros padres, a saber, el aprendizaje de los errores de un pasado trágico. Todo falla, instituciones y cultura. Así, el reformismo será necesario tanto en las leyes como en los valores.

Con todo, en Valencia también se ha demostrado que España es una gran nación. Los españoles se han volcado en la ayuda. No han esperado a que nadie les pida que actúen. Pedro Sánchez y sus ministros, como nerones posmodernos, siguen esperando a que todo arda para así culpar al gobierno valenciano, pero la deleznable lógica del sanchismo aún no se ha impuesto en la sociedad. Ojalá nunca se imponga, ya que la polarización no construye nada. Lo pudre todo. Y España necesita cambios. Y los cambios necesarios solo llegarán con madurez y responsabilidad. Frente al cinismo de Sánchez, el civismo de España.

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