El Gobierno se atrinchera con los suyos y amenaza con aguantar hasta el final
Un gobierno de los de antes no podría resistir las derrotas parlamentarias que, una tras otra, está cosechando este
Empiezan a escucharse voces que dicen que el Gobierno da síntomas de estar en las últimas. Que si Puigdemont tiene agarrado a Pedro Sánchez por donde se imaginan, que si los escándalos y líos judiciales de su entorno superan ya lo razonable y que sin unos presupuestos aprobados es imposible gobernar, tal y como el propio Presidente le dijo a Mariano Rajoy cuando era este último quien vivía en la Moncloa. Pero no sé yo. No me atrevería a vaticinar un final apresurado ni una convocatoria de elecciones generales antes de lo previsto. Es más, teniendo en cuenta que últimamente no pego una, debería decir en este artículo que Pedro Sánchez va a agotar la legislatura sin dificultad. De la misma forma que dije que Salvador Illa no presidiría la Generalidad, y ahí lo tienen.
Creo que quienes deseamos que el final del “sanchismo” se produzca más pronto que tarde estamos interpretando su descomposición en base a señales que pudieron servir en el pasado, pero no ahora. Un gobierno de los de antes no podría resistir las derrotas parlamentarias que, una tras otra, está cosechando este. Ni se atrevería a poner en marcha medidas económicas de favor para unos y de agravio para la mayoría por la simple permanencia en el poder. Y no digamos ya someterse al bochornoso espectáculo de tener que acudir sumiso para postrarse a los pies de un prófugo de la Justicia que puede hacer un gesto con el dedo pulgar, como hacían emperadores romanos en el circo, y decretar si le deja seguir vivo o no.
Todo esto y mucho más, que como digo habría tumbado a un gobierno de los de antes, no tiene ahora el peso que tuvo antaño y por lo tanto no causa el efecto que muchos creemos que debería tener. Y es así sencillamente porque a nuestro “Frankenstein” lo metieron, nada más nacer, en la marmita de la poción mágica de la unidad inquebrantable de unos españoles que odian la unidad inquebrantable de otros españoles. Dicho de una manera más simple: Pedro Sánchez ha conseguido que media España, la de la izquierda que se apoya en todos los que odian ser españoles, sea tan fuerte como la otra media, la de quienes por encima de todo no quieren dejar de ser españoles.
La vieja división de las “dos Españas” irreconciliables, y la firme convicción de que una solo puede sobrevivir si somete a la otra, mantiene a este Gobierno a flote en medio del temporal. Pedro Sánchez ha demostrado con creces que es un chollo para sus socios de Gobierno y para quienes le apoyan. Así que no dejarán que se hunda. En la medida en que todos ellos son conscientes de que les irá peor con el PP en el Gobierno, pasan por alto todas las diferencias que puedan tener con el líder socialista y lo mantienen como inquilino en la Moncloa contra viento y marea.
Presiones a Puigdemont
Posiblemente Puigdemont esté recibiendo estos días más presiones de Arnaldo Otegi que del propio PSOE para que no se le ocurra girar el dedo pulgar hacia abajo y acabe con la presidencia de Pedro Sánchez. Unas nuevas elecciones generales pueden dar al traste con la actual composición del Parlamento y una victoria de la derecha, aun por la mínima, volvería a mandar a comunistas e independentistas a sus cuarteles de invierno para una larga temporada.
El problema de la división cainita que inició ZP, y que tan hábilmente sigue explotando Sánchez, tiene que ver con las secuelas que tal actitud deja en toda la sociedad, pero especialmente en muchos estamentos y organismos del Estado. Una especie de esclerosis “sanchista” recorre los cuerpos de quienes trabajan en estos lugares y los deja tocados y mermados en su capacidad para estar al servicio del contribuyente. Les han hecho creer que su supervivencia depende exclusivamente de la supervivencia del Gobierno.
En la Moncloa se decide desde el nombramiento de la Presidencia del ente hasta la inclusión en la parrilla de un determinado programa
Pienso en RTVE, una empresa en la que se protestó airadamente contra el Gobierno de Mariano Rajoy porque se consideraba entonces que el PP la utilizaba de manera partidista, pero que calla ahora, cuando es manejada por el Gobierno de Pedro Sánchez sin ningún escrúpulo. En la Moncloa se decide desde el nombramiento de la Presidencia del ente hasta la inclusión en la parrilla de un determinado programa. Por no entrar en los detalles de la utilización personal de medios técnicos y profesionales de RNE por parte de la mujer del Presidente del Gobierno.
Y pasa en RTVE lo que en otros muchos organismos públicos colonizados por este Gobierno, que su utilidad social se verá cuestionada cuando, tarde o temprano, se produzca una alternancia política en España. Porque de la trinchera física se puede salir. De la ideológica es más difícil.