Galicia 18F: una gran lección de historia contemporánea de España

Galicia es una región perfectamente caracterizada en su singularidad cultural, idiomática e histórica, al mismo nivel, si no superior, que Cataluña y País Vasco

La comunidad autónoma gallega atesora una historia y unas características socio-culturales que la hacen única para conocer y entender la dinámica española en lo que a la estructura política de todo el Estado se refiere.

Como se sabe, en España contamos con tres regiones fuertemente singularizadas, por contar con idioma propio, además del español, que es, de largo, el más utilizado por todos los españoles en todas las demarcaciones del país, dichas regiones incluidas: hablamos de Galicia, País Vasco (sin olvidarnos de Navarra, con características similares en varios aspectos) y Cataluña.

La historia contemporánea por tradición siempre se ha considerado la que arranca, a nivel europeo, con la Revolución Francesa y, por lo que a España atañe, con la llamada Guerra de la Independencia, a resultas de la invasión de las tropas napoleónicas en nuestro país. Dicho periodo se vería caracterizado por una disminución y empobrecimiento ostensible de la realidad preexistente de España como entidad política, tal como vino, por una parte, derivado de los procesos de independencia americanos y, por otro, de las guerras carlistas, que fueron tremendamente dañinas para la economía de todo el Estado.

Nacionalismos

No comparto la teoría de que el carlismo trajo consigo los nacionalismos, por ser en Cataluña y País Vasco y Navarra donde más arraigó dicha tradición. Y son dos las razones por las que no lo comparto. Primero porque sobre el carlismo se sobrepuso una realidad mucho más decisiva, como fue la revolución industrial, que caracterizó sobre todo al País Vasco y a Cataluña y que tuvo mucha más influencia en la aparición de los nacionalismos que le propio carlismo. Y segundo, porque carlismo también hubo, y probablemente en su grado más intenso y extendido a toda la región, en Navarra, y de ahí salió precisamente la mayor revuelta conservadora y tradicionalista contra la Segunda República, por parte del requeté, y que tuvo un carácter profundamente antinacionalista en lo político.

Fueron, en efecto, los dos procesos casi simultáneos de revolución industrial, primero en Cataluña y luego en el País Vasco, los que provocaron una intensiva demanda de mano de obra en esas dos regiones que solo se satisfizo con el aporte masivo de población procedente de todas las regiones españolas y que está demostrado que provocó una reacción defensiva, de tipo supremacista, por parte de sus poblaciones nativas, singularmente las más afectadas por la nueva estructura económica dominante que estaba surgiendo en las mismas, y que dio lugar a los nacionalismos que hoy conocemos.

Costa de Galicia. Imagen: Flickr.

El proceso según el cual buena parte de las poblaciones inmigradas en ambos territorios se sumó al proyecto nacionalista es uno de los fenómenos más singulares de la historia contemporánea de España y que no tiene parangón conocido en el resto del mundo. Para entenderlo tendríamos que irnos al ámbito de la psicología: cómo poblaciones estigmatizadas por una ideología supremacista se convirtieron en buena parte en protagonistas de una demanda de independencia que surgió en principio justamente para excluirlas. Probablemente estaremos ante un proceso reactivo y defensivo de carácter natural y que no tendría más explicación que el deseo de supervivencia, aun a costa de perder la identidad de origen.

Galicia

Pero nos queda Galicia. Galicia es una región perfectamente caracterizada en su singularidad cultural, idiomática e histórica, al mismo nivel, si no superior, que Cataluña y País Vasco. Pero con la particularidad de que en ella no hubo revolución industrial sino todo lo contrario: sus excedentes de población rural pasaron a engrosar la emigración en todas sus facetas: hacia América pero también, en buena parte, hacia las regiones industrializadas de España, en especial, como hemos dicho, País Vasco y Cataluña. De hecho, en Baracaldo, Vizcaya, está el segundo Centro Galego del mundo por antigüedad, fundado en1901, tras el primero que fue en Buenos Aires. En el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, podemos encontrar las primeras menciones despectivas a los gallegos, considerados unos españoles más y, por tanto, rechazables y condenables en cuanto a su presencia en el País Vasco de finales del siglo XIX.

Precisamente por el hecho de que Galicia no tuvo revolución industrial y de hecho sus excedentes de población rural no tuvieron posibilidad de acudir a sus propias ciudades y centros industriales, sino que tuvieron que marchar fuera, es por lo que en Galicia no hubo aportes de población exterior, como sí los hubo en País Vasco y Cataluña y de ahí una de las razones, si no la mayor, de la ausencia de un nacionalismo independentista y antiespañol en Galicia. Porque la diferencia sustancial entre un galleguismo, como existe hoy en Galicia y que vehiculiza en su mayor parte el PP gallego, y un nacionalismo, dominante en País Vasco y Cataluña, es justamente el antiespañolismo de este último.

El Bloque Nacionalista Galego está intentando importar a Galicia una ideología surgida en País Vasco y Cataluña pero ajena por principio a Galicia por la falta de ese carácter antiespañol que sí tiene en estas otras regiones y que se lo da ese peculiar contraste entre población nativa y una población sobrevenida, y que genera una dinámica antiespañola que en lugar de converger en un conflicto social interno lo que hace es crear un enemigo exterior que les dota de cohesión hacia adentro. Solo así se entiende la deriva antiespañola de grandes masas de población procedentes de otras regiones españolas y que al contacto con los nacionalistas vascos y catalanes se convierten en antiespañolas y pasan a engrosar el movimiento nacionalista en ambas regiones, fenómeno sin el cual dichos nacionalismos no serían tan predominantes como lo son en estos momentos.

Galicia, sin revolución industrial, cuenta con un galleguismo muy potente, perfectamente vehiculizado hoy por el PP gallego, como podría haber ocurrido en País Vasco y Cataluña, de no haber sido porque en estas últimas hubo un fuerte aporte de inmigración de toda España, que dotó a estas dos regiones de una conflictividad social de la que surgieron los nacionalismos antiespañoles que hoy conocemos.