El fin sin buena intención
No hay duda de que Pedro Sánchez utilizó la futura ley de amnistía para ser elegido presidente
Existe una expresión que puede definir, para bien y para mal como ahora explicaremos, lo que está ocurriendo en España con relación al ‘procés’ independentista. Es una frase de yaya o de iaia, porque son los abuelos las que más la utilizan o utilizaron. La expresión dice: “A fi de bé”.
La traducción literal sería “a fin de bien”, pero en castellano podríamos convertirla en “con buen fin” o “con buena intención”, según el Diccionario Esencial de Diàfora (1982). Estas dos últimas expresiones pueden parecer iguales, pero no es lo mismo actuar con buenas intenciones que buscando un fin. Y ahí es donde observamos la forma en que la política decide meterse en un lío profundo de complicada salida.
La amnistía que impulsa Pedro Sánchez con Junts, ¿tiene buenas intenciones o un fin? Los más cercanos al presidente del Gobierno defenderían lo primero, y pueden tener una parte de razón; los opuestos a Pedro Sánchez argumentarían que lo segundo, y tendrían tanta razón como los primeros.
Me tacharán de equidistante. Cómo si la solución fuera fácil. Lo cierto es que jugar con grises ayuda a recopilar opiniones, fundamental para resolver el entramado. No hay duda de que Pedro Sánchez utilizó la futura ley de amnistía para ser elegido presidente. Si la suma no hubiera salido, de qué íbamos a estar discutiendo de estas cuestiones. Es la prueba de que el grupo socialista, de entrada, no buscaba buenas intenciones, sino un fin, alcanzado, por cierto.
Si los socialistas piensan que con una ley de amnistía formaciones como las de JxCat volverán al espacio autonómico, se equivocan
Una vez situados en ese punto: ¿puede ser positiva la amnistía para encontrar soluciones a las embestidas independentistas? Esa es una pregunta con respuestas que van por familias ‘indepes’. Son los políticos aquellos que piensan todo el día en sus cosas, no la ciudadanía. Y así, el cansancio se ve muy patente.
Ahí se esconde el por qué una parte del colectivo que salía a la calle motivado durante aquellos años del ‘procés’ esté cansado. Y frente a ellos una clase política que busca la forma de volverlos a movilizar y la fórmula de la negociación para encontrar soluciones personales a Puigdemont les aleja de esa ciudadanía. Recuerden que con el Estado no se negocia. Y aquí hay negocio político.
Sin embargo, como he escrito hasta la saciedad, si los socialistas piensan que con una ley de amnistía formaciones como las de JxCat volverán al espacio autonómico, se equivocan. Ayer mismo Pedro Sánchez abogaba por esa línea futura y fue la misma presidenta de JxCat, Laura Borràs, quien le recordó que su negocio sólo está en prestar los diputados que el Gobierno ahora necesita. Al Estado, ni agua.
Feijóo sigue teniendo una oportunidad ante todo lo que ocurre, pero con tiento. Y en ocasiones se le calienta la boca, algo que él, como político, siempre ha sabido controlar. El éxito de la manifestación de ayer en Madrid en la Plaza España demuestra que sigue movilizando a los suyos. Pero con eso no se ganan elecciones.
Claro que ha descubierto dos estrategias que ayer utilizó y que imitan lógicas comunicativas de los ‘indepes’: carteles en inglés tras su figura y la utilización de la expresión “derecho a decidir” en este caso de los españoles.
Parece que Feijóo sabe mejor que Sánchez que al independentismo no hay que regalarle nada, aunque demuestra desconocer cómo gestionar sus pasos ante ellos. Un problema que también tuvo Mariano Rajoy.
Mientras que se apliquen colores marcados y fuertes en la búsqueda de soluciones todo se mantendrá como una fiesta de fin de cuerdo. Grises, muchos grises son necesarios, aunque no estén de moda.