En el extrarradio de la verdad
España tiene un presidente del Gobierno que es un mentiroso patológico
Los cambios tecnológicos en el ámbito de la comunicación siempre han provocado la aparición y propagación de nuevas ideas que ampliaban el espacio de la libertad y, al mismo tiempo, generaban inevitables tensiones sociales y políticas. Así fue con la imprenta de Gutenberg y las guerras europeas de religión, y así ha sido también con la radio, la televisión e internet. Las redes sociales han modificado la comunicación política.
En pocos años pasamos del relato –storytelling– a la obsesión por el impacto. La coherencia quedó supeditada a la viralidad. Y la persuasión quedó relegada por la agitación. La retórica no ha quedado impune: la estúpida hipérbole ha sustituido a la fina ironía y a la inteligente metáfora como recurso preferido por no pocos políticos.
La fragmentación de las audiencias está imposibilitando la aparición de referentes mayoritariamente compartidos y, lo que es peor, está devaluando el respeto por la verdad. El algoritmo nos ha ido encapsulando en nuestra tribu ideológica.
Paradójicamente las redes nos separan, fomentan la discordia y diluyen lo común. Alimentan el miedo y la indignación y, por lo tanto, no sólo aniquilan el pensamiento crítico, sino el propio pensamiento. Todo es emoción. Y cada vez son más los capaces de aceptar cualquier mentira si ésta refuerza sus prejuicios y sirve para atizar al adversario.
Lo importante para la democracia española es si el votante del PSOE va a seguir estando en el extrarradio de la verdad o va a comportarse como un ciudadano responsable
La inteligencia artificial (IA) será una magnífica herramienta para ampliar nuestros conocimientos, pero también podría multiplicar la fuerza de la mala política. El debate sobre su regulación y gobernanza escapa a un artículo de estas características, pero nunca está de menos advertir sobre los efectos de la IA en una sociedad que muestra una cultura democrática débil y una preocupante propensión al sentimentalismo.
En un contexto así, la nueva tecnología puede ser una potente arma de manipulación masiva. Las noticias, las imágenes, los videos y los audios falsos son munición disparada a la velocidad de la luz y sin la resistencia de la reflexión o el sano escepticismo.
La IA y las redes sociales combinan, de este modo, en un coctel explosivo. Y no hay que ir hasta los Estados Unidos de Donald Trump para encontrar ejemplos. Rusia encontró en la sociedad catalana una grieta en la que meter la cuña de la desinformación y, así, desestabilizar una democracia occidental. Algunos jugaron esa peligrosa carta, y, como ha señalado Anne Applebaum esta semana en el diario El Mundo, “la amnistía es una oportunidad perdida para investigar el papel de Rusia en el procés y su conexión con los independentistas”.
Cada vez nos costará más distinguir la verdad de la mentira, pero en los tiempos que corren ya no es una cuestión menor preguntarse si la verdad de verdad nos importa. España tiene un presidente del Gobierno que es un mentiroso patológico. Ha mentido en cuestiones de Estado fundamentales y su apoyo electoral no se ha resentido. A Pedro Sánchez no le importa depender de aquellos que buscaron la complicidad de Vladimir Putin para destruir nuestro país. Pero el problema -existencial para una democracia- es que, a gran parte de su electorado, tampoco.
El director de comunicación del PSOE, Ion Antolín, ya usó en redes sociales una imagen generada por IA para criminalizar a quienes se manifiestan contra el gobierno. Su clara voluntad era estigmatizar a la oposición y alimentar la polarización. Pero ahí sigue, tuiteando a destajo y mostrándose como el fiel reflejo de la (in)moralidad de su jefe. Si ya han traspasado infinitas líneas rojas para obtener el apoyo del separatismo, cómo no van a usar todas las tecnologías disponibles para levantar muros entre españoles y fortificarse en el poder.
Dice Emiliano García-Page que el PSOE está en el extrarradio de la Constitución. Seguramente. Y Óscar Puente contesta que es Page quien está en el extrarradio del PSOE. Ni lo sé ni me importa. Es posible que ambos tengan razón, pero lo importante para la democracia española es si el votante del PSOE va a seguir estando en el extrarradio de la verdad o va a comportarse como un ciudadano responsable.