España sigue dando vueltas en el laberinto de la izquierda 

Si asaltar los cielos se antoja imposible, habrá que ir a por algo más factible: acabar con Trump, con la OTAN, con los ejércitos y con quienes están por el rearme

En Podemos han tenido que renunciar a la regeneración de la vieja política en aras de un objetivo mucho más ambicioso y necesario: plantar cara a Donald Trump y frenar al presidente norteamericano en su guerra comercial y a Europa en su política belicista y de rearme. “Solo una mujer pacifista, valiente, patriota, puede hacer la tarea que tenemos por delante”, dijo la secretaria general del partido morado, Ione Belarra, con la solemnidad de quien nombra a una heroína mitológica. Casi nada.

Y es que, cuando hay que “cabalgar contradicciones”, en la izquierda se pasan por el forro del abrigo los principios fundacionales que nacieron de la indignación y lo que les echen encima, incluido el chalé de Galapagar. Por aquellas fechas (las del 15-M), un Pablo Iglesias con coleta y discurso aguerrido estaba dispuesto a asaltar los cielos y a acabar con la casta que se relevaba a sí misma en el poder para seguir chupando del bote. Ellos eran un ejemplo democrático inédito, desconocido. Hasta que ha aparecido el dedo de Belarra para designar (sí, designar, como Aznar a Rajoy) a Irene Montero como candidata a las elecciones generales por Podemos.

Ni primarias, ni debate, ni democracia interna que valga. Entre las dos amigas se han repartido el pastel y se lo han comido, como se han zampado también la regeneración democrática que decían representar. Y es que el objetivo ahora es otro: la vendetta contra Yolanda Díaz y el hundimiento de Sumar. La gallega es la bestia negra de Podemos. La traidora del verdadero proyecto de izquierda que recibió de la mano del mismísimo Pablo Iglesias y que prefirió vender a Pedro Sánchez a cambio de un plato de lentejas, dejando fuera a Irene Montero.

Y en esta guerra no hay reglas. Porque, lejos de ser rivales políticas, las cabezas destacadas de Sumar y Podemos se profesan un odio tan profundo que va más allá de las diferencias ideológicas o programáticas de ambas formaciones. Se cruzan inquinas personales que solo se resolverán cuando la sangre llegue al río. Es decir, cuando unas consigan la desaparición política de la otra. O viceversa. O la de todos, todas y todes. Porque no hay peor enemiga que la traición. Ya me entienden.

No es este un panorama nada halagüeño para Pedro Sánchez, que vive de la escuálida suma de quienes tienen como único interés que no gobierne el Partido Popular. Solo que ahora la izquierda radical está tan empeñada en destrozarse a sí misma, especialmente Podemos contra Sumar, que parecen aceptar el triunfo del PP en unas próximas elecciones como un mal menor.

Pedro Sánchez vive de la escuálida suma de quienes tienen como único interés que no gobierne el Partido Popular

El sistema electoral en España castiga estas divisiones y la fragmentación del voto. En este caso, la ruptura es un hecho en el Congreso, así que todo apunta a que también irán por separado, y claramente enfrentadas, a los próximos comicios. La pregunta del millón es si se adelantarán las elecciones o, como pretende Pedro Sánchez, agotará la legislatura en 2027. Se habla mucho de la imposibilidad de gobernar sin presupuestos y sometido al capricho de los independentistas, pero no habría que descartar otro escollo no menos importante: el frente abierto en la sección feminista más radical del Frankenstein sanchista.

Tras el rotundo fracaso que supuso para Irene Montero la ley del “solo sí es sí”, a la exministra y ahora europarlamentaria le quedan pocas banderas a las que sujetarse para seguir en el machito de la política. Y Podemos tampoco está para echar cohetes. Quizá por eso se agarran ahora al discurso antimilitarista frente al rearme del “señor de la guerra”, que es como Ione Belarra llama a Pedro Sánchez. Forzar unas elecciones no sería nada descabellado para la formación morada, que trataría de aunar al electorado “pacifista”, anti-OTAN y anti-Trump, tan de moda en estos momentos.

Antes de entrar en sus históricas peleas cainitas, esta izquierda radical española aspiraba a asaltar los cielos porque creía representar la pureza de la nueva política frente a la vieja casta. La realidad, como casi siempre, se ha impuesto y les ha dejado claro que los celos, las envidias, las traiciones y las debilidades humanas anidan entre ellos como antes lo hicieron en otras formaciones políticas. Por eso, Ione Belarra e Irene Montero han decidido ir al grano: dejarse de círculos, democracias internas y grupos de debate. Si asaltar los cielos se antoja imposible, habrá que ir a por algo más factible: acabar con Trump, con la OTAN, con los ejércitos y con quienes están por el rearme. Que se prepare Pedro Sánchez.

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