La duda aceptable: ¿elecciones o investidura?

Nadie sabe si las negociaciones del PSOE con Junts permitirán que Pedro Sánchez consiga la investidura o si todo saltará por los aires y se repetirán las elecciones

La duda es sana y fiable. Quiere decir que antes de una decisión ha existido un proceso de reflexión. Dudar eternamente es peligroso. Hacerlo en momentos de emergencia te conduce al desastre. Pero no me refiero a esa duda. Tiene que ver con la que se construye ante un momento de elección de la mejor opción.

Esta semana, que precede a la manifestación en Barcelona de ciudadanos que rechazan la llamada amnistía, sigo sin tener la información suficiente como para asegurar si habrá o no elecciones.

Probablemente lo que ocurre es que los protagonistas de la historia que han desencadenado las elecciones del 23 de julio tampoco lo sepan. Por lo tanto, aseverar algo sobre este tema sería una temeridad. Y utilizar la intuición, que funciona con la experiencia, con Pedro Sánchez sabe a poco.

Sánchez nombra la amnistía

Una cosa está clara, el candidato socialista y presidente en funciones ha utilizado ya, al menos una vez, la palabra “amnistía”. La pronunció con retranca, marcando cada sílaba, conocedor que daría qué hablar. Sin embargo, si estamos atentos a toda la construcción de la frase, no la ponía en su boca, sino la utilizaba para situarla en el argumentario del partido de Yolanda Díaz y “de otras fuerzas políticas”, aseguró. Y continuó, “pero no es la propuesta del PSOE”.

Resulta interesante remarcar porque tiene un interés geopolítico. Lo decía delante de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, y del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, los dos máximos responsables de la UE. ¿Qué sentido podía tener?

Existe una idea, que avanza con rapidez entre los independentistas más radicales, que interpreta el cambio de opinión del Gobierno español, con un presidente en funciones, con relación al éxito asegurado de los diferentes recursos presentados ante los tribunales europeos. Ante ese temor, el estado opresor, España, se adelanta ya que una amnistía bloquearía este camino.

Una ley de amnistía sería como pedir disculpas a los que dieron un golpe a la legalidad

La idea es descabellada, pero recuerda a los días precedentes a la huida de Carles Puigdemont, cuando esos sectores, apoyados por los poderes mediáticos de entonces, proclamaban que se estaba negociando con diferentes países europeos para homologar la independencia que duró unos segundos.

Todo aquello se demostró que transitaba entre la mentira y la ilusión infantil, pero tuvo cierto éxito momentáneo, aunque después acabara en una profunda decepción.

Las negociaciones con Junts

Que Sumar y Junts están negociando es muy evidente. Y también está claro que es Jaume Asens, el mismo que aconsejó al abogado de Puigdemont huir a Bélgica y no a otro país, quien está más comprometido con el proyecto de amnistía.

La incógnita es quien del equipo de Sánchez está por la labor. Todo apunta a que se trata de Félix Bolaños. Quién si no. Es el miembro del Gobierno que se reúne de forma periódico con el president Aragonés. Pero es cierto que eso significa poco.

Quien está al quite de todo lo que ocurre es Salvador Illa. Sin duda es el político que más se la juega. Sus buenísimos resultados el 23 de julio peligran. Porque la realidad es que, aunque el votante socialista catalán esté dispuesto a ser generoso, palabra utilizada por el propio Pedro Sánchez, no quiere que le tomen el pelo. Como escribíamos la semana pasada, una ley de amnistía sería como pedir disculpas a los que dieron un golpe a la legalidad. Y eso iría en contra del proyecto de Illa en su camino a la presidencia de la Generalitat. Terrenos resbaladizos.    

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