El Rey como última frontera
Más que un mensaje de Navidad, el discurso del Rey fue una carta a los Reyes Magos, que lamentablemente no se cumplirá.
El Rey tiene un papel muy difícil. Debe ceñirse, estrictamente, a su papel constitucional. Unos le reclaman que intervenga y tenga más voz y otros que se ciña a su función de representante del Estado.
Su discurso de Navidad tuvo críticas veladas a los gobiernos central y autonómico de la Comunidad Valenciana sobre la gestión de la Dana, entró solapadamente en las espinosas relaciones del Gobierno con sus socios independentistas al hablar de bien común y fue crítico, por igual, con Gobierno y oposición al hablar de la necesidad de serenarnos y contra la discordia.
La reacción de los socios de Sánchez puso de manifiesto, una vez más, que lo que une a la izquierda y a los independentistas no es la voluntad de construir nada, sino de derribar lo ahora existente, y en especial la Monarquía por el simple motivo de que encarna la unidad de España.
Más que un mensaje de Navidad, el discurso del Rey fue una carta a los Reyes Magos, que lamentablemente no se cumplirá. Ni nuestras administraciones, a pesar de lo caras que nos salen, serán en 2025 más competentes, ni el nivel de crispación con el que Sánchez intenta blindarse en el gobierno, va a rebajar su tono.
La distancia se incrementa
El año que ahora termina fue uno más en la bajada a los infiernos de nuestras instituciones, en su desprestigio, desinstitucionalización, sectarización y falta de competencia y capacidad. Al igual que ocurre en los regímenes dictatoriales, en España lo público y la sociedad cada vez discurren por caminos más alejados.
La huida de Sánchez de Paiporta, el intento de linchamiento en el interior de su vehículo, el hecho de que no haya tenido el sentido de la responsabilidad que debería acompañarle en el cargo para pisar Valencia más que unos minutos desde ese fatídico 29 de octubre, todo el ruido mediático y la situación judicial en relación a los presuntos privilegios salariales y de oportunidades que rodean a su familia más inmediata acercan a Sánchez y a nuestro gobierno a una situación más parecida a la de Díaz Canel o de Ortega que a la de un gobernante de un país europeo.
«La reacción de los socios de Sánchez puso de manifiesto, una vez más, que lo que une a la izquierda y a los independentistas no es la voluntad de construir nada, sino de derribar lo ahora existente»
El año que llega debería ser un año sin elecciones. Si fuera así nos permitiría sosegarnos, dejar a las administraciones trabajar, centrarnos en el bien común del que hablo Felipe VI, pero no va a ser así. Los socios de Sánchez: Bildu, ERC, Junts, Podemos, traen la semilla de discordia y la inestabilidad en su forma de ser y no darán ni un minuto de tregua, ni un instante de paz a una España atormentada por un gobierno sin más principios ni objetivo que mantenerse en el poder.
Además, el riesgo de elecciones está encima de la mesa. Las autonomías populares con presupuestos prorrogados, en especial Baleares y Castilla y León, pueden tener la tentación de adelantar elecciones buscando sacar a Vox de la ecuación y conseguir una mayoría sólida para gobernar.
Decadencia
Esas decisiones no suelen salir bien, Mañueco en Castilla y León adelantó unas elecciones en 2022 buscando la mayoría absoluta y casi acaba fuera del gobierno. Ni tan siquiera Sánchez sabe si 2025 no será para él año electoral. Sin presupuestos, son sus socios enfrentados entre sí y con intereses contrapuestos los que tienen su futuro en sus manos.
España fue durante un par de décadas un país en la parte alta de la zona media de la tabla de clasificación en Europa, por detrás nuestro siempre estuvo Portugal, Grecia y otros.
Hoy ya no es así. Portugal lleva años con gobiernos de centro –derecha y centro-izquierda moderados que han hecho avanzar al país. Un ex primer ministro portugués preside el Consejo Europeo, Grecia lleva un lustro de regreso a la estabilidad económica e institucional de la mano de Mitsotakis, mientras nosotros vivimos en la cizaña.
¡Que 2025 nos permita recuperar la voluntad de avanzar y no de mirar al pasado, de construir y no de destruir, de ir juntos y no de separarnos! ¡Feliz año nuevo!