El principio del fin 

“Queda demostrado que Junts ni se sentía parte de mayoría alguna ni deseaba un gobierno progresista, sino más bien un gobierno débil para poder lograr sus objetivos: primero los penales (la amnistía) y después los políticos (el referéndum de independencia)”

Nunca sabremos lo que pasó en esos 30 minutos extra en los que, gracias a un sorprendente y ciertamente oportuno fallo informático en el voto remoto, los socialistas convencieron a Puigdemont para que los diputados de Junts per Catalunya no participasen en la votación, permitiéndoles salvar in extremis al menos uno de los decretos que sometían al congreso, pero en realidad da lo mismo. 

Tampoco sabemos de momento (pero tardaremos poco en descubrir) qué fue lo que prometió Sánchez al fugado para que tras la durísima intervención en la que Míriam Nogueras insinuó su voto contrario a las medidas gubernamentales, las lanzas independentistas tornasen en dulces cañas de miel y arrope, pero en realidad también da lo mismo. 

Y da lo mismo porque independientemente del resultado de las votaciones, lo que quedará en el imaginario colectivo son tres elementos tan tóxicos que pueden significar el principio del fin de Sánchez. 

Tres elementos tan tóxicos que pueden significar el principio del fin de Sánchez. 

1.- En primer lugar, el mal olor de una sesión parlamentaria marcada por la excepcionalidad, es decir, una sesión en la que el gobierno ha jugado al límite tanto con el reglamento de la cámara como con los poderes de la presidencia del congreso para alargar los tiempos de negociación con Junts per Catalunya manteniendo al país más de dos horas sin conocer el resultado de una votación.  

Nada que decir sobre el resultado de las votaciones, faltaría más, pero una democracia no solo es resultado, sino sobre todo procedimiento, y lo visto ayer en el congreso nos dejó más cerca de una asamblea de facultad de los años 80 que de un debate en el parlamento británico. 

2.- En segundo lugar, si algo evidenció la sesión de ayer fue la muerte de un mito, concretamente el de los superpoderes y la invulnerabilidad de un Pedro Sánchez que ha sido finalmente derrotado en al menos una de las tres votaciones en el Congreso de los Diputados y ha salvado el resto solo gracias a Carles Puigdemont, poniendo de manifiesto ante toda la ciudadanía tanto la debilidad de su gobierno como su extrema dependencia de un prófugo de la justicia española. 

La diputada de Junts per Catalunya Míriam Nogueras (d) vota en el pleno del Congreso, reunido excepcionalmente en el Senado, que debate la convalidación de tres decretos del Gobierno con medidas para amortiguar la crisis. EFE/FERNANDO VILLAR

Y no es solo que no sea demasiado edificante ver a todo un partido como el PSOE arrastrarse mendigando el voto de un partido de la catadura moral de Junts, es que con cuatro años por delante y decenas de situaciones similares a la vivida hoy, la humillación solo acaba de empezar 

3.- Pero a pesar de la gravedad de lo que cuento en los dos párrafos anteriores, lo más importante de lo que sucedió ayer en el congreso no fue ninguno de los dos elementos mencionados, sino la muerte de relato, bueno, en realidad más que un relato, la muerte de la principal narrativa que ha utilizado el PSOE desde las pasadas elecciones para explicarse a sí mismo y a toda la sociedad española los pactos contra natura con el independentismo reaccionario. 

Primero los penales (la amnistía) y después los políticos (el referéndum de independencia)

Porque si algo pasó ayer a mejor vida fue la supuesta mayoría progresista, que nunca fue ni una cosa ni otra, ya que queda demostrado que Junts per Catalunya ni se sentía parte de mayoría alguna ni deseaba un gobierno progresista, sino más bien un gobierno débil para poder lograr sus objetivos: primero los penales (la amnistía) y después los políticos (el referéndum de independencia). 

Así, a partir de hoy y aunque nada cambie a corto plazo, ya nada será igual. 

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