El príncipe de los bandazos
El puesto del príncipe de los bandazos que ostentó Albert Rivera no quedará vacante: compiten por él Pedro Sánchez y Pablo Casado
Una vez caído Albert Rivera, el príncipe de los bandazos, no parece que el puesto vaya a quedar vacante. Compiten por él los dos líderes de los grandes partidos, PSOE y PP. Que Pedro Sánchez lleve una notable ventaja a Pablo Casado no significa que éste no se haya esforzado en dar un viraje inverosímil. Veremos si ahí se queda o es sólo un comienzo.
Los políticos usan máscaras pero de un modo distinto a los escritores. Los grandes novelistas las utilizan para profundizar en las verdades ocultas que yacen en el fondo de la naturaleza humana, los políticos se sirven de ellas para surfear sobre una superficie, a fin de que no emerjan sus mentiras.
Los novelistas bucean, los políticos, más los de nuestro tiempo y lugar, surfean. Los primeros buscan tesoros ocultos, los segundos ocultan incomodidades. Los primeros descienden sin rodeos hacia su objetivo, los segundos zigzaguean en busca de la cresta de la ola mientras van cambiando de máscara a su antojo, no según les convenga sino según creen sus asesores que les conviene.
Tanto Sánchez como Casado están irreconocibles, si bien la trayectoria del socialista está a punto de culminar un giro de 180º. Del famoso “no es no” a Mariano Rajoy a la petición de votos regalados a su sucesor. Veremos si la veleta se para aquí o sigue su trayectoria hasta completar los 360º.
De confirmarse las tendencias sostenidas de los sondeos, confirmarse y tal vez acentuarse, el hundimiento de Ciudadanos parece irreversible. De no mediar un movimiento tectónico imprevisible en las pocas semanas que faltan para la cita del 10-N, la ola revolcará a Rivera y su colección de máscaras, que van del liberalismo progresista a la extrema derecha y cierra España, a saber si seguirá oculto o si se va a descubrir su verdadero rostro, que no es otro que el de pequeño césar autócrata.
Tampoco puede adivinarse a carta cierta de tarot el futuro de Pablo Iglesias. Desde sus inicios, con el famoso tic-tac premonitorio de cocodrilo comiéndose al malvado capitán Sánchez-Garfio, perdido mucha comba, así como casi todas las posibilidades de influir de veras en el rumbo de la política española.
A Sánchez no le ha sentado nada bien el surfeo y los sucesivos cambios de máscara
Sin embargo, no puede acusarse al líder de Unidas Podemos de ir cambiando de máscara. De autoritarismo en política e incoherencia entre las prédicas y el lujo de su vivienda, sí, peo no de surfear y dar bandazos en búsqueda del poder. Veremos hasta qué punto tal firmeza es salvadora o si su electorado es tan veleidoso e inconsistente como los demás.
Volvamos a los posibles substitutos de Rivera como príncipes de los bandazos. Ya va siendo hora, a estas alturas del artículo, de presentar al jurado que va a puntuarles, a ellos y a los demás, en las urnas del 10-N. Coincidimos los participantes en La plaza del pasado viernes en los dos signos más claros de esta precampaña. La ola que aupaba a Sánchez está agotando su empuje, mientras la que llevaba a Casado a languidecer por el camino de la amargura ha cobrado altura y vigor.
O sea, que a Sánchez no le ha sentado nada bien el surfeo y los sucesivos cambios de máscara mientras el único cambio protagonizado por Casado, denominado giro al centro a falta de mejor definición, le aúpa no sólo hacia la consolidación sino a unas perspectivas antes insospechadas de llegar a la meta de la Moncloa. No de inmediato, claro, pero ya va siendo más que predecible lo que hasta ayer mismo era inconcebible.
Ante la inconsistencia de la tabla sobre la que surfea y la escasa credulidad que despiertan sus máscaras, Sánchez se aferra a la verga mayor de la campaña. En una increíble pirueta el más firme candidato al título de príncipe de los bandazos ha pasado de campeón del diálogo a tomar la delantera a Cs Y PP en la dureza contra el independentismo.
A poco que la sentencia provoque algo peor que manifestaciones de un pacifismo rayano en el candor, Sánchez y su gobierno van a sobreactuar, a fin de no dejar el menor espacio a las críticas de blandengue. En horas veinticuatro, ha trocado la máscara del casi traidor y anticonstitucionalista por la de campeón del varapalo y tentetieso. Veremos si le sale bien o se le ve el plumero de pirata ocasional.
La conclusión, más bien incógnita final, es obvia. ¿De seguir así las tendencias, o incluso de acentuarse, Sánchez podría perder un puñado de escaños, pongamos hasta los 110, y Casado añadir una decena a los 95 que se le pronostican? De ser así, el siguiente príncipe de los bandazos, título que acarrea los peores presagios, ya tendría ganador, o sea perdedor con final de trayecto político asegurado.
La cita electoral es inminente pero no tanto. Falta casi un mes, y en tan breve lapso de tiempo, con las aguas tan agitadas, el baile de surfistas enmascarados puede acabar del modo más impensado.