El PNV franquista 

Hubo un PNV franquista, al que no le importó en absoluto vivir en una España sin libertades, ni autonomía, ni concierto económico para el caso de Bizkaia y Gipuzkoa

El mismo partido que fundó Sabino Arana en 1895 y que ahora está embarcado en una campaña de recuperación de la memoria histórica, que ha creado un Instituto de la Memoria que se llama Gogora y que ha puesto en marcha excavaciones y recuperación de cadáveres de milicianos y de gudaris muertos en la Guerra Civil, ese mismo partido que, por boca de sus principales dirigentes, empezando por el todavía lehendakari Urkullu y siguiendo por todos los cargos con responsabilidades institucionales, se dan golpes de pecho diciendo que hay que ver lo malos que fueron los franquistas que mataron a tanta gente y la dejaron tirada en cualquier sitio.

Todos esos son los mismos que dirigen hoy el mismo partido cuyos principales dirigentes, en el momento que estalló la Guerra Civil, exceptuados los que formaron parte del gobierno de José Antonio Aguirre (a quien llamaron “Napoleonchu” porque él mismo quiso dirigir un ejército de varios miles de bisoños soldaditos que fueron derrotados y puestos en huida por unos pocos cientos de desarrapados franquistas en Villarreal de Álava en diciembre de 1936), volvieron todos a la España de Franco a morir tranquilamente en sus camas, mientras la mayor parte de sus seguidores pasaban hambre y frío en las cárceles del franquismo o incluso formaban parte del ejército de Franco, al que se pasaron muchos de ellos una vez caído todo el frente del Norte. 

En ese sentido podemos decir, sin lugar a dudas, que hubo un PNV franquista, al que no le importó en absoluto vivir en una España sin libertades, ni autonomía, ni concierto económico para el caso de Bizkaia y Gipuzkoa (y que sí se mantuvo en Álava y Navarra, adictas desde el primer momento al alzamiento militar). Es lo que pasa cuando se hacen ahora tantas demostraciones de distanciamiento respecto del franquismo. Esa sobreactuación actual no es más que la señal inequívoca de que hay toda una historia detrás que se quiere ocultar o hacerse perdonar. Del mismo modo que ahora el PNV se pone tan estupendo rechazando cualquier relación con Vox, al que se presenta como el yuyu de la política española, porque quiere suprimir las autonomías, dicen. La ultraderecha, lo llaman.

Pues esos mismos dirigentes del PNV actual que tanto se quieren distanciar de Vox y de “la ultraderecha” forman parte de un partido cuyos dirigentes volvieron o en algunos casos continuaron en la España franquista sin temer por sus vidas ni por sus haciendas, salvo en casos muy concretos –los menos, en cantidad y en calidad–, que fueron investigados por la policía franquista y a quienes les hicieron pagar multas o cárcel por su posición política previa. 

A los datos me remito, veámoslos y luego que me diga alguien si falto a la verdad cuando afirmo que hubo un PNV franquista. 

Los casos más espectaculares, sin duda, fueron los de los dos presidentes del partido que sucedieron al fundador, Sabino Arana, en el cargo. El primero de ellos fue Ángel Zabala, presidente del PNV entre 1903 y 1906, justo tras la prematura muerte de Sabino Arana, y nombrado por deseo expreso de este. Angel Zabala cuando dejó el cargo se dedicó a la investigación histórica, que era lo que le gustaba de siempre. Iniciada la guerra civil ni siquiera se planteó exiliarse: estaba investigando en los archivos de Madrid, donde murió en 1940, a los 74 años. Después sus familiares trasladaron su cuerpo a Arteaga, en Bizkaia, de donde era natural. 

El segundo presidente del partido fue Luis Arana Goiri, hermano del fundador. Si no fue presidente del partido tras la muerte de su hermano fue única y exclusivamente porque se había tenido que ir a vivir a Francia desde 1899 para que los seguidores del partido no supieran que se había casado con una maketa (mujer sin apellidos vascos) y con la que además había tenido un hijo fuera del matrimonio: el primogénito de la pareja, que tenía ya 6 años cuando los padres se casaron en secreto). Ante semejante escandalazo, se optó por no nombrar sucesor a quien le hubiera correspondido el cargo por razones obvias: Luis fue desde el principio el vicepresidente del partido, el número dos para todo e incluso Sabino decía que él era quien le había dado la idea. Pero su doble vida estuvo a punto de llevar al traste todo el proyecto.

Luis Arana fue presidente del partido entre 1908 y 1915 y también en 1932, cuando se celebró el primer Aberri Eguna. Siempre enfrentado al sector autonomista y moderado del partido, reunió en torno a sí a los elementos más recalcitrantes y sabinianos: ya se sabe que, en política, cuanto más forzada es una posición, más debilidades se ocultan. En 1938 se presentó en persona, ya con 76 años, ante el Foreign Office en Londres para entregar un mensaje en el que solicitaba poner al País Vasco y Navarra bajo la protección de Gran Bretaña. Finalizada la guerra, sus tres hijos, bien instalados en el régimen, consiguieron traerle desde San Juan de Luz, en el sur de Francia, a Santurce, hoy Santurtzi, en Bizkaia, donde pasará toda la posguerra sin ser molestado y comiendo de primera, como contaba en sus cartas, mientras media España se moría de hambre. Falleció en 1951, rodeado de sus nietos. 

VITORIA, 22/12/2023.- El lehendakari, Iñigo Urkullu, durante el debate de los presupuestos vascos para el ejercicio 2024 celebrado este viernes en el Parlamento vasco en Vitoria. EFE/ Adrian Ruiz Hierro
El lehendakari, Iñigo Urkullu. EFE/ Adrian Ruiz Hierro

A partir de estos dos personajes principales, la lista de secundarios del PNV que volvieron o se quedaron en la España de Franco es interminable. Solo citaremos unos cuantos. Ignacio Rotaeche Velasco, presidente del PNV entre 1920 y 1930, cuando el partido se llamaba Comunión Nacionalista Vasca; finalizada la guerra y gracias a las gestiones de su primo, el almirante Jesús Rotaeche, vuelve a España en 1943; falleció en Ceánuri (Bizkaia) en 1951. El navarro Jesús Doxandabaratz, presidente del PNV entre 1933 y 1934, falleció en Pamplona en 1969.

Isaac López Mendizabal, presidente entre 1934 y 1935, tras un exilio en Argentina, regresó a España en 1965, montó una imprenta y falleció en Tolosa (Gipuzkoa) en 1977. Manuel Eguileor, biógrafo de Sabino Arana, tras unos años en el exilio, estaba en Bilbao cuando derribaron la casa natal de Sabino Arana en 1960-1961, de la que cuenta que recogió unas tejas del derribo para guardarlas como reliquia, que se conservan en el Museo del Nacionalismo Vasco; falleció en Bilbao en 1970. Ceferino Jemein, también biógrafo de Sabino Arana, tras exiliarse en San Juan de Luz (en Francia, a once kilómetros de la frontera con España), fallece también en Bilbao en 1965. 

El caso de Anacleto Ortueta es de los más curiosos del PNV franquista. Publicó en Barcelona durante la Segunda República dos obras en las que propone a Navarra como núcleo refundador del futuro Estado vasco, lo que resulta clave para entender la evolución teórica desde el nacionalismo sabiniano a la izquierda abertzale actual. Nacionalista de pedigrí, fundador del histórico ANV, sirvió en el Gobierno vasco durante la guerra civil en un puesto tan sensible como el de jefe de la policía interior de las Milicias Vascas. Pero aun así no abandonó Bilbao cuando cayó la villa en 1937. Al cabo de un tiempo fue detenido por los franquistas y en 1940 fue juzgado y condenado a expatriarse, pagar una multa de 10.000 pesetas y perder todos sus bienes. Pero lo cierto es que residió durante un tiempo en Oviedo y Santander y falleció en Bilbao en 1959 a los 84 años. 

En el peor de los casos, este PNV franquista, como decíamos, sufrió algún periodo de cárcel o exilio, multas y requisitorias varias, propias del régimen salido de una guerra. Pero los líderes nacionalistas que no participaron directamente en la contienda (incluso algunos que sí, como Ortueta), salvaron la vida durante el franquismo y murieron en su cama, en su casa. Eduardo Landeta y Aburto, nacionalista heterodoxo, tras un breve exilio, volvió a Bilbao, donde falleció en 1957. José María Errazti, seguidor de Eli Gallastegui, el más radical de los sabinianos de segunda generación, volvió en 1941 y tuvo que pagar una multa para recuperar su empresa; falleció en Bilbao en 1964.

Javier Gortázar y Manso de Velasco fue de todo en el PNV, desde tesorero a editor de periódicos; volvió a España en 1959 y falleció en Bilbao en 1977. Federico Belausteguigoitia Landaluce, íntimo de Sabino Arana, falleció en Getxo (Bizkaia) en 1947. Y lo mismo o parecido podríamos decir de Pedro Chalbaud Errazquin, Francisco Basterrechea Zaldivar, Nicolás Viar Egusquiza y tantos otros que conocieron en vida a Sabino Arana. 

Lo dicho, menos presumir de antifranquistas y más asumir la propia historia, que la tienen y bien documentada.