El humanitarismo presuntuoso
A Open Arms le pasa algo parecido a lo que le ocurre a Greenpeace, se empeñan en salvar el planeta y sus habitantes
En el año 2004, Jordi Raich –con 20 años de trabajo solidario en la mochila- publicó un libro titulado El espejismo humanitario. La especie solidaria al descubierto. Un ensayo que irritó e indignó en grado sumo al personal solidario. En cualquier caso, un ensayo instructivo y demoledor que sigue teniendo –Open Arms, por ejemplo- su actualidad. Vayamos por partes.
Los flagelados y los aprovechados
Un ensayo instructivo, porque retrata la cruda realidad de los países del Tercer Mundo flagelados por la miseria, la corrupción y el despotismo. Instructivo, porque relata las peripecias del cooperante por esos mundos dejados de la mano de Dios y la Historia.
Un ensayo demoledor, porque, sin contemplaciones, desvela la cara oculta de “la especie solidaria”. Jordi Raich es muy duro con aquellos que pretenden calmar la mala conciencia de privilegiados, que ayudan al prójimo para superar una crisis personal, que fabrican mártires y especulan con la piedad para obtener subvenciones, que usan la solidaridad para hacer carrera política, que devienen profesionales de la ayuda por no encontrar ningún otro trabajo.
Conviene añadir que la dureza analítica del autor se extiende a los pobres de la Tierra. Gente que roba a sus compatriotas, egoístas que acaparan comida para venderla al vecino, víctimas profesionales y falsos desplazados que viven a costa de la ayuda internacional.
Jordi Raich es muy duro con aquellos que pretenden calmar la mala conciencia de privilegiados
El autor no se olvida de quienes sacan tajada de todo ello: las administraciones que conceden subvenciones en función de los propios intereses, las firmas comerciales que practican el altruismo para mejorar la imagen corporativa, los medios de comunicación que convierten el humanitarismo en una mercancía gracias a la cual se gana cuota de pantalla.
La alienación sentimental
En 2012, Jordi Raich publicó el ensayo Evolución ética de la idea humanitaria –la versión original en inglés data de 1998– en donde habla de un humanitarismo contemporáneo que manifiesta la “alienación sentimental” de la gente que “tiende a sentirse bien con lo que hace cuando se le dice que hace lo correcto”.
De hecho, se trata de un “humanismo mutilado, un valor mínimo guiado por el sentimentalismo y por una compasión pasajera y superficial programada por la televisión, el icono global de nuestra cultura e identidad universales”.
En este ensayo, igualmente instructivo y demoledor, que también irrita e indigna al personal humanitario, Jordi Raich sostiene –con ejemplos- que la intervención humanitaria únicamente se materializa si “las matanzas que llegan a nuestro comedor son apocalípticas” o si hay “intereses económicos, políticos y de seguridad en juego”.
Es entonces, cuando “el circo humanitario se pone en marcha, las ONG y demás agentes implicados hacen lo posible para mantenerlo en escena”. Al respecto, si alguien se atreve a decir que “las víctimas no son tan inocentes, nos negamos a creerlo o nos sentimos moralmente engañados”, será tildado de genocida o algo parecido.
Jordi Raich concluye: “la santidad de las víctimas es un mito peligroso que es necesario destruir”. Porque, existen las “víctimas profesionales” que no quieren volver a sus casas en donde hay que “trabajar duro”.
El triunfalismo humanitario carece de sentido
Jordi Raich no está diciendo que hay que dejar morir a la gente. Lo contrario es cierto: “hay que salvar el máximo número posible de vidas”. Matiza: “lo que digo es que salvar vidas puede no ser el objetivo principal ni el más importante, que salvarles sin solucionar el problema es éticamente reprochable e inhumano”. ¿Cuál puede ser el sentido de salvar una vida –que hay que salvarla, por supuesto- que acabará siendo víctima de la miseria y más en Occidente?
Por eso, Jordi Raich se opone al “triunfalismo humanitario” y al “reduccionismo de la lente humanitaria” con su “visión complaciente, inmoral, y falsa de haber hecho un `buen trabajo´ cuando salvamos vidas”. ¿Quizá no es más aconsejable un humanitarismo selectivo en función de las posibilidades y oportunidades reales que puede ofrecer Occidente? ¿Quizá no es más aconsejable que el humanitarismo provenga de FRONTEX?
Somos Open Arms
A Open Arms le pasa algo parecido a lo que le ocurre a Greenpeace, se empeñan en salvar el planeta y sus habitantes. Una anomalía como cualquier otra. Una anomalía que puede ser analizada y valorada con la, por así decirlo, filosofía de la especie solidaria de Jordi Raich.
“A ti también te salvaríamos. Cuando una vida está en peligro, arriesgamos la nuestra para salvarla”, puede leerse en la cabecera de la página de esta organización humanitaria, no gubernamental y sin ánimo de lucro. Magnífico. ¡Qué buenos son los de Open Arms!
Habría que agradecerlo de antemano. Pero, se debe tener cuidado con aquellos que quieren salvarnos. Especialmente, con los salvadores de convicción y profesión que esperan a la víctima en un lugar determinado para recogerlo y llevarlo a buen puerto.
Si no hubiese salvadores esperando a la víctima, probablemente los desesperados no arriesgarían la vida echándose a la mar y al océano. Si no hubiera desesperados en la mar y el océano, a las mafias que trafican con seres humanos –una cuestión de oferta y demanda- no les saldría a cuenta el negocio y se dedicarían a otro más lucrativo.
“Protegemos las vidas de las personas abandonadas en aguas internacionales que huyen de conflictos bélicos, persecución o pobreza y colaboramos en tierra firme con equipos sanitarios, y de investigación en primera línea para afrontar emergencias sanitarias o de cualquier otro tipo que precisen respuesta inmediata”. Magnífico. ¡Qué humanitarios son los de Open Arms!
Felicidades por su altruismo. Pero, hay que tener en cuenta que a la mayoría de los desesperados que salvan les espera una existencia nada envidiable. A lo que hay que añadir una cantidad indeterminada de desesperados que no huyen de la miseria y la guerra y otros que pagan una importante cantidad de dinero para subir a la embarcación. ¿Al Open Armas marítimo le podría suceder/acompañar un Open Arms aéreo?
El humanismo triunfalista
Conviene insistir en lo dicho anteriormente: hay que salvar a todos los náufragos. Pero, el humanitarismo selectivo y controlado es mejor que el humanitarismo triunfalista. Sería más aconsejable quedarse en el puerto y dejar que Frontex y el salvamiento marino de cada Estado haga su trabajo.
Así evitarán que se les califique como taxis de las mafias que navegan por el llamado triángulo de las mafias libias. Evitarían que se les clasifique como favorecedores de la inmigración ilegal. Ya han sido investigados por el favorecimiento de la inmigración ilegal: seguro que están orgullosos de ello.
Finalmente, evitarán, también, por decirlo a la manera de Jordi Raich –de imprescindible lectura-, ser considerados como miembros de una “especie” que especula con la piedad de unos y los intereses y subvenciones de otros al tiempo que trasladan/transportan a víctimas poco recomendables.
El humanitarismo presuntuoso
Convendría ser menos buenos. Dejar de cultivar ese presuntuoso y autocomplaciente humanitarismo. Esa superioridad moral. Convendría recordar la advertencia de los clásicos: “Queriendo hacer el bien se acaba haciendo el mal”.