El supremacismo catalán siempre estuvo y sigue ahí (algunos ejemplos)

La investidura de Quim Torra ha confirmado algo que nunca se ha ocultado, que parte del nacionalismo catalán comulga con el etnicismo

¡Vaya descubrimiento! Ahora nos damos cuenta de que una parte del nacionalismo catalán comulga con el etnicismo. ¡A buenas horas, mangas verdes! Y es que el etnicismo catalán siempre ha estado ahí.

El catalanismo y/o nacionalismo catalán siempre ha manifestado desde sus orígenes un aire etnicista, chovinista, sectario, supremacista  y excluyente que muchos desconocen y algunos se empeñan en ocultar.

Un clásico del nacionalismo catalán: Valentí Almirall y su Lo catalanisme (1886). ¿El carácter castellano? Idealista, autoritario, corto de inteligencia, prepotente y dominador. ¿El carácter catalán? Analizador, reflexivo, positivista, mercantilista, constante y amigo del trabajo y la libertad.

¿La unión de castellanos y catalanes? Respuesta: “es evidente que dos pueblos de condiciones y carácter tan distintos, e incluso opuestos, como el castellano y el catalán, por más que se quiera, no podrán llegar nunca a fundirse ni unificarse”.

¿Qué ocurriría si la fusión se produjese? El resultado “no podría ser más que la degeneración completa y la desnaturalización del que se dejara dominar, como para nuestra desgracia es un elocuente ejemplo Cataluña”.

Enric Prat de la Riba achacó «la degeneración catalana» al «elemento enemigo y desnaturalizador del Estado español»

Otro clásico: Enric Prat de la Riba y su Compendi de doctrina catalanista (1894): “nuestro carácter ha empezado a degenerar como consecuencia de encontrarse Cataluña, desde hace unos siglos, en una atmósfera contraria a su manera de ser”.

¿Adivinan de dónde proviene la degeneración? Por supuesto: “el elemento enemigo y que desnaturaliza su carácter es el Estado español”.

En la galería de los prodigios etnicistas catalanes, encontramos, suma y sigue, a Pompeu Gener (1848-1920) que asocia la nación a la idea de raza histórica definida en términos psicológicos y demanda que la nación-raza se manifieste y organice para su superior desenvolvimiento, a Hermenegild Puig i Sais (1860-1941) preocupado por los efectos étnicos negativos de la inmigración que propone aumentar el número de catalanes de pura raza, a Domènec Martí i Julià (1861-1917) que afirma que las naciones o nacionalidades son organismos vivos dotados de una personalidad propia que tienen derecho a la vida y previene de los “asesinos del alma catalana”.

También está Antoni Rovira i Virgili (1882-1949) que enfatiza la diferencia espiritual o de alma o de genio o de psicología entre catalanes o castellanos, o Daniel Cardona i Civit (1890-1943) que, resumen y compendio, sostiene que “un cráneo de Ávila no será nunca como uno del llano de Vic, a Pere Bosch-Gimpera (1891-1974) que explica la historia de Cataluña en términos étnico-raciales.

Pere Mártir Rosell Vilar (1882-1933) y Josep Antoni Vandellós (1899-1950) alertan de la degeneración biológica que acecha al pueblo catalán por culpa de la inmigración española.

Por no hablar de Nosaltres Sols! –corriente de Estat Català, fundado en 1922-, que en 1980 publica un texto titulado Fundamentos científicos del racismo en el que se lee que “tenemos que considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la española y por tanto el catalán es superior al español en el aspecto racial”. Según parece, Torra es un admirador de Estat Català.

El etnicismo no se destruye

Un etnicismo que sigue entre nosotros. Un etnicismo que, implícitamente, 1) reconoce la realidad de unos pueblos o naciones claramente distintos siendo unos mejores que otros, 2) se funda en el ius sanguinis (la condición de nacional se define en función del origen) en detrimento del ius soli (la condición de nacional la determina el lugar de nacimiento o empadronamiento), 3) comulga con la teoría del colono que viene a Cataluña para castellanizarla o españolizarla, y 4) usa determinados despectivos (el «charnego», ellos, los recién llegados) para referirse al «otro» español en Cataluña.

“Los extraños que se meten entre nosotros”, dijo el escritor Manuel de Pedrolo. O ese “sector de población que es propiamente forastera”, en palabras de un Heribert Barrera que llegó a ser muy honorable presidente del parlamento de Cataluña.

El etnicismo, el supremacismo y la afirmación heráldica nacionalistas persisten con el mismo objetivo de antaño

Hasta hoy, se podía decir que los de Valentí Almirall y sus sucesores eran otros tiempos. Hasta hoy, se podía decir que, a finales del siglo XIX y principio del XX, la teoría de la diferencia racial de la Société d’Anthropologie de París estaba al orden del día.

Se podía decir que autores como De Maistre, Spencer, Broca, Gobineau, Taine, Le Bon, Vacher de Lapougue o Barrès gozaban de predicamento en una época en que las ciencias –que avanzan una barbaridad, como se sabe- estaban lejos de ser lo que son. Cierto.

Pero, no es menos cierto que algunos de los textos del catalanismo  y/o nacionalismo catalán se publican en pleno XX. Y los de Torra en el siglo XXI.

El etnicismo, el supremacismo y la afirmación heráldica nacionalistas persisten. Siguen estando ahí. Con el mismo objetivo de antaño. Enric Prat de la Riba: “Ser nosotros, esta es la cuestión. Ser catalanes”. Aunque, eso sí, los españoles son, en palabras de Torra, “un pueblo hermano”. Generoso, el presidente de la Generalitat.

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