La economía española: ¿estancada hasta 2060?
España se ha mantenido siempre claramente por debajo de la media en términos de renta per cápita, con dos picos en torno al -10% de esta referencia, el primero en 1973 y el segundo en 2003
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicaba la semana pasada su informe de prospectiva “Escenarios a largo plazo”, en el que analiza las tendencias de fondo de la economía global. La publicación prevé que China se convertirá en la mayor economía del mundo pero acabará superada por la India antes de 2060, al contar con una fuerza laboral mucho más joven. Los países emergentes del G-20 superarán al club de la OCDE y el PIB de Indonesia superará al de Alemania y a Japón en tan solo diez años.
En la Unión Europea, los países bálticos y de Europa del Este atraparán a sus socios occidentales. En 2023, casi dos décadas después de la ampliación de la UE hacia el este, Estonia, Lituania, Eslovenia, Malta, Chipre y República Checa superan ya a España en PIB per cápita. Es más, Polonia y Hungría están cerca de alcanzarnos y es probable que en los próximos años nos superen. El PIB per cápita español representa el 85% de la media de la UE. En menos de dos décadas, España ha perdido 13 puntos de riqueza relativa respecto del conjunto de los 27 estados.
Estancamiento del PIB
La OCDE prevé un estancamiento del PIB per cápita de España hasta 2060. Nuestro país se ha mantenido siempre claramente por debajo de la media en términos de renta per cápita, con dos picos en torno al -10% de esta referencia, el primero en 1973 y el segundo en 2003. El primer pico coincide con el Plan de Estabilización de 1955 y la subsiguiente apertura al exterior de la economía española. El segundo, con la entrada de España en la UE en 1986. Desde 2003 hasta ahora, sin embargo, hemos vuelto a perder posiciones con respecto a nuestros vecinos.
El crecimiento de la productividad fue el motor de la convergencia económica de España con Europa desde los años sesenta hasta los noventa. Hasta ese momento, era un país eminentemente rural y poco industrializado, pero vivió un rápido desarrollo que culminó con la entrada en la UE. Sin embargo, en la segunda mitad de los noventa se produjo un cambio muy relevante: el país siguió creciendo rápidamente gracias a la acumulación de capital físico del exterior y de la bajada de los tipos de interés. Se comenzaba a fraguar la gran burbuja inmobiliaria.
La burbuja permitió al país crecer muy rápidamente apoyándose en actividades improductivas que fueron la condena del país a largo plazo. Se invirtió en activos inmobiliarios —viviendas, naves, locales comerciales, almacenes, infraestructuras—, en lugar de maquinaria, bienes industriales, u otros activos más intensivos en conocimiento. La acumulación de estos activos estaba guiada con frecuencia por su rentabilidad a corto plazo en un contexto macroeconómico sobrecalentado por los bajos tipos de interés.
Según los cálculos de De la Fuente y Doménech (Fedea, 2023), la productividad de España se desplomó un 17% respecto a la media de la OCDE desde 1995 hasta 2008. En las últimas dos décadas, la tasa de ocupación relativa ha vuelto a girar a la baja y la productividad ha tendido a estancarse en el mejor de los casos, lo que explica una nueva pérdida de renta relativa que nos devuelve al nivel de 1970.
Baja productividad
La losa de la baja productividad impide la convergencia de la economía española hacia los niveles del resto de países desarrollados. Una vez agotado el impulso de la entrada de mujeres primero e inmigrantes después, al mercado laboral, el país carece de herramientas para seguir aproximándose al resto de economías avanzadas. Si no se consiguen incrementos sostenidos de la productividad, es el final de la convergencia.
La baja productividad de la economía española es multifactorial y responde a múltiples causas, muchas de ellas comentadas en esta misma columna: el escaso peso de las empresas de tamaño grande, la baja inversión en activos intangibles, el exceso de regulación, las disfunciones del mercado de trabajo, etc.
Por otro lado, si nos comparamos con los países que nos han dado el sorpasso recientemente, como los bálticos, llama la atención su elevado nivel educativo, que contribuye a elevar el capital humano. Destaca especialmente Estonia, líder en el reciente informe PISA 2022. En esta república báltica se publican evaluaciones continuas del desempeño de los centros educativos (calidad de los docentes, resultados de alumnos, etc.). Los padres y madres deciden en qué colegio inscribir a sus hijos en función de estas evaluaciones, y el Estado financia más o menos a los centros en función de su número de inscritos. Además, los alumnos rezagados cuentan con tutorías de apoyo personalizadas o en grupos reducidos.
Estonia ya supera a España en PIB per cápita y los siguientes serán Polonia e Hungría. El estancamiento de la productividad y por ende, de nuestra riqueza relativa, es una noticia que debería preocupar y ocupar el centro del debate público. No existen recetas mágicas pero sí buenas ideas.