La doble moral de la turismofobia oficial y transversal

El mundo ha decidido que España es el mejor lugar del planeta para visitar, pero a nuestros gobernantes no les acaba de gustar y hablan de cambiar de modelo productivo

Este fin de semana llega el verano y con él la temporada alta turística a pesar de que al ministro del ramo, Jordi Hereu, le guste hablar del éxito del turismo español por su desestacionalización. Según CaixaBank Research el PIB turístico crece a un ritmo del 7,6%, el triple que la economía española. Un 25% del crecimiento del PIB se debe al turismo, Sánchez puede ir por ahí diciendo que nuestra economía va “como un cohete” gracias al turismo.

El mundo ha decidido que España es el mejor lugar del planeta para visitar, pero a nuestros gobernantes, en especial a los de izquierdas, pero sorprendentemente también a muchos de derechas, no les acaba de gustar y en lugar de hablar de cómo mejorar el modelo turístico hablan de cambiar de modelo productivo.

El turismo doméstico presenta un crecimiento débil y es el visitante internacional el que sustenta el incremento de visitantes en un 5,5% hasta alcanzar la cifra récord de 90 millones. Es posible que el turismo genere problemas, pero más problemas tiene en forma de pobreza aquellos territorios que carecen de él.

Cerca de 3 millones de trabajadores, un 17% del total, están vinculados al sector turístico. Según Hosteltur uno de cada cuatro nuevos empleos está relacionado con el sector turístico. Yolanda Díaz, la ministra de trabajo, en pleno ocaso acelerado de su carrera, lo único que le queda es sacar pecho de los datos de paro, pero siempre obvia el papel del turismo en ese dato.

El turismo no solo ha dado riqueza a España, también ha permitido crear empresas de referencia internacional, como Barcelo, Riu, Iberostar, Melia, etc. que desde España han ayudado a países como México, República Dominicana, etc a progresar y salir de la miseria.

Política anti turística

A pesar de que somos junto a Francia la primera potencia mundial en turismo y sin esta industria seríamos un país infinitamente más pobre y subdesarrollado cada vez más crece más la turismofobia y cada vez con mayor frecuencia las administraciones toman medidas contra el turismo. Ada Colau fue felizmente derrotada como alcaldesa de Barcelona, pero su política anti turística ha creado escuela.

Obviamente hay que ordenar los espacios naturales y las ciudades para facilitar la movilidad, cuidar el medio ambiente o garantizar la seguridad, pero esas políticas no deben basarse, tal como está sucediendo en nuestro país, en prácticas de decrecimiento como paralizar el desarrollo de infraestructuras o frenar el desarrollo de negocios.

Turismo. Foto de Archivo
Turismo. Foto de Archivo

Mallorca reduce las plazas hoteleras de 430.000 a 412.000, no hay duda que una reducción de hasta 6 millones de pernoctaciones al año afecta a las empresas hoteleras, pero también a los proveedores y al empleo. Barcelona o Valencia limitan los cruceros que atracan en los puertos, las navieras simplemente buscaran otros lugares donde atracar, nadie saldrá beneficiado de esa decisión.

Muchos ayuntamientos han comprado el relato de que el problema de la vivienda se debe al turismo y a los apartamentos. Las mismas administraciones que no han hecho vivienda pública y que han regulado y burocratizado el suelo hasta tardar más de dos años en otorgar una licencia impidiendo el crecimiento del mercado inmobiliario acorde a la demanda de vivienda acusan al turismo de ser responsables de lo que correspondía a la administración. ¡Qué fácil es culpar a los demás de lo que es responsabilidad de los gobiernos¡

Venecia impuso una tasa para entrar en la ciudad de los canales cuando las cifras de visitantes se desbordan, los datos demuestran que el impuesto de visita no ha reducido los turistas, en todo caso ha servido para llenar las arcas del ayuntamiento veneciano.

Aquellas ciudades donde el turismo no existe, como Detroit, el centro se ha desertizado

Los turistofóbicos argumentan que en Venecia no quedan ferreterías y solo hay tiendas de mascaras y que eso expulsa a los venecianos de la laguna. Algo parecido alegan los barceloneses o parisinos progres sobre la presunta expulsión del centro de las ciudades de los vecinos auténticos en favor de los turistas de paso. Aquellas ciudades donde el turismo no existe, como por ejemplo Detroit, víctima de una crisis industrial, el centro se ha desertizado y el lugar de los vecinos ha sido ocupado por victimas de fentanilo.

La actividad económica, sea servicios, industrial, primaria o financiera, es más que buena, es imprescindible para que las personas tengan oportunidades. El papel de los gobiernos no es prohibirlas, es crear contextos que faciliten su desarrollo y ese contexto no se logra prohibiendo, a lo que nuestras administraciones se han abonado, si no facilitando la competencia, incentivando la calidad y garantizando servicios públicos eficientes y de calidad.

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