La divergencia española y la palanca de la productividad

La baja productividad responde a diferentes causas, como por ejemplo la deficiente incorporación de las nuevas tecnologías a los procesos productivos

La pérdida de poder adquisitivo se ha convertido en una de las principales preocupaciones sociales en España, incluso por delante del paro. Esta sensación contrasta con los buenos datos macroeconómicos como el crecimiento del PIB o el número de afiliados a la Seguridad Social.

Si bien en 2023 la renta disponible de los hogares se disparó un 6% en términos reales, un ritmo nunca visto en las tres últimas tres décadas, la mejora apenas compensó el golpe inflacionista. Los salarios reales siguieron siendo un 2,5% inferiores en el primer trimestre de 2024 respecto del cuarto trimestre de 2019. 

Foto: David Zorraquino / Europa Press

La economía española en general, y el sector de los servicios no turísticos en particular, lleva creciendo por encima de la media de la zona del euro en los últimos cuatro años. Pero este crecimiento no se explica por una mayor dotación de capital humano, inversión en capital o nivel tecnológico, sino por el mayor aumento de la población (fundamentalmente extranjera) y del empleo.  

En otras palabras, España solo crece incorporando o más mano de obra o más horas trabajadas, y no con mejoras cualitativas o de la productividad que requerirían inversión, cambios en la organización del trabajo y, en general, una mayor eficiencia productiva.

Así pues, si la renta disponible de las familias se ha incrementado en el periodo reciente, es sólo y exclusivamente porque hay más personas trabajando. Como consecuencia, la productividad del trabajo y la renta per cápita españolas se mantienen en niveles muy bajos.   

De hecho, España sigue perdiendo convergencia con sus homólogos europeos. Los niveles de productividad en los últimos años han tenido un desempeño pobre, tanto la productividad por hora —que ha crecido un 4,2% en la última década, casi la mitad del 8,1% europeo— como la productividad por ocupado —un retroceso del 1,9% desde 2018 frente al 1,3% de la Unión Europea—, según un estudio reciente del Instituto de Estudios Económicos (IEE). 

Demografía empresarial

La baja productividad responde a diferentes causas, como por ejemplo la deficiente incorporación de las nuevas tecnologías a los procesos productivos. Otro elemento importante es nuestra demografía empresarial.

Los sectores donde aumenta la productividad o la producción por trabajador, como el de las tecnologías de la información o las actividades científicas y técnicas, se caracterizan por un marcado sesgo exportador y un tamaño empresarial superior a la media nacional, estimulando las mejoras en la organización del trabajo y la eficiencia productiva.  

Por el contrario, los sectores donde no ha aumentado la productividad, como la construcción o los servicios profesionales, son aquellos con una mayor dependencia del mercado interior, y su fragmentación como consecuencia de la ingente cantidad de normas territoriales, algo que perjudica el tamaño empresarial y la eficiencia.

«Si la renta disponible de las familias se ha incrementado en el periodo reciente, es sólo y exclusivamente porque hay más personas trabajando»

Avanzar hacia la integración del mercado europeo de servicios ayudaría a reducir los déficits de productividad y poder adquisitivo que todavía lastran la economía española.  

Las carencias de inversión en activos intangibles —software, bases de datos, I+D, patentes, diseños, formación en la empresa, capital organizacional— también contribuyen a la baja productividad. Estos activos son, en gran medida, fruto de la actividad de trabajadores cualificados, de modo que están estrechamente relacionados con el empleo de capital humano.

España es uno de los países de la Eurozona con menor peso de intangibles sobre la inversión total y sobre el PIB, 16% y 3,2% respectivamente, frente al 24% y 5,3% de la zona euro (Mas y Quesada, 2019).  

Aún hay tiempo

Las expectativas en la gran oportunidad que nos ofrecían, supuestamente, los fondos Next Generation   —160.000 millones de euros disponibles para invertir en la gran transformación del modelo productivo— no se están materializando. Pero aún quedan dos años y medio para aprovecharlos. No es tarde si tenemos clara la importancia de la palanca de la productividad.

Para aumentar la productividad, es imprescindible reactivar el ciclo virtuoso de la dimensión empresarial, los activos intangibles y la internacionalización de la economía.