Yolanda Díaz y Garamendi lo llevan peor que Pimpinela
Vivir en la ignorancia es garantía de felicidad. Cuando leemos el prospecto de un medicamento nunca lo tomarías porque las advertencias de efectos secundarios son tantas que echa para atrás
Garamendi, el presidente de la CEOE, ha propuesto que los trabajadores perciban de las empresas el coste total que la misma paga y que sea el trabajador el que realice la liquidación a la seguridad social y a la agencia tributaria.
La propuesta tiene por objetivo, supongo, que los empleados que cotizan en el régimen general sean conscientes de cual es coste real que para la empresa tiene un trabajador y acabar así con la susodicha pregunta típica de una entrevista de trabajo: “¿Cuánto me queda limpio?”.
En realidad, la idea de Garamendi es aplicar en el régimen general lo que ya hacemos los autónomos, quienes tras cobrar hacemos una autoliquidación a la administración. A Yolanda Díaz la idea le ha parecido mal y lo comprendo. En cuestión fiscal sobre rendimientos del trabajo el estado es como ese presidente de comunidad de vecinos de Estepona que se puso un sueldo de 86.000 euros anuales y todo el mundo pago su parte proporcional, sin queja, durante años porque nadie tenía la información real y global de lo que el presidente de la comunidad se embolsaba.
Dijo Thatcher que “gratis no existe, es que lo paga otro”, pero la realidad es que, en el imaginario popular, no sé porque, hay la creencia de que la escuela pública es gratis, la sanidad es gratis y la pensión es una concesión graciosa del presidente del gobierno de turno. Nada de eso es verdad.
¿Se imagina usted que cuando pone gasolina el recibo estuviera desglosado entre el valor real de la gasolina y todos los impuestos que se lleva el gobierno? Quizás habría una revolución.
Los españoles, según Fundación Civismo, pagamos impuestos desde el 1 de enero hasta mediados de julio con lo cual estamos pagando colegios, que según Pisa tienen una calidad menos que mediocre, una sanidad saturada y unas infraestructuras que no funcionan (y si no que se lo pregunten a los usuarios de Cercanías) a precio de Harvard, la Ruber y el tren bala japonés, pero como, al parecer, no somos conscientes de ello, cuando nos dan algo “gratis” encima somos tan tontos que damos las gracias. En realidad, pagamos tanto que nuestra vida fiscal es como si te presentan una factura del Diverxo, pero te dan comida de un fast food.
No tener información reduce el nivel de exigencia social, que te lo den todo hecho resta valor a las cosas. Las nóminas, como los recibos del agua o la electricidad son incomprensibles, incluyen contingencias comunes -que nadie sabe que son-, desempleo, contingencias profesionales, FOGASA -otro gran desconocido- y formación profesional. La realidad es que todo el mundo se va a la última columna, en negrita y dentro de un recuadro, que indica el salario neto.
La idea de Garamendi no está mal, sin duda contribuiría a que todo el mundo fuera consciente de lo que paga y la baja calidad de lo que percibe a cambio, pero debería extenderse a muchas otras cosas. ¿Se imagina usted que cuando pone gasolina el recibo estuviera desglosado entre el valor real de la gasolina y todos los impuestos que se lleva el gobierno? Quizás habría una revolución.
Ahora que estamos en período de renta es el momento de implantar la idea de Garamendi, cuando realicemos la declaración deberíamos recibir un mail que indicara que de nuestro dinero solo se dedica, según los presupuestos del estado de 2023, el 1,5% a sanidad, el 1,1% a educación, el 0,7% a vivienda y el 0,5 a justicia. Que el dinero que nos esquilman más de 7 meses al año se usa para el bien común es una trola y una estafa.
Yolanda Díaz habla sin parar de los ricos, lo suyo es una obsesión, pero en realidad a quien saquea con su fiscalidad es a la clase media a la que ahoga hasta acercarlos a la pobreza. El INE afirma que en 2023 más de 9 millones de trabajadores han perdido poder adquisitivo, la carga fiscal y la inflación son los principales motivos, pero eso a Yolanda Díaz no le interesa que se sepa, avivar la lucha de clases y hablar del yate de Amancio Ortega. Al parecer, ella cree que le sale a cuenta dar bola a la envidia en lugar de premiar el esfuerzo.