¿Se imaginan una empresa dirigida por Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez?
El capitalismo woke o progresista se ha de comprometer y colaborar en causas como el medio ambiente, la política social, la justicia social, la inclusión social, el feminismo, la paz y cualquier otra causa aparentemente de izquierdas
La ONG Oxfam Intermón ha publicado recientemente un informe en qué se aprecia la simpatía por la empresa utópica y el capitalismo woke. Un informe que coincide con el espíritu del acuerdo firmado por Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez para reducir la jornada laboral. Muchos de ustedes se preguntarán qué es eso de la empresa utópica y el capitalismo woke y qué tiene que ver todo ello con Oxfam Intermón y el trío teledirigido por Yolanda Díaz.
La respuesta a la primera pregunta la encontrarán en Friedrich Engels y la respuesta a la segunda la tienen ustedes en el trabajo de Carl Rhodes –profesor de Estudios de Organización en la Universidad de Tecnología de Sydney– titulado Woke Capitalism. How Corporate Moralit Is Sabotaging Democracy (2021), que podríamos traducir como Capitalismo progresista. Cómo la moral corporativa está saboteando la democracia. Vayamos por partes.
La fantasiosa empresa utópica
Si Friedrich Engels –el compañero de ideas y fatigas de Karl Marx- habla de un socialismo utópico que no se limita a reivindicar la igualdad de derechos políticos y exige unas condiciones sociales iguales; la empresa utópica de ayer y hoy –a la manera Henri Saint-Simon, Charles Fourier o Robert Owen- reivindica la supresión de las diferencias de clase.
Un utopismo de empresa que –dice- pretende instaurar el reino de la razón y la justicia así como un sistema nuevo y más perfecto de orden social.
Un utopismo que reaparece periódicamente y al cual se rinde culto. Unos sistemas sociales –concluye Friedrich Engels- que “cuanto más detallados y minuciosos fueran, más tenían que degenerar en puras fantasías” (Del socialismo utópico al socialismo científico, 1880). Y en eso estamos todavía hoy.
El capitalismo ‘woke’ norteamericano
La cosa surge en unos Estados Unidos extremadamente creativos. Resulta que en 1953, el economista Howard Bowen predicaba que las grandes empresas deberían aceptar que sus negocios no solo afectaban a sus accionistas, empleados y clientes, sino también a la sociedad en su conjunto.
El capitalismo, de una u otra manera, debía ser progresista. No se trata de derribar el capitalismo, sino de remarcar su responsabilidad social. El capitalismo woke o progresista se ha de comprometer y colaborar en causas como el medio ambiente, la política social, la justicia social, la inclusión social, el feminismo, la paz y cualquier otra causa aparentemente de izquierdas.
No puede ser, dice Carl Rhodes. Eso es una amenaza social y una amenaza a la democracia. Amenaza social, porque evidencia la hipocresía y egoísmo del capitalismo progresista que apuesta por causas de las cuales obtendría algunos beneficios de índole diversa. Amenaza a la democracia, porque el capitalismo progresista es pernicioso al regular las empresas: se ponen en peligro las libertades esenciales y se limita el espíritu de empresa.
Oxfam Intermón se queja
En el informe Huella en las desigualdades de las grandes empresas españolas –existe una versión divulgativa titulada Las grandes empresas contribuyen a ampliar las desigualdades priorizando el reparto de dividendos frente a los salarios o los compromisos ambientales, ambas publicadas en diciembre de 2024-, Oxfam Intermón se queja. Como siempre.
Oxfam Intermón ofrece datos: en el 58% de las empresas analizadas la distancia entre el sueldo más alto y el medio es superior a 50 veces. Otro dato: durante 2023, las empresas analizadas pagaron un total de 29.000 millones de euros a sus accionistas.
El Producto Interior Bruto, como los excedentes empresariales de 2023, triplican las cifras de 1995 sin que la estructura de desigualdad se haya modificado. Los incrementos sostenidos de beneficios que experimentan las empresas están lejos de beneficiar por igual a todas las personas que contribuyen a generarlos.
«Si Friedrich Engels habla de un socialismo utópico que no se limita a reivindicar la igualdad de derechos políticos y exige unas condicione sociales iguales, la empresa utópica de ayer y hoy reivindica la supresión de las diferencias de clase»
Preguntas: ¿qué tiene de malo la distancia salarial si el Ejecutivo genera negocio, riqueza y trabajo? ¿Qué tiene de malo que los accionistas –previa inversión más o menos arriesgada- reciban suculentos beneficios? ¿Quizá la permanencia de la estructura de desigualdad obedece a una productividad baja, al abstencionismo laboral, a la inseguridad jurídica que desaconseja ciertas prácticas, a una economía dopada que depende en exceso del turismo o a unos impuestos inclementes?
¿Por qué los incrementos sostenidos de beneficios han de beneficiar por igual a todas las personas que contribuyen a generarlos? Más: sin beneficios no hay empresa ni puestos de trabajo.
Oxfam Intermón se queja: “La actividad económica bajo el modelo productivo actual no sólo no consigue reducir los altos niveles de desigualdad existentes, sino que más bien parece contribuir a que la desigualdad aumente y se cronifique”. De lo cual podría deducirse que deberíamos cambiar “el modo productivo actual”. ¿Qué modelo?
Oxfam Intermón tiene una propuesta
Oxfam Intermón responde: “para poder avanzar en sociedades más justas, atender la emergencia climática y poner freno a las desigualdades, resulta imprescindible dejar atrás un modelo empresarial obsesionado por maximizar la rentabilidad en el corto plazo para contentar a los mercados, dejando de lado los impactos sociales y ambientales de su actividad, así como el bienestar de las personas”.
Preguntas: ¿somos conscientes de lo que pasaría si dejáramos atrás el modelo empresarial vigente en beneficio de otro no obsesionado en la rentabilidad a corto? ¿Somos conscientes de lo que ocurriría con un mercado descontento? ¿Hay otro modelo empresarial distinto que participe/ayude –en beneficio propio, claro está- en el asunto de la sostenibilidad? ¿Acaso el beneficio propio no acaba siendo también –mayor o menor medida- un beneficio general?
Sostiene Oxfam Intermón que “las grandes empresas también son responsables y necesitan tomar medidas de manera urgente”. ¿Qué propuesta? Resumo: es necesario iniciar una reforma hacia una gobernanza empresarial más inclusiva que priorice la sostenibilidad, la equidad y la participación activa de las personas trabajadoras en la toma de decisiones, el reparto de los beneficios y los órganos de dirección.
Más: hay que reducir tanto las desigualdades salariales como la brecha de género, la flexibilización de horarios y la reducción progresiva de jornadas, junto a políticas laborales que integren una perspectiva de cuidados. Vaya.
Cunde el pánico
La retórica de la empresa utópica y el capitalismo woke se dan la mano y reaparece la “pura fantasía” que critica Friedrich Engels. Y en eso –casualidad- que Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez, sin el consenso del empresariado –ni del Gobierno, por cierto- , firman un acuerdo de reducción de la jornada laboral.
Y quien escribe este artículo se formula la siguiente pregunta: ¿acaso la “gobernanza empresarial más inclusiva” implica la colaboración del gobierno progresista y los sindicatos de clase en la dirección y administración empresarial? A ver, ¿Se imaginan una empresa dirigida por Yolanda Díaz, Unai Sordo y Pepe Álvarez? Pánico me da.