Desigualdad de oportunidades: el papel del territorio en la movilidad social
Recientes investigaciones han revelado diferencias sustanciales en la movilidad intergeneracional entre barrios, en países de todo el mundo
La familia de origen y las condiciones generales del sistema educativo y del mercado laboral condicionan las oportunidades vitales de los individuos. En artículos anteriores, he discutido cómo las políticas educativas y de apoyo a la primera infancia pueden incidir en la movilidad social. Sin embargo, existe un tercer factor que recientemente se ha puesto de relieve: las características del territorio. El lugar donde uno crece también desempeña un papel crucial en determinar el futuro económico de las personas.
Recientes investigaciones han revelado diferencias sustanciales en la movilidad intergeneracional entre barrios, en países de todo el mundo. En algunos barrios, los niños de familias de bajos ingresos crecen para unirse a la clase media (o incluso alcanzar ingresos superiores), mientras que, en otras áreas cercanas, los niños de entornos comparables tienen más probabilidades de permanecer atrapados en la pobreza. El Atlas de Oportunidades de la Universidad de Harvard muestra que existe una relación causal entre las características del territorio en el que se crían las personas (entendido a escala de barrio) y sus oportunidades económicas posteriores como adultos. Sin embargo, aún no está claro qué factores impulsan estas diferencias.
En un estudio reciente (Cholli et al 2024), economistas de las universidades de Cornell y Chicago han examinado las fuentes de variación en la movilidad intergeneracional en Dinamarca a nivel de barrio utilizando datos administrativos. Los autores distinguen entre dos impulsores de la movilidad: la selección (donde las características de las familias que eligen vivir en un barrio concreto contribuyen a la variación en la movilidad ascendente) y los efectos de la ubicación (la variación restante que no se explica por la selección). Estos hallazgos sugieren que la variación en la movilidad intergeneracional se debe tanto a las familias como a las características de los barrios mismos.
Después de ajustar por la selección, las áreas urbanas, que inicialmente parecían tener baja movilidad, muestran una mayor movilidad social. Lo contrario ocurre en las áreas rurales. Esto sugiere que la baja movilidad a menudo vinculada a los barrios urbanos se debe principalmente a las características de las familias que viven allí, más que a los propios barrios.
Además, los autores investigan cómo las características del barrio, como la calidad de las escuelas, la estructura del mercado laboral y si un área es rural o urbana, influyen en los efectos de la ubicación. Encuentran que factores previamente asociados con la movilidad, como el valor promedio de las viviendas, pierden significancia después de tener en cuenta la selección. En cambio, el factor más crítico para predecir las diferencias en la movilidad es si un área es rural o urbana. Esto sugiere que, como mínimo en Dinamarca, el principal impulsor de las diferencias en movilidad intergeneracional son los servicios y oportunidades disponibles en las áreas urbanas versus rurales.
En España, la región con mayor nivel de movilidad intergeneracional es Cataluña, mientras que Andalucía y Canarias se encuentran a la cola en este ranking regional. Además, existe una asociación positiva entre dejar la provincia de origen y los resultados económicos de esos hijos. Independientemente de la renta de los padres, los hijos que se mudan a otra provincia terminan, en promedio, en un percentil más alto que los que se quedan. Las únicas excepciones son Madrid y Barcelona, ya que, al ser los principales centros económicos, mudarse a otros lugares implica acceder a entornos con menores oportunidades de ascenso social.
Una conclusión lógica de estos trabajos sería implementar políticas públicas que favorecen mudarse a regiones con mayores oportunidades, pero esto plantea un dilema sustancial: no podemos pretender que la reactivación del ascensor económico pase simplemente por esperar que todo el mundo se mude a Madrid o a Barcelona. Esto es problemático por dos motivos. Primero, existe un límite poblacional y geográfico a los efectos positivos de aglomeración en términos de movilidad intergeneracional de los que gozan las ciudades. Si las ciudades crecen de manera excesiva, las oportunidades que estas ofrecen disminuyen marginalmente para los nuevos habitantes debido, entre otros factores, a la mayor saturación del mercado laboral, los mayores tiempos de desplazamiento a los centros de actividades económicas y los mayores precios de la vivienda. Segundo, este tipo de políticas favorecen el incremento de la desigualdad regional, ignorando a aquellos territorios “olvidados” (a menudo rurales), los cuales muchos jóvenes abandonan para mudarse a lugares más prósperos.
Por ello, los esfuerzos en términos de diseño de políticas públicas deberían concentrarse en invertir de manera eficiente en los factores que aumentan la movilidad intergeneracional en esos territorios, reactivando el ascensor social de manera cohesionada, equilibrando el desarrollo regional y manteniendo la estabilidad política. Las políticas que fomenten la igualdad de oportunidades deben estar focalizadas territorialmente por municipio y por barrio, y además ser multisectoriales: educación, capital relacional, vivienda, mercado de trabajo, servicios, complejidad o sofisticación industrial y tecnológica, etc.
La igualdad de oportunidades ha sido y es bandera de numerosas ideologías y movimientos, pero está realmente ausente del debate público contemporáneo y de las políticas públicas que se implementan. Tener una sociedad con un alto nivel de movilidad social es fundamental no solo por motivos de justicia y estabilidad política, sino también en términos de eficiencia económica. La falta de oportunidades para los hijos de familias desfavorecidas nos impide aprovechar el máximo talento posible, lo que perjudica en última instancia nuestra capacidad innovadora y ralentiza el crecimiento económico.