El deseo como criterio de la violencia sexual  

"En nuestro presente, el deseo estaría ganando la partida al consentimiento. El protagonista de los discursos de la sexualidad sería el deseo. Tan es así que, hoy, lo que se expresaría o acordaría sería un deseo que sustituiría al consentimiento"

El caso Errejón, así como el juicio que se aproxima del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol Luis Rubiales, han puesto de actualidad, de nuevo, el asunto del ‘del no es no’ y el ‘solo sí es sí’. Es decir, el consentimiento, o no, del toque, el roce o el acto sexual.

Un asunto que ha generado miles de páginas y cientos de títulos. Para sumergirse razonablemente en el tema –el razonamiento lógico como método- se recomienda el ensayo de Clara Serra titulado ‘El sentido de consentir (2024)’. 

deseo / violencia sexual
El exdiputado de Sumar Iñigo Errejón. Foto: A. Pérez Meca / Europa Press 26/9/2024

De qué hablamos cuando hablamos de consentimiento  

Un asunto de extrema complejidad si tenemos en cuenta que, como afirma nuestra autora en algunos artículos, el consentimiento sí tiene «líneas borrosas y terrenos grises” y no siempre está claro “cuando alguien consiente o no”. En definitiva, el respeto del consentimiento no es sencillo.      

El consentir -¿qué es el consentir?, ¿cuál es su alcance?, ¿cuál es su límite?, ¿cuáles son sus condiciones?, ¿cómo administrarlo?- es un elemento fundamental de los diversos feminismos que se enfrentan a las agresiones que padece la mujer. De hecho, el consentimiento ha devenido un campo de batalla entre feminismos y políticas feministas.  

El consentimiento silencioso y el consentimiento silenciado     

El ‘no es no’ es/ha sido el lema del feminismo que establece que la mujer puede retirar el consentimiento y que esa negativa ha de ser absolutamente y totalmente respetada. Un ‘no es no’ que es una conquista de la mujer y una lección al hombre que ha de aprender a acatar la voluntad de las mujeres. Un ‘no es no’ que hace a la mujer más libre y al hombre más respetuoso e, incluso, más civilizado.  

Ocurre –señala nuestra ensayista- que el sexo no es únicamente un campo de amenazas, sino que está atravesado de zonas oscuras, presiones, equívocos y malentendidos. ¿Las mujeres trabajadoras o las estudiantes tienen suficiente capacidad de consentimiento o resistencia para rechazar la invitación sexual de un jefe o profesor que puede despedirlas o suspenderlas?

«El consentimiento ha devenido un campo de batalla entre feminismos y políticas feministas»

Clara Serra: “en efecto, existen espacios en los que una fuerte jerarquía institucional vuelve el acoso sexual más flexible”. De lo cual se deduce la existencia de violaciones silenciosas y violaciones “consentidas”.   

El consentimiento afirmativo  

La escasa eficacia del ‘no es no’ abre la puerta del ‘sólo sí es sí’.  De ahí, que surja el consentimiento afirmativo.                 

Según nuestra ensayista, el ‘sólo sí es sí’ –producto de un imaginario sexual colonizado por el peligro y el miedo- conduce a un escenario en el que, «en ausencia de un sí explícito, hay que presumir de manera universal sistemática la negativa de las mujeres».

En otros términos, el ‘sólo sí es sí’ es una “extensión del campo del no”. Como ejemplo, la autora saca colación un texto extraído de un ensayo de la jurista y feminista norteamericana Catharine MacKinnon: “si se puede obligar a una mujer a chupar el pene de un empleador para conservar su empleo… es de suponer que le puede obligar a decir que sí o a firmar un contrato. La pornografía está llena de síes”.  

El ‘no es no’ versus el ‘sólo sí es sí’ 

¿Quién gana la batalla de los consentimientos? ¿La posibilidad de declarar o exteriorizar una negativa o la exigencia o requerimiento de una afirmación? Clara Serra, a pesar de que el consentimiento está viciado de facto, apuesta por el “no es no”.

Y es que –un ejercicio impecable de lógica aristotélica- la validez y autenticidad del sí depende de la probabilidad del no. Sin la probabilidad del no, el sí queda excluido o invalidado por definición. Por lo demás –entra en juego el aspecto penal de la cuestión-, en un juicio se defiende mejor a la mujer violada, o sexualmente agredida o intimidada, con un ‘no’ que con un ‘sí’ de significado confuso.    

Así las cosas, Clara Serra se pregunta la razón por la cual se margina el criterio ‘no es no’. La respuesta: “un modo de volver a moralizar la sexualidad”. O de regularla a costa de la libertad sexual de las mujeres “invalidando nuestra voluntad y santificando nuestro deseo”.   

La varita mágica no existe 

El consentimiento no es una varita mágica y tiene sus límites. El consentimiento no es omnipotente. El consentimiento no deja de ser una herramienta jurídica.

Cosa que no implica su invalidación por decreto. El consentimiento –señala Clara Serra- “ha de servir para delimitar la violencia, no para salvarnos de todo riesgo. Ni mucho menos para, en nombre de nuestra protección, protegernos del riesgo de nuestros deseos”.   

Aparece el deseo de la mujer  

Clara Serra detecta que en nuestro presente el deseo estaría ganando la partida al consentimiento. El protagonista de los discursos de la sexualidad sería el deseo. Tan es así que, hoy, lo que se expresaría o acordaría sería un deseo que sustituiría al consentimiento.

De ahí, las fotos sexuales “no deseadas”, o  los “besos no deseados”, o los “tocamientos no deseados” y así sucesivamente. Un “no deseado” que implicaría o conllevaría una forma de agresión y de violencia sexual. El deseo como criterio –incluso jurídico- de la violencia sexual.  

«El consentimiento no es omnipotente. El consentimiento no deja de ser una herramienta jurídica»

Una pregunta: ¿la mujer siempre conoce lo que desea? Otra pregunta: ¿acaso el deseo de la mujer no puede ser tan agresivo como el del hombre? Otra más: ¿quizá se busque –como dice Clara Serra- que “deseemos bien”?  

La cuestión: ¿cómo saber lo que desean las mujeres? No se preocupen, la web de la ONU y algunas legislaciones hablan ya del “consentimiento entusiasta”. La suma del consentimiento y el deseo sería la manifestación del ‘sólo sí es sí’. Clara Serra:  “sostener que el deseo o el sexo deseado ha de ser el criterio fundamental con el que distinguimos lo que es una violación de lo que no lo es, es una manera de exigir la santidad de nuestro deseo”. 

No hay que pensar el sexo como un campo lleno de peligros  

Como se dijo al inicio de estas líneas, Clara Serra razona. La autora advierte también que no es conveniente pensar el sexo como un campo lleno de peligros. Por dos razones: porque, ello deja a la mujer sin herramientas para proceder a la crítica del machismo sin convocar constantemente la intervención judicial y penal; porque, elimina la posibilidad de que la mujer emprenda un combate cultural contra el sexismo sin ver delitos por doquier.

La autora añade que no se puede confundir cualquier mínima desigualdad de poder con una fuerza que anula la voluntad de la mujer. Concluye: “pensar la sexualidad como si las mujeres estuviéramos siempre en situación de peligro consolida la tradicional imagen femenina de fragilidad y acaba reproduciendo el lugar  que el patriarcado siempre ha asignado a las mujeres”.