La democracia española, en manos de WhatsApp y Google
Google y WhatsApp confirman a la UCO que conservan los mensajes y correos que Álvaro García Ortiz borró el mismo día que el Supremo lo encausó por revelación de secretos
España comienza a dar señales preocupantes de desgaste democrático. Son los síntomas de deterioro que anuncian que algo no va bien. El día menos pensado intentaremos movernos con la misma libertad de los últimos años y descubriremos que no somos capaces. Nos sentiremos como el batracio en el principio de la «rana hervida». Ya saben: el agua se va calentando poco a poco sin que el bicho reaccione y, para cuando quiere hacerlo, el agua ya está hirviendo y él, cocido. A nosotros nos falta muy poco para alcanzar la ebullición. La señal de que no hay vuelta atrás será que Pedro Sánchez llegue con su gobierno a 2027, porque eso querrá decir que nuestro reino, el de España, ya no será de este mundo.
El desguace institucional que llevan a cabo los independentistas, con la imprescindible complicidad de la izquierda en el Gobierno, alcanza ya a muchos organismos del Estado. La lista es cada vez más larga: desde RTVE, el CIS y otros medios públicos, hasta el Tribunal Constitucional o la Fiscalía General. Todos ellos están secuestrados e inutilizados para cualquier objetivo que no sea ponerse al servicio del Gobierno y sus intereses. La duda es si, terminado el mandato de Pedro Sánchez, quedará alguien en esas instituciones con capacidad de regenerarse para la vida pública y el servicio a la sociedad.
Porque, lejos de enfriarse, la temperatura del agua de nuestra rana —es decir, de nosotros— sigue subiendo. Lo siguiente parece que será prescindir del Parlamento y aumentar el gasto en Defensa sin que haya debate ni información de ninguna clase. Es la arrogancia de quien cree que gobernar es un monólogo y que puede trampear para evitar que se visualice un Gobierno dividido, partido en dos, que ni gobierna ni es capaz de sacar unos presupuestos adelante. Pero eso no le impide seguir en su endiablada huida hacia adelante, que no es otra que la ruta hacia la confederación que le marcan los nacionalismos radicales y los más recalcitrantes republicanos, que anhelan poner fin a la monarquía y, por extensión, al modelo que nos hemos dado como nación.
La indolencia, la frustración y el pesimismo se han adueñado de una buena parte de nuestra sociedad, que contempla impotente cómo Pedro Sánchez entrega competencias propias del Estado al independentismo solo por seguir en la Moncloa. Muchos esperan que esa parte de la Justicia que aún se mantiene independiente acabe con este “vía crucis” que tanto desgaste ejerce sobre las instituciones del país.
La indolencia, la frustración y el pesimismo se han adueñado de una buena parte de nuestra sociedad
El caso del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, pasará a la historia. Y posiblemente Pedro Sánchez con él. No es para menos: Google y WhatsApp han confirmado a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que conservan los mensajes y correos que él, con esa habilidad tan suya para el borrado exprés, hizo desaparecer el mismo día en que el Tribunal Supremo lo encausó por revelación de secretos. El 16 de octubre de 2024, mientras el Supremo afilaba el lápiz, García Ortiz pulsaba «eliminar» como si su vida dependiera de ello. Dos veces, para asegurarse. Y ahora, esas dos tecnológicas, que saben más de nosotros que nosotros mismos, pueden hacer sudar tinta china a los inquilinos de la Moncloa.
Si los mensajes revelan que García Ortiz actuó como ariete político, la oposición tendrá un poco más cerca la caída de Pedro Sánchez y la convocatoria de elecciones. No dejaría de ser irónico que un Gobierno que presume de transparencia acabe atrapado por la opacidad de su propio fiscal general y que un presidente que quiere armarse para lucir mejor en Bruselas termine víctima de lo que WhatsApp y Google revelen y dejen caer en la UCO como si fueran bombas de racimo.