Cuanto más triunfa el independentismo, más se hunde Cataluña
El momento de máximo esplendor que vive hoy el independentismo coincide con una catarata de datos que ponen de manifiesto el irremisible declinar de Cataluña.
Sánchez pasó esta semana por Barcelona para rendir pleitesía a ERC. Desde la Carrera de San Jerónimo, Míriam Nogueras, muy venida arriba, señalaba a jueces desde la tribuna parlamentaria. Nunca el separatismo catalán tuvo tanto poder, jamás soñaron con tener cogido por donde más duele a un presidente del Gobierno y que este despedazara el estado a demanda cacho a cacho hasta poner al país en jaque.
El momento de máximo esplendor que vive hoy el independentismo coincide con una catarata de datos que ponen de manifiesto el irremisible declinar de Cataluña. Podría darse la circunstancia que ambas la coexistencia de ambas realidades, el inmenso poder político independentista y el ocaso económico catalán, fuera una mera coincidencia, pero no es así, están íntimamente y directamente relacionadas. A más nacionalismo, más pobreza.
Mientras Nogueras lucia, obscenamente, su poder desde la tribuna parlamentaria amenazando a jueces el Informe de competitividad del Consejo de Economistas que mide la productividad, infraestructuras, entorno institucional e innovación, colocaba a Cataluña como cuarta comunidad española debida, entre otras cosas, a un entorno institucional considerado por el informe de nivel medio-bajo. No hace tanto Cataluña lideraba ese ranking, donde ahora se ha visto superada por la Comunidad de Madrid, el País Vasco y Navarra.
Casi de forma simultánea a que Aragonés y Sánchez pasaran revista a los Mossos en el palacio de la Generalitat, como si un encuentro internacional bilateral se tratará, se hacían públicos los datos territorializados del Ministerio de industria sobre captación de inversión exterior que relegan a Cataluña a la tercera posición, por detrás de la Comunidad Valenciana y de nuevo de la Comunidad de Madrid. En definitiva, por cada euro que se invierte desde el exterior en Cataluña llegan cinco a Madrid. El peso de la inversión extranjera en Cataluña ha pasado del 18,2% del total nacional antes del golpe de 2017 al 11,3% de hoy. En el mismo periodo, Madrid ha pasado del 53,9% al 68,2%. Nada es casual, el independentismo y sus consecuencias es el porqué.
En el mismo periodo, Madrid ha pasado del 53,9% al 68,2%
Durante la semana que ahora termina, la Generalitat ha dedicado sus esfuerzos en desacreditar a una comisión del Parlamento europeo de visita en Cataluña para analizar los efectos de la inmersión lingüística. Mientras la dedicación del gobierno separatista catalán se centraba en insultar, mentir y tratar de impedir el contacto de la comunidad educativa con los eurodiputados para que estos no vieran la verdad, hemos conocido los datos del PIB per cápita. En 2014, año del primer referéndum de independencia, Madrid y Cataluña suponían cada una el 18,9% de la economía nacional, hoy Madrid alcanza el 19,4% y Cataluña se estancó en el 18,9. Dos referéndums después y tantas energías mal dirigidas han llevado a que Cataluña abandone la cabeza de un ranking que hasta entonces había liderado siempre.
Mientras Sánchez anunciaba que un día de estos se desplazaría a algún lugar de Europa a rendir homenaje a Puigdemont, el Instituto Nacional de Estadística INE, publicó que desde 2010 Madrid ha crecido de media 1,5 puntos anuales por 0,8 Cataluña. En España Madrid y el País Vasco tienen un PIB per cápita por encima de la media de la UE, Cataluña no.
Los efectos del gobierno nacionalista no dejan margen a la duda, la diferencia entre Barcelona y Madrid en PIB per cápita en 2006 era de 3.868 € hoy es de 5.885, la brecha ha crecido 2.000 € per cápita. Tras la pandemia la renta per cápita de Madrid ha crecido en 2.229 €, la catalana solo 1.236 €. Madrid es la tercera comunidad autónoma en crecimiento de PIB per cápita, Cataluña la penúltima.
El separatismo lleva cinco años siendo decisivo en Madrid, el cuento de que las desgracias catalanas son culpa de otros ya no cuela. Tantas evidencias no son un síntoma de decadencia, son un diagnóstico inequívoco y el mal es evidente: el nacionalismo es decadencia y esa decadencia no distinguirá entre catalanes nacionalistas y no nacionalista, es una lacra que arrastrará a todos los catalanes sin distinción.
El mejor deseo que podemos tener para esta Navidad y el año nuevo, además de salud y buen ánimo, es quitarnos de encima el nacionalismo y la mejor forma de hacerlo es ser activos en combatirlo. Nos va el futuro en ello, a los catalanes y a todos los españoles.