Controlemos el relato
La desinformación corporativa se ha convertido en una amenaza y en una preocupación creciente para empresas de todo el mundo
Vivimos tiempos complejos e inciertos en los que se confunden los textos de opinión con el periodismo basado en datos. El periodismo es el relato y el relato funciona cuando se ajusta a la realidad, cuando hay una dialéctica auténtica con la realidad.
En este contexto, hay una cosa que caracteriza a nuestra sociedad: la transmisión continua de opiniones y de informaciones. O sea: o cuentas tú tu historia o vendrá otro a contarla por ti.
La desinformación corporativa se ha convertido en una amenaza y en una preocupación creciente para empresas de todo el mundo. Según un informe de la Universidad de Baltimore, las empresas pierden 78 mil millones de dólares anuales por el impacto de la desinformación.
¿Qué consecuencias tiene la desinformación para las empresas? Según un informe de Deloitte, además de la pérdida de clientes y la disminución de las ventas, existen otros graves desafíos: una reputación dañada: la percepción pública puede tardar años en recuperarse incluso si se demuestra la falsedad de la información.
Consecuencias de la desconfianza ciudadana
La pérdida de la confianza pública: la desinformación puede aumentar la desconfianza de los ciudadanos originando una pérdida de credibilidad. También puede tener un impacto en el mercado de valores. Para empresas cotizadas la desinformación puede provocar caídas drásticas en el precio de la acción.
A eso hay que sumar la complejidad que conlleva luchar contra la desinformación e identificar a los responsables del origen de las noticias falsas para contrarrestar y, por último, el efecto que la desinformación puede tener sobre los empleados y su motivación para trabajar y permanecer en la empresa.
«La percepción pública puede tardar años en recuperarse incluso si se demuestra la falsedad de la información»
A todo esto, hay que añadir una nueva y grave amenaza para las compañías: la inteligencia artificial y el uso de deepfakes que facilita manipular audios y vídeos de forma muy verosímil.
Un ejemplo reciente lo vimos cuando comenzaron a circular vídeos del presidente de Repsol, Antonio Brufau, instando a invertir en una plataforma de criptomonedas. Se trataba de un deepfake que había usado las imágenes de una entrevista anterior para alterar su discurso.
¿Cómo podemos contrarrestar la amenaza de la desinformación?
El empresario y su empresa deben ser proactivos, por tanto, no pueden estar esperando a que llegue un tercero a ocuparse de su reputación y su marca. Deben ser ellos mismos con determinación y asignando recursos los que tomen en timón de su propio relato.
Para combatir la desinformación empresarial hacen falta plataformas de verificación; regulación y alfabetización mediática pero lo esencial es que sean los decisores de las compañías los que entiendan la grave amenaza que representa la desinformación y adopten una postura de combate.
Ya sea de forma interna o externalizada deben apostar por equipos profesionales de comunicación que velen de forma permanente por salvaguardar su reputación y su imagen. Cada empresa y cada empresario deberán llevar con mano firme el timón de su propio relato; no vaya a ser que llegue un tercero y cuente su versión de nuestra historia.