¿Contrataría a una trabajadora del hogar?
Quien contrate a una trabajadora del hogar será examinado para evaluar los riesgos –seguridad y salud- a los que podría estar sometida dicha trabajadora
La izquierda populista no aprende la lección y se empeña –forma parte de su ADN- en liberar a los oprimidos del planeta. Especialmente, a las oprimidas. Una izquierda que es incapaz de aceptar que, con frecuencia, dichas políticas autodenominadas liberadoras son perjudiciales para alcanzar el objetivo deseado. La izquierda populista –que se nutre de la ilusión, la fantasía y el odio a la derecha y al Sistema- no entiende la realidad en que vive.
Un par de ejemplos recientes: la ley del “sí es sí”, que en lugar de proteger a la mujer agredida, reduce el castigo y pone en libertad a una parte de los agresores; la ley de la vivienda, que en lugar de aumentar y abaratar el mercado del alquiler, lo disminuye y encarece. La ignorancia -también, la prepotencia de la izquierda-, decíamos antes.
Otra ley progresista de la factoría Sumar
Ahora, según avanzaba Susana Alcelay (La empleada del hogar tendrá protocolo antiacoso y deberá recibir formación, Abc, 26/3/2024), Yolanda Díaz, la todavía ministra de Trabajo, tiene en cartera una ley -por mejor decir, una modificación de ley- sobre las trabajadoras del hogar. Una ley que el Consejo de Ministros, como no podía ser de otra manera tratándose de un gobierno progresista que tiene prisa y no está dispuesto a escuchar a nadie porque todo lo que hace es “impecable”, tramitaría como Real Decreto Ley.
El motivo de la ley: una cuestión de “justicia social al ser una profesión altamente feminizada”. ¿Se implementaría dicha ley si la profesión no estuviera feminizada?
(Entre paréntesis: el empeño y urgencia de la todavía ministra quizá tenga que ver con un partido o coalición dividido y descontrolado que necesita marcar perfil si tenemos en cuenta que Sumar se diluye, que Izquierda Unida quiere independizarse de la coalición, que Podemos le está capturando votos y que Pedro Sánchez se aprovechó de Yolanda Díaz– las elecciones del 23J- para después abandonarla. ¿El último suspiro político de Yolanda Díaz?).
Evaluación, equipaje, formación, chequeo médico y prevención de las trabajadoras del hogar
Quien contrate a una trabajadora del hogar será examinado para evaluar los riesgos –seguridad y salud- a los que podría estar sometida dicha trabajadora.
Unas trabajadoras que recibirán equipos de trabajo apropiados y adaptados a sus medidas; que tendrán derecho a recibir una formación adecuada en materia de prevención laboral dentro del horario laboral y, si ello no fuera posible, se compensaría a la empleada con un descanso equivalente a las horas de formación; que igualmente tendrán derecho a chequeos médicos para vigilar su estado de salud. Adivinen quién paga.
«La izquierda populista – que se nutre de la ilusión, la fantasía y el odio a la derecha y al Sistema- no entiende la realidad en que vive»
Más allá de los riesgos laborales, se tomarán medidas de prevención contra la violencia y el acoso sexual teniendo en cuenta la identidad, expresión y orientación de género. Al respecto, un detalle que retener: el abandono del hogar de trabajo por violencia o acoso “no podrá considerarse dimisión, ni podrá ser causa de despido, sin perjuicio de la posibilidad de la persona trabajadora de solicitar la extinción del contrato”.
Quizá por ello –un asunto delicado y a veces difícil de valorar, ya que podría interpretarse como absentismo laboral-, el Instituto Nacional de la Seguridad Social elaborará un protocolo de actuación.
Obligaciones sin deberes
A falta del texto definitivo de la ley de Yolanda Díaz, que señala los deberes del contratante o empleador de las trabajadoras del hogar, así como los derechos de dichas trabajadoras, uno se pregunta si esta ley señalará también los derechos de los contratantes o empleadores y las obligaciones de las contratadas. Y de los contratados –que también los hay-, por supuesto.
Soluciones alternativas
La cuestión es la siguiente: con esta ley, ¿usted contrataría o emplearía a una trabajadora del hogar sabiendo que será evaluado psicosocialmente, que deberá equipar a medida a la empleada, que tendrá que formarla dentro de la jornada laboral y chequear su estado de salud?
¿Contrataría o emplearía a una trabajadora del hogar sabiendo que “el coste de las medidas relativas a la seguridad y salud en el trabajo no deberán recaer en modo alguno sobre las personas trabajadoras”? ¿La contrataría o emplearía con un Salario Mínimo Interprofesional siempre en alza? ¿La contrataría o emplearía en un marco –probablemente- de inseguridad jurídica?
Se lo pensaría con calma y, finalmente, optaría –asumiendo el riesgo que ello implica- por soluciones alternativas. Llámenle picaresca o llámenle ajustes presupuestarios. Hay estudios que apuntan a la economía sumergida o a sustituir el contrato de una trabajadora del hogar por el de una cuidadora no profesional de personas dependientes.
Una manera de ahorrar costes adicionales y evitar evaluaciones personales, equipajes, formación y chequeos médicos. También, apuntan a recortar la jornada laboral para eludir la inflación y el SMI. Pero, nadie le libraría de cotizar –el Estado lo bonifica en parte, cierto- el desempleo y de abonar el impuesto de equidad intergeneracional de la UE.
La contrarrevolución doméstica de la izquierda populista
Las trabajadoras del hogar son víctimas de la ideología, ceguera y cerrazón de un autodenominado progresismo que, queriéndolas ayudar, las perjudica. Cosa que tiene su traducción numérica: la afiliación a la Seguridad Social de empleadas del hogar era en 2015 de 428.600 personas y en 2023 de 372.117 personas (fuente Ministerio de Seguridad Social). Un descenso de 56.483 personas que roza el 15 %. ¿Qué puede suceder ahora cuando, además, el salario es hoy de 1323 euros brutos mensuales?
La izquierda populista –con Yolanda Díaz a la cabeza- pretende revolucionar la economía de las trabajadoras del hogar. Pero, resulta que no estamos frente a una revolución, sino ante una contrarrevolución que daña a todo el sector. A los contratantes y a las contratadas. También, los contratados.
De la fantasía a la realidad
La ley busca la “integración del principio de igualdad de trato en la política laboral con la finalidad de evitar la segregación laboral y potenciar el valor del trabajo de las mujeres, incluido el doméstico”. Una buena idea, cierto. Pero, la ley, de la fantasía al mundo real, conduce exactamente a lo contrario.
Cosa que ocurre cuando la ideología, la intransigencia y el sectarismo –de hecho, el complejo de superioridad- van más allá de la realidad. La revolución doméstica del progresismo –intervencionismo de alto voltaje y amplio alcance- condena al paro a las trabajadoras del hogar al tiempo –siguen las paradojas- que debilita el cumplimiento de la ley.