Las contraindicaciones de la amnistía
“Las contraindicaciones de la amnistía, [...] se dejarán notar a lo largo de los próximos meses. Irán manifestándose de distinta manera. No solo con movilizaciones en la calle, también con discrepancias que serán insalvables entre los socios de este nuevo Gobierno”
Hay medicamentos que sirven para calmar dolencias de todo tipo, pero que, administrados a determinados pacientes, pueden resultar nefastos. Es en esos casos cuando decimos que ha sido peor el remedio que la enfermedad. Para eso están los prospectos que informan de las incompatibilidades. Y por esos los sanitarios insisten en que no es bueno automedicarse. Lo que ha servido para una persona puede ser tremendamente dañino para otra.
La amnistía, que es lo que nos trae de cabeza estos días, sirvió en 1977 para iniciar un periodo de transición política que ha sido, dicho en todo el mundo, un ejemplo para la concordia y el reencuentro de la sociedad de un país tras 40 años de dictadura. Pero es evidente que ya no somos los mismos.
La inmensa mayoría de los especialistas en la materia, jueces, fiscales, colegios de abogados, asociaciones de juristas, profesores de Derecho, etc., coinciden en advertir de las contraindicaciones de “suministrar” amnistía en estos momentos. Lo que fue eficaz hace 46 años puede acabar a día de hoy con la salud democrática de nuestro país. Porque la España de aquella época no es la de ahora ni el cuerpo social se le parece.
Sin embargo, Pedro Sánchez trata de hacernos creer que las medidas que se adoptaron al final de la dictadura franquista son las mismas que necesitamos ahora. Insiste en que el franquismo sigue vivo en el PP y Vox para “recetar amnistía” en vena, y a eso le llama hacer de la necesidad virtud, cuando en realidad es hacer de la necesidad vicio, el vicio de un yonqui del poder.
En su investidura, Pedro Sánchez ha tenido la osadía de acusar a Núñez Feijóo de hacer el viaje inverso en política al que hizo el fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne, que pasó del franquismo a la democracia, mientras que el ahora líder del PP va de la democracia al franquismo de la mano de Vox.
Una afirmación que sirve a Sánchez para insistir en un diagnóstico equivocado y justificar la amnistía como la medida idónea para la convivencia. Y en ese sentido habría que decirle a Pedro Sánchez que con su amnistía hace también el sentido inverso al que se hizo en 1977: entonces se pasaba de una dictadura a una democracia, buscando la reconciliación; ahora se quiere pasar de una democracia a un sistema sin garantías legales rompiendo precisamente la convivencia, separando y desuniendo.
Habría que decirle a Pedro Sánchez que con su amnistía hace también el sentido inverso al que se hizo en 1977
Antes de recetar un producto, los médicos necesitan conocer las características del enfermo: su edad, sexo, parámetros vitales, etc. Es decir, debe ser un profesional de la medicina quien tome la decisión. En caso contrario, correremos el riesgo de atentar contra nuestra salud. Y estamos en esa situación.
Pedro Sánchez ha decidido que se va a automedicar por necesidad, por la imperiosa necesidad de satisfacer sus ansias de poder. No necesita la amnistía para avanzar en la estabilidad de nuestro país. Ni siquiera para calmar y reconducir el problema del secesionismo catalán. Sánchez se aplica amnistía inyectable porque es la forma de garantizarse los votos necesarios para revalidar como presidente del Gobierno.
El problema es que la dosis que se suministra y que aplica afecta a toda la sociedad española, altera de manera peligrosa la salud democrática y las constantes vitales del cuerpo legal que mayoritariamente nos hemos dado a través de la Constitución.
Es evidente que nadie en su sano juicio político aplicaría una solución al problema catalán que supusiera soliviantar a la mayoría de los españoles. Si en nombre de la convivencia catalana y del apaciguamiento de los independentistas se humilla al resto del país hasta el punto de sacarlo a la calle, es que el remedio ha acabado siendo peor que la enfermedad.
La sociedad española no tiene el cuerpo para medidas como las que anuncia el líder socialista, por eso su aplicación no se entiende más que en el marco de satisfacer un síndrome de poder insaciable.
Las contraindicaciones de la amnistía, que es la llave de esta investidura, se dejarán notar a lo largo de los próximos meses. Irán manifestándose de distinta manera. No solo con movilizaciones en la calle, también con discrepancias que serán insalvables entre los socios de este nuevo Gobierno.
Es un error utilizar un remedio que sirvió para superar una enfermedad y emplearlo ahora tratando de convencernos de que seguimos con el mismo mal. Esa receta solo se adquiere en el mercado negro del nacionalismo.