Consumismo y capitalismo, un mito navideño
Es irónico que quienes critican al capitalismo por promover el consumismo sean los mismos que sostienen que el consumo “impulsa la economía”
“Compra ahora: la conspiración consumista” dirigido por Nic Stacey, es uno de los documentales más vistos en Netflix estas Navidades. El film aborda las tácticas de manipulación psicológica utilizadas por algunas marcas, como las empresas de moda o las grandes tecnológicas, para fomentar el consumismo. El documental emplea animaciones de bombillas y zapatillas parlantes, gráficos extravagantes de paisajes urbanos inundados de objetos y una narradora llamada Sasha modelada a imagen y semejanza de asistentes digitales como Siri o Alexa.
La obra presenta un análisis provocador que, aunque bien intencionado, perpetúa un mito común: la idea de que el capitalismo inevitablemente conduce al consumismo desenfrenado. Sin embargo, una revisión más profunda de los fundamentos económicos revela que esta percepción es errónea.
Aunque suele alegarse que el motor fundamental del capitalismo es el consumo (o incluso el consumismo), este presupuesto es esencialmente incorrecto. Sin duda, el consumo es el propósito último de toda actividad humana de carácter productivo. Tanto en sociedades capitalistas como en sociedades no capitalistas producimos para consumir. Pero el rasgo distintivo del capitalismo es emplear el ahorro de los ciudadanos para transformarlo en inversión productiva, en capital.
El papel de los precios en el capitalismo
En un sistema capitalista, los precios son señales determinadas por la oferta y la demanda. Estas señales coordinan la asignación y el uso de los recursos en el mercado, incentivando a productores y consumidores a utilizar los recursos de manera más eficiente. El sistema de precios alienta a los individuos a tomar decisiones informadas y a valorar el ahorro.
Los precios en una economía capitalista no solo informan sobre la escasez de recursos, también influyen en los hábitos de consumo. Cuando los consumidores perciben que los bienes son demasiado caros, posponen su compra, valorando más el dinero que gastarían que los bienes en sí. Esta acción refleja una idea intuitiva de la economía que muchos pasan por alto: es la renuncia al consumo lo que permite el ahorro y la inversión, esenciales para acumular capital.
La paradoja keynesiana
Es irónico que quienes critican al capitalismo por promover el consumismo sean los mismos que sostienen que el consumo “impulsa la economía”. Esta es la perspectiva keynesiana, que argumenta que el consumo es la clave para una economía saludable. Sin embargo, esta visión ignora el hecho de que la producción precede al consumo y es responsable de impulsar la economía y crear riqueza.
El consumismo puede surgir de una combinación de factores culturales y gubernamentales. La falta de educación financiera contribuye a las tendencias materialistas. Además, las intervenciones gubernamentales pueden distorsionar las señales de precios del mercado. Por ejemplo, para “estimular” la economía, los gobiernos a menudo bajan artificialmente los tipos de interés, promoviendo el consumo inmediato en lugar del ahorro. Esta cultura, promovida por los medios de comunicación, el arte y el sistema educativo, refuerza la tendencia hacia el disfrute inmediato y socava la arquitectura del ahorro.
Lecciones históricas
Las sociedades capitalistas, como la victoriana en Inglaterra, nacieron entre poblaciones con una preferencia temporal muy baja. Era una sociedad puritana y frugal que pensaba a largo plazo. Esta frugalidad permitió generar el capital necesario para financiar el desarrollo industrial.
Las intervenciones gubernamentales pueden distorsionar las señales de precios del mercado
Autores como el reformador escocés Samuel Smiles promovían campañas educativas a favor del ahorro, mostrando cómo pequeños gastos podían transformarse en grandes cantidades de dinero a través del interés compuesto. Incluso, se fundaron bancos de céntimos para fomentar el ahorro entre las clases obreras, educándolas en la continencia económica.
El capitalismo no depende del consumo, sino del ahorro. Una sociedad que consume la totalidad de su renta no podría ser capitalista, ya que no tendría bienes de capital como viviendas, fábricas, infraestructuras o universidades. Es el ahorro lo que permite la producción de bienes de capital, que a su vez producen bienes de consumo futuros.
El ahorrador propio de la sociedad victoriana es un personaje mucho más típicamente capitalista que el comprador desenfrenado e impulsivo del Black Friday. Mucho más capitalista, de hecho, sería capitalizar el gasto del Black Friday y por ejemplo, destinarlo a comprar acciones de aquellas mismas empresas que fabrican y venden esos productos. El capitalismo se sustenta en el ahorro y la inversión para mejorar estructuralmente nuestros ingresos —y nuestra capacidad sostenible de consumo— en el largo plazo.