El conductismo en la Universidad de Barcelona
El Claustro de la Universidad de Barcelona aprobó una Moción de apoyo a Palestina que elevó al equipo de gobierno y al Consejo de Gobierno
La Universidad de Barcelona –por mejor decir: el Claustro, el equipo de gobierno y el Consejo de Gobierno de dicha universidad- me recuerda el conductismo o behaviorismo de J.B. Watson, el condicionamiento de Iván Pávlov y la espiral del silencio de Elisabeth Noelle-Neumann.
Una conducta a la carta
Hace más de un siglo, el psicólogo estadunidenses J.B. Watson (Conducta: una introducción a la psicología comparativa, 1914) afirmó que el medio ambiente condicionaba la conducta de las personas. Nuestro autor puso el acento en la fuerza determinante de la situación. Esto es, el estímulo o el ambiente generan respuestas concretas. En otros términos, la conducta se ve modelada por los acontecimientos que rodean al sujeto.
Quizá por eso –una consecuencia del conductismo o behaviorismo-, 59 personas del Claustro de la Universidad de Barcelona votaron a favor de la Moción de apoyo a Palestina hace unos días. Vale decir que 37 personas se abstuvieron y 23 votaron en contra.
Quizá por eso –siguen las consecuencias del conductismo o behaviorismo-, el Consejo de Gobierno de la Universidad de Barcelona aprobó también -28 votos a favor, 5 en contra y 3 abstenciones- dicha moción. En concreto –entre otras cuestiones-, aprobó romper la colaboración con la Universidad de Tel Aviv –también, los acuerdos y convenios con empresas de Israel- de manera “inmediata e indefinida” hasta que en Gaza se garantice una situación “de paz absoluta y respeto a los derechos humanos”, como pide la moción.
Una respuesta condicionada
Hace casi un siglo, el fisiólogo ruso Iván Pávlov (Los reflejos condicionados, 1927) describió el comportamiento condicionado como un aprendizaje por sustitución de estímulo. Esto es, el estímulo condicionado se ha convertido en un estímulo eficaz y provoca una respuesta condicionada.
Así como el sonido de un timbre, asociado con un plato de comida, genera un proceso de salivación; la acampada de unos estudiantes en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona, asociada con una campaña contra el Estado de Israel –no olviden los intereses electorales de Pedro Sánchez y la herencia recibida de una Ada Colau que rompió las “relaciones institucionales de la Alcaldía de Barcelona con Israel y el resto de sus instituciones oficiales” por “la violencia que sufre el pueblo palestino en un proceso de persecución que dura ya más de setenta años”-, genera ipso facto –que no me llamen “facha”- la aprobación de la Moción de apoyo a Palestina por parte de la Universidad de Barcelona.
Del manifiesto a la moción
Cierto, el mismo fenómeno ha sucedido en otras universidades españolas. Pero, la de Barcelona –acostumbrada a decir sí señor al nacionalismo catalán– ha marcado el paso. Tiene más experiencia.
Una Universidad de Barcelona acostumbrada a los manifiestos: ahí están las sentencias del Tribunal Supremo y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que fallaron contra la Universidad de Barcelona por tomar una posición favorable a los postulados del nacionalismo en el Manifiesto conjunto de las universidades catalanas en rechazo de las condenas de los presos políticos catalanes y la judicialización de la vida política (21 de octubre de 2019).
Vale decir que el rector –Joan Guàrdia: afín a la causa independentista que sigue en el cargo- hizo caso omiso a las dos sentencias que –resolvían los Altos Tribunales- establecían que el manifiesto rompía “con la neutralidad ideológica o política que se espera de una Universidad y ello supone una vulneración a la libertad ideológica y de expresión” al tiempo que rozaba el abuso de poder. Una Universidad de Barcelona que ahora pasa del manifiesto a la moción.
Por si acaso
Hace más de veinticinco años, la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann (La espiral del silencio, 1995), remitiendo a Alexis de Tocqueville, señala que “temiendo el aislamiento más que el error, aseguraban [las personas] compartir las opiniones de la mayoría”, aunque estuvieran seguras de su falsedad.
De ahí, la espiral del silencio o ese no expresar lo que uno piensa cuando va a contracorriente de lo publicado y publicitado; ese no significarse por miedo a lo que puedan pensar los otros o por temor a poner en peligro los intereses particulares, sociales o profesionales.
Por si acaso, por lo que pueda ocurrir, o por lo que me pueda ocurrir, apuesto por lo correcto y por el poder. En la Universidad de Barcelona –las pruebas están ahí- parece haberse instalado una espiral del silencio que acompaña –de hecho, se dan de la mano- al conductismo y al comportamiento condicionado.
La ‘Moción de apoyo a Palestina‘
El Claustro de la Universidad de Barcelona aprobó una Moción de apoyo a Palestina que elevó al equipo de gobierno y al Consejo de Gobierno. Me permito puntualizar, sucintamente, cuatro ideas o propuestas.
1. Dice el Claustro: “Desde el 7 de octubre [2023], Israel practica un genocidio sobre la población palestina de la franja de Gaza”.
Digo: dejando a un lado la problemática definición de genocidio, ¿por qué se olvidan ustedes –sin ir más lejos- del genocidio del 7 de octubre?
2. Dice el Claustro: “Los estatutos de las universidades públicas catalanas tienen, entre sus principios informadores, la defensa de los derechos humanos, la cultura de la paz, el pleno desarrollo del ser humano, la responsabilidad social y la educación en valores”.
Digo: ¿Por qué no emprenden ustedes una cruzada de derechos humanos, cultura de la paz, pleno desarrollo del ser humano, responsabilidad social y educación en valores en la Gaza de Hamas?
La espiral del silencio que se percibe en el discurso oficial de la Universidad de Barcelona no es sino la manifestación del oportunismo de quien sube al carro del caballo que cree ganador
3. Dice el Claustro: “Exigir un alto el fuego inmediato y permanente en Gaza, la entrada y el reparto de cantidades suficientes de ayuda y socorro humanitario, incluidos alimentos, agua, combustible y suministros médicos, sin que esta ayuda esté condicionada y haciendo que ayude a todas las zonas de Gaza”.
Digo: ¿por qué no exigen exactamente lo mismo a Hamas? Puestos a pedir, ¿por qué no exigen la democratización de la Gaza de Hamas?
4. Dice el Claustro: “Reconocer que la ocupación colonial y el apartheid que practica el Estado de Israel son las causas estructurales del conflicto”.
Digo: primero, infórmense mejor que para eso son ustedes profesores universitarios; segundo, ¿quién no quiere a quién?; tercero, ¿quién frustra los acuerdos de paz?; cuarto, ¿cómo interpretan ustedes el siguiente texto que se lee en la Carta Fundacional del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) del 18 de agosto de 1988: “no existe ninguna solución al problema palestino sino por medio de la Yihad.
Las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales no son sino una pérdida de tiempo, un ejercicio inútil… abandonar la lucha contra el sionismo es alta traición, y despreciado será quien perpetre un acto igual”. “Del río al mar”, dicen poéticamente.
Así concluye la “noticia institucional” del Claustro de la Universidad de Barcelona: “Tras la votación, el rector de la Universidad de Barcelona, Joan Guàrdia, ha asegurado que la ‘Universidad de Barcelona no puede permanecer indiferente ante lo que está pasando en Palestina’”. Señor Rector Magnífico, le doy la razón. Manos a la obra.
Un Régimen
El conductismo, el comportamiento condicionado y la espiral del silencio que se percibe en el discurso oficial de la Universidad de Barcelona no es sino la manifestación del mimetismo y del oportunismo de quien sube al carro del caballo que cree ganador. O de la causa que cree justa.
Quiérase o no, así se constituye un Régimen que condiciona, limita o confina -sutilmente o no- la disidencia, que presiona, que abruma a quien piensa distinto, que favorece la autocensura. De hecho, un bis –con las diferencias del caso- de la unanimidad comunicativa del nacionalismo catalán –no olvidemos que Joan Guàrdia sigue ahí- en tiempos de “proceso”.
En el logotipo actual de la Universidad de Barcelona –inspirado en Lucrecio- aparece el Sol como expresión y representación del conocimiento. Rodeando al Sol se puede leer el siguiente lema: Libertas Perfundet Omnia Luce. La libertad ilumina todas las cosas con su luz. ¡Qué pena!