El catalán, un conflicto pasado de moda
Debido a que el ‘procés’ lo ocupó todo desde hace unos años, la lengua ha dejado de ser uno de los motivos principales de discusión política
En los años 80, la estrategia de aquella CiU sobre el catalán era muy clara: había que separar a la sociedad entre los hablantes en castellano y catalán y la realidad debía hacer el resto. Su idea era seguir el método del País Vasco, donde existen tres modelos educativos. Es lo que pensaba Jordi Pujol.
Las circunstancias cambiaron durante aquellos años y gracias, entre otros, a Marta Mata, se popularizó la idea de que era positivo que toda la sociedad avanzara de igual forma en el conocimiento de la lengua catalana. Se trataba de normalizar el catalán. A la vez, las familias llegadas durante los ‘60 del resto de España entendieron que si se quería ascender socialmente era interesante el dominio de las dos lenguas.
La idea de la inmersión lingüística
Fueron los lingüistas y filólogos catalanes de entonces, una de las carreras preferidas para los que querían consolidarse dentro de la clase política nacionalista de los años 80, los que se percataron de que era una oportunidad. Educar en catalán y dificultar al castellano.
La idea de la inmersión lingüística se consideró como una buena forma de hacerlo. Pero no fue hasta el año 1992 que gracias a un decreto de un Parlament con mayoría convergente que no comenzó a ponerse en funcionamiento. Las estrategias eran claras, pero nadie pensó que la sociedad evoluciona y que, años más tarde, llegarían las redes sociales, malas para muchas cuestiones, acertadas para no aislar a una sociedad.
Sin pretenderlo, el catalán se ha convertido en la lengua obligatoria de estudio y el castellano en la de diversión
Lo cierto es que, en la actualidad, aunque la escuela catalana siga utilizando la inmersión lingüística como el método educativo de enseñanza, lo cierto es que los niveles de utilización del catalán fuera de las aulas y en la sociedad en general pasa por un mal momento.
La dualidad del catalán y el castellano
Sin pretenderlo, el catalán se ha convertido en la lengua obligatoria de estudio y el castellano en la de diversión. No hay color entre los adolescentes de hoy.
A ello, se le ha añadido una curiosa moda entre estos jóvenes catalanes que pasa por cambiar de lengua cada tres frases. Del catalán al castellano. Para cualquier estudioso sería un aspecto interesante de estudio. Para un lingüista militante es un horror.
El ejemplo de Rufián
Desde hace unos años la lengua ha dejado de ser uno de los motivos principales de discusión política. El ‘procés’ lo ocupó todo. Este detalle también es interesante. Las fuerzas independentistas, observando el nivel de aceptación de sus propuestas, entendieron que era necesario superar esas cuestiones lingüísticas. Un ejemplo fue Gabriel Rufián.
Son muchos los que recuerdan su primera intervención masiva en la manifestación que llenó la Meridiana. Fue la convocatoria en la que se oyó a Carme Forcadell exclamar su “president, ponga las urnas”.
En aquella Diada uno de los oradores fue Rufián para dirigirse al público en castellano. La idea era de Junqueras. ERC siempre tuvo más claro que, de ser posible una independencia, debía ser también junto a aquella parte de catalanes que no tienen el idioma de Ramon Llull como prioritaria.
El delicado momento del catalán
Así, mientras que el debate de la lengua pasaba a no ser prioritario y los productos de entretenimiento se castellanizaban de forma rápida y las redes sociales convertían al español en la lengua de comunicación masiva, el catalán pasaba a un momento delicado. Y lo escribe alguien que siempre se opuso y se opone a la inmersión, sobre todo porque no representa la realidad catalana.
Ese debate ha vuelto a colarse en la precampaña y será uno de los temas de contienda durante los días electorales. Pero no es tan fácil de gestionar ahora. Las escuelas siguen utilizando la inmersión lingüística como método educativo, pero tras más de 30 años el fracaso es evidente, y no hace más que evidenciar un retroceso en lo cotidiano.
Y es lo cotidiano lo que mesura la consolidación de una lengua en su sociedad. Tanto enfrentamiento inútil debería hacer cambiar las estrategias. Pero no hay nivel, ni imaginación. Más complicado que gestionar la sequía que sufre la Comunidad.