Carta de despido 

Otra misiva tuitera contra jueces, medios, oposición y lengua castellana

El juez llamó a declarar a Begoña Gómez como investigada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción. Y el portavoz popular Miguel Tellado irónicamente se preguntó: “¿Alguien sabe a qué hora manda Sánchez la carta hoy?”. Eran las 5 de la tarde del pasado miércoles, y la segunda carta de Pedro a los ingenuos llegaría sólo dos horas después. ¡Cómo! No podía ser. Tiene que ser un fake, pensamos muchos al verlo. Pero no. Era real. Ha reincidido. ¡Lo ha vuelto a hacer! Otra misiva tuitera contra jueces, medios, oposición y lengua castellana. 

Sin embargo, la repetición de la estratagema disminuye su impacto. Esta vez no hay debate de cinco días. En pocos segundos concluimos que no es una jugada maestra. Es una jugada patética. Se agota la originalidad maquiavélica. Se queda en cinismo poco creativo. Deberá doblar la dosis para lograr el mismo efecto. Y, como un yonki de los giros de guion, Sánchez decide presentarse con su imputada esposa en un mitin del PSOE en Benalmádena. “¡Begoña, Begoña!”, clamó la masa al son de los aplausos de María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y pelota mayor del Sanchismo.  

El socialismo español ha quedado reducido a eso, al vitoreo del intercambio de favores entre élites: cartas de recomendación, cátedras sin licenciatura, maletas en Barajas, impunidad para golpistas, amnistías para corruptos… Pero tras la sumisa exhibición de los extasiados begoñers, ¡sorpresa! La Fiscalía Europea manda a la Unidad Central Operativa (aka UCO) a la sede de la sociedad pública Red.es en busca de los correos electrónicos relacionados con las contrataciones de Juan Carlos Barrabés, impulsor de la Cátedra de Gómez en la Universidad Complutense de Madrid y receptor de más de 4 millones de euros en fondos europeos a través de adjudicaciones del Estado.

Más enfangado que enamorado, Sánchez levanta muros entre los españoles y genera crisis con países aliados y hermanos

Y ahora, ¿qué? Pedro, piensa. Rápido. Es necesaria otra cortina de humo, más espeso y tóxico. ¿Una tercera carta? No, la segunda no tapó nada. ¡Ya está! Un nuevo conflicto diplomático. Otra vez contra Israel. Más frentes abiertos, dentro y fuera. España no puede seguir así. El gobierno está roto y paralizado. No hay presupuestos ni los habrá. Los socios boicotean las leyes. La legislatura se limita a la amnistía para Carles Puigdemont y sus secuaces. La sombra de la corrupción oscurece la acción del gobierno, del partido y del entorno de Sánchez. Está acorralado. Desesperado. 

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su mujer, Begoña Gómez. EFE/ Jorge Zapata
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su mujer, Begoña Gómez. EFE/ Jorge Zapata

Sánchez es el primero en usar a su mujer como escudo humano. Más enfangado que enamorado, levanta muros entre los españoles y genera crisis con países aliados y hermanos. Como señalaba Daniel Gascón sobre los políticos separatistas catalanes, él también practica un “victimismo matón”. Es un presidente pinochesco, llorica y peligroso, atrincherado en La Moncloa y dispuesto a todo. La discordia es su aliada más fiel. Conflicto tapa corrupción, piensa. Y palmeros no le faltan. No pocos aplauden en él lo que critican a Donald Trump. Hipocresía subvencionada. 

El comportamiento de Sánchez es democrática y éticamente inaceptable. La Justicia dictaminará si hay responsabilidades penales, pero a estas alturas, y conociendo cada día más (“y más, y más”) hechos sobre los turbios negocios de su imputada esposa, deberían asumirse responsabilidades políticas. Los españoles merecemos explicaciones. Y España, elecciones. Si tuviera un mínimo de dignidad, Sánchez dimitiría. Por lo tanto, no lo hará. Nunca. Habita en una burbuja de desvergüenza que sólo el voto de la ciudadanía puede pinchar. El matrimonio epistolar merece este domingo una respuesta cívica y contundente en las urnas. Merece una carta de despido.