La otra campaña electoral norteamericana
Las concepciones políticas se ven afectadas por la capacidad que hoy tienen las redes y los medios de comunicación para moldear la información
Solo faltan cuarenta días para que los norteamericanos decidan ser gobernados por Donald Trump o Kamala Harris. En el primer y probablemente único debate celebrado el 10 de septiembre y emitido en la CNN, Kamala Harris habló sobre la economía de oportunidades y Donald Trump denunció que los inmigrantes comen perros y gatos.
Desde que finalizó el debate, solo se habla del bulo de Trump y no de la propuesta social de Harris. Hasta aquí todo avanza con normalidad, ya que nos encontramos inmersos, por un lado, en la jerga de la nueva política populista que busca dividir en bandos contrarios a los electores y, por otro, ante las promesas de la política de siempre, basadas en la unidad.
Sin embargo, advertimos que ambas concepciones políticas se ven afectadas por la capacidad que hoy tienen las redes y los medios de comunicación para moldear la información, actuando como escultores de la realidad. Con el martillo y el cincel, las redes sociales y los influencers van esculpiendo las palabras dichas, las no dichas y las insinuadas de todos los candidatos a las elecciones norteamericanas.
Los memes son hoy la forma de plasmar una visión irónica y mordaz de los contendientes para convertirlos, no en objeto de mofa, sino en significado político. La estética política enfatiza la imagen de un personaje peculiar, quirky, un Trump ínsula pero atractivo, poco convencional, pasado de moda, grotesco pero también encantador por lo temerario y estrafalario que es.
En las redes sociales se detectan algunos de los sentimientos emergentes de la estructura de emociones que están dando curso a la historia. Así pues, la campaña electoral norteamericana se asemeja al estilo fílmico de las películas centradas en el slapstick, la payasada, donde las escenas se basan en acciones físicas y exageradas, llevadas al ridículo sin que nadie pueda predecir el final, como cuando un actor pisa una cáscara de plátano y resbala una y otra vez convirtiéndose en un equilibrista ebrio de demasiada cáscara de plátano.
Una subjetividad de realidades
La cuestión central que domina la campaña es una lucha entre una concepción trans subjetiva de la política, que plantea compartir la subjetividad de uno con las de otros, para construir una subjetividad de realidades y significados comunes, pero que no responden a la realidad, y una concepción de objetividad extrema, en la que todo debe ser comprobado y preciso, obviando las elucubraciones que nacen de las mentes de los electores.
Asistimos a un debate oscuro, extraño y difuso entre los electores que quieren certezas, más realidad, para saber dónde están y los que quieren sumergirse en una ficción para huir de una realidad incómoda y lacerante, aunque solo sea en el momento en que emitan su voto.