Borrell y Palestina o la política exterior del franquismo

El denostado franquismo adoptó una política exterior respecto de Oriente Próximo que es prácticamente la misma que defiende en la actualidad Pedro Sánchez y sus aliados de izquierdas y nacionalistas

De las últimas semanas, la declaración que más me ha perturbado, con diferencia, ha sido la de Josep Borrell, el alto representante de la Política Exterior de la Unión Europea, que en el acto de entrega de su condición de doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, dijo que Israel ha financiado a Hamás y que lo ha hecho a conciencia, para de ese modo desestabilizar a la Autoridad Palestina y conseguir su objetivo de que Palestina no sea un Estado viable. Recordemos que Hamás está considerada organización terrorista por la Unión Europea y los Estados Unidos, entre otros.

La declaración de Borrell, tal como ha llegado a los medios, me parece de una irresponsabilidad total. Sobre todo por la monstruosidad que se deriva de pensar que la incursión de Hamás del pasado 7 de octubre, que acabó con la vida de 1400 ciudadanos israelíes y con el secuestro de más de 200 personas, fue algo implícitamente provocado por Israel para buscarse una excusa con la que entrar a sangre y fuego en la franja de Gaza y arrasarla por completo, provocando –hasta el momento– más de 25.000 muertos gazatíes y tres veces más heridos, la mayoría de ellos entre la población civil.

Por eso pienso que alguien que ocupa un cargo europeo de la importancia del de Borrell debería medir muy bien sus declaraciones para evitar conclusiones como la que acabamos de hacer, que es la que se deriva directamente de sus declaraciones.

Brussels (Belgium), 23/01/2024.- High Representative of the European Union for Foreign Affairs and Security Policy, Josep Borrell, looks on as he attends an EU-Egypt Association Council meeting in Brussels, Belgium, 23 January 2024. During the Association Council, both parties are expected to discuss their cooperation within the framework of the Egypt-EU partnership priorities 2021-2027. (Bélgica, Egipto, Bruselas) EFE/EPA/OLIVIER HOSLET
El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell. Foto: EFE/EPA/OLIVIER HOSLET

Porque si, cuando Josep Borrell realizó esa declaración, que llegó tal cual a los medios más importantes –y que hizo que el embajador de Israel virara por completo la ya de por sí débil confianza que tenían en el alto representante de política exterior de la Unión Europea–, hubiera añadido que la aportación de Israel a Hamás forma parte de las muchas ayudas humanitarias que recibe de todo el mundo ese Estado nonato, entre otras las de la propia Unión Europea, aparte de organizaciones de todo el mundo (ONU, Unicef, FAO, etc.), por no contar las del mundo árabe, Rusia, China y demás, entonces hubiera dado una información cabal y contrastable.

Porque de esas ayudas humanitarias todo el mundo deduce que una parte (habría que calibrar en qué porcentaje) ha ido a parar siempre a las manos de la organización Hamás, que mantiene a la Autoridad Nacional Palestina sometida y neutralizada. Pero lo que hizo Borrell, singularizando la ayuda en Israel y callando todas las demás, y además focalizándola en Hamás, sin mayor contextualización, fue contribuir a la confusión y al brochazo demagógico, dando una impresión muy difícil de digerir para cualquier lector mínimamente informado.

En estas declaraciones, a mi juicio desgraciadas, de Josep Borrell, la única explicación o justificación que podríamos aducir, movidos por la comprensión o la buena intención (que a él se la suponemos, aunque él no la suponga en los demás), tiene que ver, naturalmente, con la hecatombe humanitaria que se está produciendo en la franja de Gaza –que todos rechazamos pero que también debemos contextualizar con el predominio en la misma de una organización terrorista que se refugia entre la población civil y se parapeta en los hospitales y escuelas–.

Pero insistimos en que dichas declaraciones, ahítas de sutileza o de esa carga de diplomacia que se le debe suponer a todo un alto representante de política exterior de la Unión Europea, implica un alineamiento muy evidente de la organización que representa, por ejercer además uno de sus puestos de mayor visibilidad. Lo que da una idea de la confusión que reina en esta comunidad de naciones a la que pertenece España –nos referimos a la Unión Europea– y que al mismo tiempo debe mantener buenas relaciones con Estados Unidos, que ya sabemos que considera a Israel su aliado incondicional.

Esta es una buena ocasión, no obstante, para recordar que la política de nuestra izquierda española actual, de todo el llamado bloque progresista en realidad, que incluye también a los partidos nacionalistas, en relación con el conflicto de Oriente Próximo entre Israel y Palestina, es calcada de la que sostenía el régimen de Franco en su momento, aunque podamos convenir que por diferentes motivos: pero el resultado es el mismo.

Nuestro progresismo actual rechaza la política israelí porque está sintonizada con lo que ellos denominan –y estigmatizan– como el imperialismo estadounidense. No se me alcanza a suponer otra razón, ya que no cabe de ninguna manera que lo hagan por las políticas inclusivas de la civilización musulmana, por ejemplo, o por el papel de la mujer en Palestina, cuestiones que nuestra izquierda obvia de manera sistemática para no tener que enfrentarse a sus propias contradicciones.

En el caso del franquismo, desde el bloqueo que ejerció sobre ese régimen la Organización de las Naciones Unidas, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, impidiéndole su homologación internacional, Franco encontró en el mundo árabe un apoyo imprescindible, junto con Latinoamérica, para alcanzar la deseada incorporación al concierto mundial de las naciones, que no consiguió hasta 1955.

Y fijémonos que de Latinoamérica el inicial apoyo le venía a Franco del peronismo argentino, para que también tomen nota los progresistas de hogaño, que buscan y encuentran como aliados en Argentina a los actuales seguidores de la señora Kirchner. Del mismo modo, la postura antiisraelí de nuestros progresistas actuales es perfectamente asimilable a la del régimen franquista, que tras la Segunda Guerra Mundial recibió el rechazo del naciente Estado israelí, por el apoyo recibido por el bando sublevado durante la Guerra Civil procedente de las potencias del Eje luego derrotadas.

Y eso a pesar de que el antijudaísmo del franquismo tenía mucho más que ver con cuestiones religiosas –su defensa a ultranza del catolicismo– que con su participación en el Holocausto: primero porque en España, desde la época de los Reyes Católicos, no había judíos; y segundo porque la colaboración con el régimen nazi en este punto fue muy laxa, permitiendo a los judíos, que huían de la perspectiva de acabar en un campo de concentración, atravesar la península para embarcarse en Lisboa.

Cuando ponemos la historia en perspectiva, por tanto, surgen paradojas como la presente, donde nuestra izquierda actual coincide punto por punto con la postura del régimen franquista, en su alineamiento en el conflicto actual entre Israel y Palestina.

El denostado franquismo, el que mantiene viva la memoria histórica –que es la principal, por no decir única, argamasa ideológica que mantiene unida a la llamada mayoría progresista en España–, resulta que adoptó una política exterior respecto de Oriente Próximo que es prácticamente la misma que practica y defiende en la actualidad, en su opción por uno de los dos bandos en litigio, Pedro Sánchez y sus aliados de izquierdas y nacionalistas.

El denostado franquismo, el que mantiene viva la memoria histórica, resulta que adoptó una política exterior respecto de Oriente Próximo que es prácticamente la misma que practica y defiende en la actualidad, en su opción por uno de los dos bandos en litigio, Pedro Sánchez y sus aliados de izquierdas y nacionalistas.

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