Barcelona, nuevo ciclo
La legislatura que termina es el prólogo de una nueva etapa en la historia de la ciudad
Barcelona siempre ha sido ambiciosa, insumisa y rebelde. Desde tiempos medievales, cuando los artesanos y la oligarquía luchaban a brazo partido, hasta la entrada de los tanques franquistas por la Diagonal en enero de 1939.
Entre sus récords destaca el de ciudad que ha sufrido más episodios de bombardeo a lo largo de un período más dilatado de tiempo. Des de 1652 a 1938, dos, tres y hasta cinco o seis veces por siglo. Nadie lo diría.
La ciudad ha pasado de menos de un millón de habitantes antes de Franco a 1.750.000 cuando éste murió
A diferencia de Cataluña, tan propensa a las lamentaciones, Barcelona no se relame las heridas. Ilusionada por antonomasia, siempre se ha borrado las cicatrices, como por arte de magia, y se ha encaminado hacia un futuro mejor. Mejor, pero no sumiso.
El ciclo histórico de la ciudad, que empezó en 1939, ha durado hasta nuestros días pero ya no da para más. Basta un dato para desmentir el mito del intento fracasado de destrucción de Barcelona a cargo del franquismo.
Desde el fin de la guerra hasta la muerte del dictador, en 1975, la ciudad estricta pasó de menos de 1.000.000 de habitantes a 1.750.000. La metrópolis creció aun más. Lo que Franco creyó haber aniquilado es el catalanismo.
El error de Franco fue favorecer el barcelonismo como alternativa al catalanismo
Su error consistió en favorecer, aún a regañadientes, el barcelonismo como alternativa al catalanismo, cuando en realidad era un sustituto. Tras la piel de cordero de los alcaldes Mateu y Porcioles o de Samarnach latía un orgullo destinado a alimentar el espíritu rebelde de la ciudad y a convergir con el catalanismo.
Si alguien lo duda puede salir de su asombro mediante un recuento de los ediles del consistorio favorables a cambios radicales. 29 sobre 41. Los partidarios de mantener el estatus quo son sólo 12.
Barcelona tiene una larga tradición de ciudad inclusiva y plural
Tengo el deber, no sé si el placer, de comunicarles que andan equivocados si presumen que este dato es irrelevante y no va a surtir cambios profundos. La legislatura que enfila la recta final es el prólogo de una etapa nueva en la historia de la ciudad.
Si el nuevo capítulo no se ha empezado a escribir es a causa de tres factores, la extrema debilidad del gobierno, la inexperiencia y la flojera de la alcaldesa y el protagonismo del asunto catalán. Pero despegará pronto, muy pronto. De todos depende que salga bien.
Los últimos sondeos publicados confirman tanto la hegemonía de las fuerzas contrarias al establishment como las expectativas de un gobierno municipal fuerte y transformador.
Si el fiasco inicial de Manuel Valls se consolida, va a quedar claro para los grupos sociales que le apoyan –no para sus valedores— que en vez de pagar costosos e inútiles diques de contención, es mejor volver al pactismo.
El relanzamiento de la ciudad va a comportar tensiones, pero no deberían derivar en confrontaciones severas sino en nuevos consensos. Barcelona tiene una larga tradición de ciudad inclusiva y plural.
Para los partidarios del ex primer ministro francés, la peor noticia no son los augurios de fracaso. Un mal comienzo se podría compensar dándole a conocer, se dirán. Pues no, los barceloneses rechazan a Valls porque le conocen.
Como destaca el francés Le Figaro, que no es precisamente un periódico revolucionario, su nivel de conocimiento es del 82%. Por eso Valls es el peor valorado, muy por debajo del penúltimo.
Según la muestra de El Periódico, más del 40% de barceloneses otorga una nota igual o inferior a 3 sobre 10 a Valls. Remontar eso es de titanes. Ernest Maragall, en las antípodas, cosecha más de un 40% de notas iguales a superiores a 7. Abismo a mi juicio insuperable. En una posición intermedia, Ada Colau recibe un 30% de notas muy bajas, de 3 a 0, y otro 30% de notas muy altas, de 7 a 10.
El apellido Maragall
Nada es irreversible, pero el apellido Maragall es el de mayor peso en la historia de Barcelona. Lean sino la Oda de su abuelo, el interlocutor de Unamuno, el autor del Himno ibérico y del “Adéu, Espanya”, que empieza con una imagen preciosa: Barcelona, con toda Cataluña dentro del corazón, se pone en marcha y se va “delirando con los brazos abiertos”.
Su nieto Pasqual Maragall pasó de alto funcionario de Porcioles, a alcalde olímpico para luego, ya presidente, poner en marcha las manecillas del procés.
Que su hermano Ernest sea más o menos independentista reviste una importancia relativa. Lo crucial es que, si los parámetros de fondo no dan un vuelco, estará en disposición de pasar a la historia como el alcalde que inauguró un nuevo ciclo de esta ciudad que enamora al mundo cuando es ambiciosa y rebelde.