Ernest Maragall: el pensamiento oscuro de un falso socialista
Perfil reflexivo del 'falso socialista', Ernest Maragall, hermano de Pasqual Maragall
Virtèlia nunca olió a incienso. Tampoco fue un oratorio de lámparas votivas. Pero aquel colegio de Vía Augusta exhaló cristianismo por todos sus poros. Entre sus estudiantes, contó con los hermanos Pasqual y Ernest Maragall, que formaron parte de una escudería de varias generaciones con nombres como Lluís Bassat, Xavier Rubert de Ventós, Miquel Roca, Mayor Zaragoza, Ricard Bofill, Trias de Bes y muchos otros.
En las aulas de Virtèlia o en la cofradía de la Mare de Déu de Montserrat, germinó la educación sentimental de Ernest. Fue boy scout antes que humanista. Es un Maragall de elegante deje entrecortado, herencia de su padre, Jordi Maragall Noble, gentilhombre de Sant Gervasi, ex presidente del Ateneu de Barcelona, padre, mentor y segundo progenitor de huérfanos ilustres, como el profesor Luis Izquierdo, literato, bardo y autor de Letanías profanas. En casa de los Maragall reina la poesía. Por motivos obvios y por otros que no lo son tanto, como los versos de Vinyoli, las palabras de Barral o los sonetos de Foix.
El exconsejero y economista de profesión quiso ser un reformador insigne. Hoy es la cabeza de ratón de Nova Esquerra Catalana, una corriente de pensamiento oscuro que se adentra en un cul de sac. ¿Qué dirían de Ernest sus mayores si lo vieran empotrado en ERC? Antes de convertirse en un retador inclusivo, Ernest Maragall quiso ser un Joaquín Costa periférico, un reformador de guante fino. Se adelantó por agenda a la estampida de José Ignacio Wert. Levantó su pedestal tronitonante en la Ley de Educación de Catalunya (LEC), una estructura territorial de comisarios políticos solapados a la matriz de inspectores y delegados. Multiplicó los cargos y segmentó la enseñanza; desparramó ordenadores por las escuelas pagados a medias por los padres de los alumnos. Pero, en poco tiempo, todo se olvidó.
No hay nada más peligroso que meterse en la mollera eso de que aquí falla todo por culpa del modelo educativo. Josep Maria Bricall, ex rector magnífico de la Central y padre de las becas Erasmus, solía detectar este tipo de peligros a la sombra de cualquier almendro. Bricall, profesor de Economía, es uno de los educadores más grandes que ha dado este país. Lo importante lo hizo fuera, en el ámbito europeo, para que, de rebote, el beneficio de sus iniciativas nos llegara a nosotros. Trabajó en silencio, sin ponerse medallas.
Ernest Maragall recorrió el camino inverso de Bricall. Provocó el descontento de los enseñantes y la desafección de los escolares. Ahora, con su empotre independentista, Ernest se lleva por delante el “espíritu de la Institución Libre de Enseñanza con el que su hermano, Pasqual Maragall, quiso modernizar el catalanismo”, ha escrito Valentí Puig en ED, sin bajarse de su reputado canovismo.
Pasqual Maragall fundó en 1998 el Partit Català d’Europa, un modelo socialdemócrata kenediano al que Ernest le ha cambiado el nombre por el de Nova Esquerra Catalana (NECat). Donde Pasqual expresaba la amplitud de miras, Ernest antepone la máscara de falso socialista. De una Catalunya europea ha pasado a una Catalunya ensimismada. Y, para no devorarse a sí mismo, se cierne ahora sobre Junqueras con el manifiesto titulado Junts a Europa, el documento fundacional de una candidatura conjunta en las europeas. El manifiesto ha recogido las adhesiones políticas de revisionistas profundos, como Fabián Mohedano –sector crítico de Avancem– o Ferran Mascarell; de miembros de la Asamblea Nacional y de profesores como, Ferran Requejo y Salvador Cardús, inspiradores del Consejo Asesor para la Transición Nacional.
Su dispersión revela un país de capelletes, que exhibe con descaro la representatividad arrebatada a los partidos políticos. Con Ernest, vuelve el Olivo pero, esta vez, sin la izquierda laica de Carod, Raül Romeva y Josep Ramoneda ¿No será que Virtèlia olía a incienso y ciri cremat?