Barcelona, moneda de cambio

La esperanza ha sido traicionada por el alcalde Jaume Collboni al poner la ciudad al servicio de los intereses personales de Pedro Sánchez y Salvador Illa, dos presidentes que dependen del voto separatista

Inauguramos el nuevo curso político en Barcelona con cambios sustanciales. El exalcalde del procés, Xavier Trias desaparece de la escena consistorial, no sin antes habiéndolo dejado todo atado y bien atado según los deseos de Carles Puigdemont. El grupo municipal neoconvergente queda ahora en manos de Jordi Martí, separatista furibundo e hispanófobo militante. Con esta decisión, se demuestra una vez más la imposibilidad de la moderación nacionalista. La esperanza en un Junts per Catalunya leal a la democracia española es la gran ensoñación de algunos ingenuos.

Socialmente el separatismo se reduce a marchas forzadas desde el mismo 2017. Cruzarte hoy con un joven barcelonés ataviado con una estelada o un lazo amarillo es encontrar la aguja del pajar. Sin embargo, políticamente los objetivos independentistas avanzan como nunca.

A pesar de sus encarnizadas disputas cainitas y de las merecidas derrotas electorales, los dirigentes separatistas están aprovechando la ilimitada ambición de los socialistas para alcanzar lo inimaginable en cualquier otra democracia europea, desde la impunidad de los golpistas a la marginación de la lengua común.  

Desde el PSC filtrarán que ERC se ha vendido por cuatro cargos en el sottogoverno de la Generalitat o por la próxima entrada de los republicanos en el ayuntamiento de Barcelona. Y en parte es así. No obstante, hay más. Mucho más. Los separatistas juegan la baza del socialismo como caballo de Troya contra España. El procés no sirvió para nada en términos de independencia, ya que el Estado se mantuvo firme. Pero ahora los pactos entre socialistas y separatistas sí son un avance real hacia la ruptura total. 

El presidente de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.
El presidente de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. Foto: Lorena Sopêna / Europa Press

Por una parte, si los socialistas cumplen lo pactado, el concierto y la bilateralidad serán el preludio de un confederalismo asimétrico y tóxico. Y, con esta forma de Estado moribundo, se habrá alcanzado aquel momentum deseado por Quim Torra en el que un golpe de gracia a España será fácil y gratis. Por otra parte, si los socialistas incumplen, se repetirá la secuencia de frustración y confrontación que se activó con las promesas imposibles de José Luis Rodríguez Zapatero y el Estatut

Así pues, lamento pronosticar tiempos difíciles para la concordia y la democracia. Tardará más o menos, pero la irresponsabilidad del PSC nos encamina a un conflicto más duro que el de 2017. El Estado será más frágil y los separatistas llevarán la lección aprendida. Y quizás el constitucionalismo andará más despistado, porque el PSC ha vuelto a tropezar en la misma piedra de los tripartitos, la de dejar las políticas autonómicas de cultura y lengua en manos del nacionalismo radical. El relato socialista ya es indistinguible del nacionalista. Sin ir más lejos, lo sufriremos próximamente en la Diada.

Esperanza traicionada en Barcelona

Y, en medio de este panorama, Barcelona vuelve a emerger como clave para acelerar o frenar dinámicas destructivas en Cataluña y el resto de España. El procés de Artur Mas hubiera sido imposible sin un alcalde de Barcelona como el nacionalista Xavier Trias. Sin la capital catalana, la propaganda amarilla, aquí y en el extranjero, es estéril.

En este sentido, el Partido Popular ofreció una gran oportunidad al constitucionalismo al apartar de la alcaldía tanto a Ada Colau como al separatismo. Desgraciadamente esta esperanza está siendo ahora traicionada por el alcalde Jaume Collboni al poner la ciudad al servicio de los intereses personales de Pedro Sánchez y Salvador Illa, dos presidentes que dependen del voto separatista.

Collboni está dispuesto a ceder promoción económica a ERC. La asfixia de la ciudad estará garantizada

Sólo así se entiende que Collboni regale a ERC la entrada en el gobierno municipal. ¡Qué error, Jaume! ¡Qué grave error! Barcelona no merece ser moneda de cambio entre personajes ávidos de poder. Barcelona podía volver a aspirar a ser una ciudad segura, conectada y próspera. Pero, ay, el separatismo republicano es el camino contrario al de las aspiraciones de cualquier gran ciudad. 

Esquerra es inseguridad jurídica, es aislamiento y es el programa económico de Ada Colau. Esquerra fue corresponsable, junto a Junts, de la fuga de miles de empresas a otras comunidades autónomas. ¿Alguien cree que éstas van a volver con un programa político que alimenta la separación y un programa económico que se basa en más chiringuitos públicos y más impuestos y regulaciones? Collboni está dispuesto a ceder promoción económica a ERC. La asfixia de la ciudad estará garantizada. 

Con la entrada de ERC, Collboni destrozará todo lo bueno que había podido conseguir en su primer año de mandato. Aunque fuera por la presión del Partido Popular, el gobierno municipal había empezado a tomarse algo más en serio los problemas de inseguridad de barrios como el Raval, había frenado la disparatada implantación del urbanismo táctico de Colau y cierta institucionalidad, como la presencia de la Casa Real, se había recuperado. Sin embargo, el giro de Collboni hacia Esquerra hará que todas las esperanzas se perderán, como lágrimas en la lluvia.

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