Barcelona insegura
Según el barómetro del Ayuntamiento publicado el pasado miércoles, la gran mayoría de los barceloneses creen que la ciudad está peor que hace un año, y existe un amplio consenso en la necesidad de aumentar la presencia de policías en la calle
Barcelona no levanta cabeza. Tras el mal gobierno de Xavier Trias y el malísimo de Ada Colau, la ciudad necesita una clara y rotunda rectificación. No hay más. Según el barómetro del Ayuntamiento publicado el pasado miércoles, la gran mayoría de los barceloneses creen que la ciudad está peor que hace un año, y existe un amplio consenso en la necesidad de aumentar la presencia de policías en la calle, de endurecer la lucha contra el incivismo galopante y de mejorar la muy deficiente gestión de la limpieza de las calles.
Los gobiernos de Colau fueron altamente tóxicos en numerosos ámbitos. Sin embargo, el alcalde Jaume Collboni se muestra tímido, incluso perezoso, a la hora de derogar el legado de la peor alcaldesa de la historia democrática de la ciudad. Derogar el colauismo y pasar página es la única manera de escapar de la amarga decadencia con la que la extrema izquierda y el procés separatista han castigado a la ciudad condal.
Gracias al sentido de Estado y de ciudad del Partido Popular, Collboni goza de una oportunidad de oro para gobernar la ciudad sin los lastres del separatismo y del populismo. Sólo tiene 10 concejales de 41, sí, y nadie dijo que sería fácil gobernar el post-colauismo, pero al menos el socialista debería ponerle unos gramos de voluntad. Dejarse arrastrar por la inercia colauista muestra una preocupante falta de proyecto y una gran irresponsabilidad.
Plano institucional
El único cambio perceptible se ha producido en el plano institucional. Ha normalizado las relaciones con la Casa Real, y los símbolos del Estado y de la nación han recuperado cierta presencia. No obstante, en otros ámbitos, el gobierno socialista se ha limitado a la cosmética propagandística. Respecto al urbanismo táctico, sólo desarticuló las ocurrencias que Colau perpetró en la céntrica calle Pelayo. En el resto de la ciudad se mantienen aquellos despropósitos que confunden a los peatones y ponen en riesgo la vida de los motoristas.
La movilidad es un sinsentido. Una ciudad urbanísticamente afortunada como Barcelona, con un plan Cerdán que es un auténtico regalo del pasado, se ha convertido en un caos, en un colapso permanente y contaminante. Con las supermanzanas ideológicas y los carriles-bici, que pocos usan y a muchos molestan, la izquierda ha declarado una irracional guerra al transporte privado, al mismo tiempo que no sólo no mejora el transporte público, sino que prevé encarecerlo.
Son innumerables los problemas de los barceloneses, desde el coste de la vida hasta la dificultad para abrir un negocio, pero es la inseguridad la cuestión fundamental y más urgente. Así lo refleja una vez más el barómetro municipal. Las fuerzas autoproclamadas progresistas siguen culpando de la situación a una supuesta paranoia de los ciudadanos. Dicen que todo es fruto de una sesgada percepción alimentada por los “discursos apocalípticos” de la oposición.
Barcelona necesita un plan de choque contra la delincuencia
Y es cierto que Barcelona aún no es Gotham, pero también lo es que la percepción de la ciudadanía se fundamenta en una dura y degradada realidad, a saber, el incremento sin freno de la delincuencia y la violencia. Según datos del Ministerio de Interior, en el primer semestre de este año los hurtos aumentaron un 13% en Barcelona, las agresiones sexuales se dispararon hasta el 56 % y los homicidios lo hicieron en un escalofriante 87,5%. No, el problema no son los videos virales que corren por las redes sociales; el problema es una dura y degrada realidad. Así lo demuestran los datos.
El buenismo ha fracasado. Barcelona necesita un plan de choque contra la delincuencia. El Estado debe reformar el Código Penal para poner fin a la multirreincidencia impune, pero la ciudad precisa también de más policía, mejor equipada, más coordinada y con mayor autoridad. El maquillaje del Pla Endreça es una broma de mal gusto. El incivismo campa a sus anchas y abre la puerta a una delincuencia cada vez mayor y más violenta. O Barcelona acaba definitivamente con el colauismo, o el colauismo acabará con Barcelona.