Un ataque a la cultura blanca, masculina y occidental

La ideología 'woke' y el denominado Movimiento de la Justicia Social linchan, sin proceso alguno y de forma tumultuaria, todo lo que obstaculiza su camino redentor

Costó siglos y muchos esfuerzos que los valores liberales –la democracia formal, la división de poderes, la igualdad ante la ley o las libertades fundamentales– se instalaran en Occidente. Unos valores, todo sea dicho, que todavía no han logrado instalarse en su plenitud en la mayoría de zonas del planeta.  

Corregir las desigualdades de raza, clase, sexo y género 

Y en eso que en el Occidente liberal surgen unos movimientos de derecha radical y de izquierda progresista que practican un populismo –tal para cual- que les lleva a defender dictaduras progresistas (?) y a autoproclamarse guardianes del progreso y la moral. Así, de esta manera, nació la ideología woke y el denominado –Made in USA– Movimiento de la Justicia Social.

Según dicen, el suyo es un movimiento que se rebela contra la opresión, el odio, el racismo o la discriminación propiciada por el liberalismo y la civilización occidental. Lo suyo –prosiguen- es corregir las desigualdades de raza, clase, sexo y género.  

Un movimiento que lincha –sin proceso alguno y de forma tumultuaria- todo lo que obstaculiza su camino redentor. Una rebelión sin piedad que, en público, sin complejos, arremete contra cualquiera que se mueva al tiempo que avergüenza a todo aquel que disienta de la verdad revelada. Una nueva imposición. Una nueva Inquisición.  

Un totalitarismo rejuvenecido  

De hecho, la incultura woke es la expresión patológica de la corrección política de los 80 y 90 del siglo pasado. La incultura woke no es sino un totalitarismo rejuvenecido y disfrazado que se presenta como la vanguardia de la libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, la no discriminación, la moral y la justicia. Y lo que ellos quieran añadir.  

La incultura woke, así como el Movimiento de la Justicia Social, como señalan Helen Pluckrose y James Lindsay (Teorías cínicas, 2023), se fundamentan en dos principios posmodernos difíciles de digerir: el principio del conocimiento (escepticismo radical hacia la posibilidad de obtener un conocimiento o verdad objetivos y adhesión al constructivismo cultural) y el principio político (la creencia de que la sociedad está constituida por sistemas de poder y jerarquías, las cuales deciden qué podemos saber y cómo).

Una manifestación.
El totalitarismo woke y el Movimiento de la Justicia Social arremeten contra la cultura occidental. Foto: Freepik

Una suerte de dadaísmo pseudofilosófico en donde todo vale. Una teoría/práctica que borra los límites (todo es fluido, ambiguo, indefinido o híbrido), que usa y abusa del lenguaje (un análisis del discurso interpretado según un marco teórico propio), basada en el relativismo cultural (el conocimiento como un artefacto cultural a la carta) y en la pérdida de lo individual y lo universal (rechazo de los derechos universales).  

Contra la cultura occidental 

Con estos mimbres, el totalitarismo woke y el Movimiento de la Justicia Social arremeten contra la cultura occidental –de hecho, contra el hombre occidental y Occidente- sin pausa y con prisa. Sin escrúpulos. Por ejemplo:  

  • Hay que proceder a la descolonización cultural: substitución del conocimiento blanco por el negro o rechazo de conceptos occidentales como la racionalidad y la universalidad que secuestran al otro
  • Hay que liberarse de lo normal: la mera existencia de las categorías de sexo, género y sexualidad es opresiva
  • Hay que reconocer los privilegios raciales (las personas no negras han de admitir su privilegio y su sentimiento “antinegrura”)
  • Hay que actualizar el feminismo (el género y la sexualidad son constructos sociales) 
  • Hay que modernizar el concepto de discapacitación (una persona sorda es aquella que no puede oír y a quien la sociedad ha discapacitado al no acomodarla de la misma forma que los que sí oyen y las actitudes ante la obesidad se asemejan a las actitudes frente al racismo, el sexismo, la homofobia, la transfobia y el imperialismo).

Relativismo radical y absolutismo dogmático  

Tanto el woke como el Movimiento de la Justicia Social se creen en posesión de la Verdad y “cancelan” (denuncian y excluyen) toda disidencia. Una mezcla de relativismo radical y absolutismo dogmático. Una nueva religión y una nueva fe ajena al pensamiento crítico y científico. El adversario/enemigo a batir: la cultura blanca, masculina y occidental.  

Un fundamentalismo con el que comulga –con fervor sectario y evangélico- una izquierda española –Podemos, Sumar y sectores del PSOE– cuando legaliza el agravante de género, relativiza la presunción de inocencia, promueve la autodeterminación de género, proscribe el rosa y el azul como identificadores de sexo, condena la sexualización doméstica y laboral, propicia la reeducación del sexo masculino, fiscaliza la conducta del ciudadano, maltrata la gramática para adecuarla a la corrección radical-feminista, impone un modelo de belleza para evitar la discriminación corporal y la “violencia estética” y la “presión estética” o amenaza con la descolonización de los museos.  

Contra el hombre blanco y sus derivados   

En última instancia, el woke y el Movimiento de Justicia Social se fundamentan en la idea según la cual el conocimiento y todo aquello que asumimos como correcto no es sino el producto de los intereses de las instituciones y quienes las administran y se benefician de las mismas. Y ese conocimiento –concluyen- es el que perpetúa el poder del hombre blanco, occidental, heterosexual, patriarcal, heteronormativo y gordofóbico.  

Guerra cultural y guerra civil  

De ahí, el uso del término woke. Es decir, despertar. Pero, despertar ¿de qué? Pues, de nuestra complicidad. ¿Para qué? Para desmantelar el Sistema. Ahí está una de las claves del fenómeno: el woke –añadan la llamada guerra cultural que le acompaña- es una manifestación iliberal –adiós a libertades y derechos fundamentales- de la derecha y la izquierda que lo asume.

El ‘woke’ es una manifestación iliberal de la derecha y la izquierda que lo asume

Una suerte de guerra civil en el transcurso de la cual se vandalizan o derriban estatuas, se prohíben libros y obras de teatro, se cancelan seminarios o cursos académicos o no académicos, se demonizan intelectuales o artistas, se desmantelan o despedazan museos, se recortan textos o se reescribe la historia al gusto de los depredadores justicieros. El intento de imponer una determinada agenda ideológica y una diferente concepción del mundo.  

La plaga 

Si usted pone en entredicho la discriminación positiva de un emigrante es un xenófobo, si exige el cumplimiento de las leyes de inmigración es un racista, si cuestiona la división sexual del trabajo en el hogar es un machista, si aprueba los concursos de belleza es un ser despreciable, si no comulga con la autodeterminación de género es un ignorante y un intransigente, si se muestra partidario del capitalismo liberal es un explotador y así sucesivamente.  

A poco que se descuide, le llamarán fascista. Y no trate a todos por igual –blancos y negros, hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales- porque le tildarán de excluyente y segregacionista. Eso es el woke. Una plaga.