Ascensos y caídas políticas

El actual presidente del gobierno se encuentra sometido al ya clásico desgaste político promovido desde el principal partido de la oposición

En el mundo de la política, los ascensos y las caídas, ya sean de Reyes, de presidentes del gobierno o de revolucionaros, nos permiten observar las tragedias y las miserias humanas.

Adolfo Suárez cayó preso de las tensiones internas de UCD; Calvo Sotelo se vio arrastrado por el fallido golpe de estado del 23 F en 1982; Felipe González cayó por culpa de la corrupción y el GAL; José María Aznar, aunque decidió no presentarse a las elecciones, vio cómo su partido perdía el poder tras los atentados del 11 M en 2004; José Luís Rodríguez Zapatero fue apartado del poder al negar la crisis económica en 2007 y Mariano Rajoy tuvo que abandonar la presidencia como consecuencia de la moción de censura contra Rajoy promovida por el PSOE para detener la corrupción del PP y para impulsar la regeneración política en España.

Desde la instauración de la democracia, las caídas políticas en España tienen un nexo en común: en todos los casos antes mencionados, el principal partido de la oposición ha focalizado sus maniobras para conseguir que el presidente del gobierno tenga que dimitir o, en su defecto, desgastar su credibilidad para que pierda las elecciones; en Europa, dichas maniobras responden a estrategias de desgaste que son utilizadas por todos los partidos políticos con opciones reales para poder gobernar en la siguiente legislatura.  

Cuando aún faltan tres años para que acabe la legislatura de Pedro Sánchez, el actual presidente del gobierno se encuentra sometido al ya clásico desgaste político promovido desde el principal partido de la oposición, en este caso, el PP. Asistimos al acoso y derribo de Pedro Sánchez del mismo modo que asistimos en su día a los intentos de hacer caer a Felipe González, a José María Aznar o a Mariano Rajoy, entre otros.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa.

Lo más sorprendente de esta forma de proceder político, en un continuo loop de la historia con distintos protagonistas, es que siempre el partido de la oposición utiliza el imperativo de denunciar la corrupción o la mentira para desvelar la verdad, para, una vez conseguido el poder, cometer los mismos actos; así, una y otra vez.

Siempre aflora un Roldán, un Zaplana o un Ábalos; personajes que durante años habían denunciado la corrupción de sus adversarios políticos y, en el caso de Roldán, ex director de la Guardia Civil, asumiendo un cargo que debía detener la corrupción y viéndose a su vez en prisión por cohecho y malversación.

En España, todos los políticos protagonistas de ascensos y caídas en su trayectoria tienen en común el hecho de ofrecer una feroz resistencia a abandonar el poder que sustentan y el ser objeto del ataque, también feroz, de aquellos que buscan lograr el poder. En ambos casos, todos acaban colaborando entre ellos para mantener viva la llama de la democracia, erigiéndose todos como grandes defensores de ella y blandiendo enérgicamente la bandera de la ejemplaridad pública.