Lo que el apaleamiento del muñeco de Ferraz esconde

Ahora solo se habla del muñecote apaleado en Ferraz y nadie dice nada de la auténtica burrada emitida en Nochevieja por el lehendakari Urkullu

La triste verdad es que la última Nochevieja va a quedar convertida, en el ámbito político, en la del apaleamiento del muñeco de Ferraz. Un muñeco que se parecía a Sánchez, lo que un zapato a una palmera. Pero como los energúmenos que se han puesto a hacer el vudú con él gritaban desaforadamente en contra de Sánchez, pues obviamente para qué queremos más: ya tenemos el titular y la polémica montada.

Gente que si hubiera soplado el test de alcoholemia se habría quedado sin carnet de por vida, estaba allí aporreando un muñeco y diciendo contra el actual presidente del Gobierno todo lo que se le venía a la imaginación y que, la verdad, no pasaba el nivel del encefalograma plano: insultos, procacidades y espuma por la boca. Patético y deleznable, propio de un nivel de crítica política no ya bajo mínimos, sino ni siquiera medible.

Y en esas estábamos, produciendo titulares por doquier con un cabezudo de cartón piedra como protagonista y una discusión de altos vuelos intelectuales entre los que destacaban el del portavoz del grupo parlamentario socialista en el Congreso, Patxi López, equiparando el episodio del muñeco con un “delito de odio” y exclamando que “rechazar es condenar”, petición que nos recuerda sobremanera a la que en su día se exigió a los políticos de la izquierda abertzale, pero que aun estos no han satisfecho y con los que el PSOE sigue gobernando y llegando a acuerdos, como el último consistente en cederles la alcaldía de Pamplona a costa de UPN.

Mensaje de Gabon

Pero no insistamos en lo obvio. Vayamos a lo mollar. Mientras en la calle Ferraz asistíamos al espectáculo pirotécnico de unos destrozamuñecos, en Vitoria-Gasteiz, la capital administrativa de la Comunidad Autónoma vasca, en un vetusto palacete convertido en sede oficial de la Lehendakaritza (presidencia del gobierno vasco), el lehendakari saliente, Íñigo Urkullu, pronunciaba de modo solemne su último discurso de fin de año, que aquí se llama “mensaje de Gabon”, en recuerdo a los que pronunció el primer lehendakari vasco, José Antonio Aguirre, desde que accedió al cargo hasta que se murió en el exilio en marzo de 1960, y que conforman una serie que va de 1939 a 1959 y que los nacionalistas vascos conservan como una especie de guía política de viajeros abertzales por el mundo: cómo resistir ante la invasión extranjera y salir vivos de las catacumbas del franquismo.

El lehendakari saliente, Íñigo Urkullu. Imagen: EFE/ Adrian Ruiz Hierro.

Unos mensajes donde se les hace ver a los creyentes nacionalistas que el hogar vasco debe mantenerse incólume ante las agresiones exteriores, como depositario de la llama viva siempre encendida que llevará a la victoria, para no tener que fiarse de nadie que les venga a ayudar. Lo que pasa es que, tras la muerte de Franco y la llegada del régimen de libertades, el panorama diáfano que se les ofreció a los nacionalistas, ni siquiera ellos lo habrían podido soñar más benévolo para sus intereses. De modo que, sin mover un dedo, con ETA haciéndoles el trabajo sucio, consiguieron copar todas las instituciones y montar un régimen con el que llevamos ya va para 50 años.

Así que el lehendakari Urkullu, desde el poder firmemente consolidado por el PNV a partir de la Constitución de 1978 y el Estatuto vasco de 1979 hasta hoy, se permitió la última Nochevieja ofrecernos su último mensaje de Gabon como lehendakari, recordando a su primer antecesor en el cargo, José Antonio Aguirre, a quien tanto admira. Y esta fue la primera frase de su mensaje: “El lehendakari José Antonio Aguirre pronunció su primer mensaje de Gabon en diciembre de 1936. Lo hizo en unas circunstancias extraordinarias cuando nuestro pueblo estaba siendo atacado en un contexto de guerra». Ahí queda eso: “unas circunstancias extraordinarias cuando nuestro pueblo estaba siendo atacado en un contexto de guerra”.

Veamos. El lehendakari Aguirre obtuvo, como medio de que Vizcaya se sumara al esfuerzo de guerra por parte de la Segunda República, un estatuto de autonomía vasco el 1 de octubre de 1936, en negociación con Indalecio Prieto, encargado del asunto por el gobierno de Francisco Largo Caballero (quien a su vez ejercía su cargo en contacto directo con la URSS de entonces). Y de resultas de aquel estatuto, José Antonio Aguirre se instituye en lehendakari y forma gobierno una semana después, el 7 de octubre siguiente.

A partir de ahí gobierna Vizcaya, que era la única provincia que quedaba bajo control gubernamental republicano, hasta la caída de Bilbao el 15 de junio de 1937, o sea, nueve meses. Y la gobierna sin control de ningún tipo, sin parlamento, por supuesto, y de un modo autónomo, incluso en lo militar, instituyéndose él mismo en jefe del ejército de gudaris (“Napoleonchu le llamaron, por eso), al que llevó a una estrepitosa masacre en Villarreal de Álava, a primeros de aquel mes de diciembre de 1936, cuando unos cientos de militares franquistas destrozaron a los varios miles de gudaris impecablemente vestidos que querían romper el cerco y conquistar Vitoria. Y en esas se produce el primer mensaje de Gabón de Aguirre, en la Navidad de 1936.

La interpretación actual (a fecha de 31 de diciembre de 2023) de Íñigo Urkullu, de aquellos acontecimientos, es que José Antonio Aguirre pronunció su primer mensaje de Gabon “en unas circunstancias extraordinarias cuando nuestro pueblo estaba siendo atacado en un contexto de guerra”.

Esta frase de Urkullu no es tampoco una frase sin más que un redactor del mensaje haya colado como añadido o floritura histórica

Cómo es posible que un lehendakari que gobierna sobre todos los vascos se permita, a la altura de 2023, y desde el arranque mismo de su mensaje de Navidad y Fin de Año, emitir un mensaje tan sectario, tan divisivo, tan falso históricamente, tan resentido y, en definitiva, tan provocador. Porque lo que viene a decir es que en 1936 el único pueblo vasco que existía era la Vizcaya, sobre la que gobernaba de modo dictatorial José Antonio Aguirre. Cuando resulta que Álava y Navarra, dos sociedades agrarias y conservadoras, se habían sumado espontáneamente al Alzamiento militar desde el minuto uno. Y cuando Guipúzcoa había caído ya del lado franquista porque había sido invadida meses antes, ¡por un ejército de navarros mandados por el coronel Beorlegui! ¿Pero de qué pueblo vasco atacado nos habla este lehendakari? Que lo dijera Aguirre en su tiempo, todavía. Pero que lo repita un lehendakari al cabo de casi cien años de que se produjeran esos hechos, eso no tiene perdón de Dios.

A mi modo de ver, el arranque del mensaje de Nochevieja de Íñigo Urkullu es mucho más grave, por todo lo que implica, desde el punto de vista político y cultural, que lo que pasó simultáneamente en la calle Ferraz con el monigote ese y que es lo único de lo que todo el mundo político habla ahora. Porque recordemos que el PNV, el partido de Urkullu, ha sido un protagonista principal de las últimas negociaciones para formar el gobierno de Pedro Sánchez. Y que por descontado también EH Bildu comparte absolutamente esa interpretación histórica de Urkullu sobre lo que pasaba en el País Vasco en tiempos de José Antoni Aguirre.

Esta frase de Urkullu no es tampoco una frase sin más que un redactor del mensaje haya colado como añadido o floritura histórica. Es la guinda, el colofón, el resultado final, la consecuencia lógica de toda una política de memoria histórica que consiste en horadar a conciencia las bases de nuestra convivencia, convirtiendo a la derecha política actual en España en heredera natural del franquismo y de la sublevación militar que llevó a Franco al poder. Y así no vamos a ninguna parte. Porque de la misma manera podríamos estar hablando del socialismo español de entonces como seguidor acérrimo del estalinismo, y de los nacionalismos como perfectos destructores de la unidad de la patria. Y que ambos al alimón llevaron al país a la catástrofe y que la sublevación militar no fue más que la reacción patriótica contra ese estado de cosas. Si quieren lo podemos plantear así.

Pero la derecha política en España lleva desde el principio de la Transición queriendo hacer borrón y cuenta nueva y llegar a un entendimiento político y social y nunca ha planteado así las cosas, mientras que la izquierda, desde los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, y los nacionalismos, desde el principio con ETA y después con el “procés”, nos quieren llevar de manera consciente y concienzuda a la destrucción de la convivencia.

Esta es la principal explicación para entender el surgimiento de Vox: el hartazgo de un sector de la derecha ante este tipo de actitudes tanto de la izquierda como de los nacionalismos en España. Y como sigamos así, lo del muñecote apaleado quedará como una minucia y Vox seguirá engordando y la sociedad se irá radicalizando hacia sus extremos y luego nadie querrá responsabilizarse de lo inmediatamente pasado.

Ahora solo se habla del muñecote apaleado en Ferraz y nadie dice nada de la auténtica burrada emitida en Nochevieja por el lehendakari Urkullu, con su voz gangosa característica, leyendo en un teleprónter.