La anomia generada por Donald Trump con la ayuda de Xi Jinping
Las consecuencias de la anomia implementada por Donald Trump por la vía de los aranceles conducen al deterioro de las estructuras económicas, políticas y sociales
En 1897, Émile Durkheim, fundador de la sociología positivista, publicó un ensayo –un clásico de la sociología- titulado El Suicidio en el que se proponía estudiar empíricamente la relación existente entre el comportamiento individual y el ambiente social.
Del libro en cuestión, se puede extraer que los actos individuales –en este caso, el suicidio- son el resultado del comportamiento de una sociedad concreta y de determinados factores sociales específicos. Lo que puede ser clasificado como individual y/o espontáneo no es sino el reflejo de las características de la sociedad en la cual se vive, convive y sobrevive.
Y el comportamiento aparentemente individual es el resultado, o la consecuencia, o la expresión de los impulsos de la conciencia colectiva. De una sociedad perpleja, con la música de fondo de una supuesta salvación o liberación. Aquí encajaría Donald Trump, el director de orquesta. Ayudado con Xi Jinping.
Vale decir –eso es lo que nos interesa hoy y ahora- que el sociólogo francés afirma que el comportamiento individual es el indicador del grado de anomia de una sociedad. La anomia o la relajación moral de una sociedad en la cual el ciudadano no sabe qué normas seguir. Así define el DRAE la anomia: “conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación”.
Émile Durkheim caracteriza la anomia como «una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social»
Así caracteriza Émile Durkheim la anomia: “una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el individuo se corresponde con un desconcierto o inseguridad o lo que hoy se puede definir como alienación o pérdida de identidad. La anomia es un estado de la sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza. La anomia es un estado social en que cada individuo o cada grupo buscan por sí solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás… es frecuente en las comunidades sociales cuyos valores y normas pierden fuerza”. En tiempos de Donald Trump, por ejemplo. También, de Xi Jinping.
Los aranceles de Donald Trump conducen a la anomia con la colaboración de Xi Jinping
Las consecuencias de la anomia implementada por Donald Trump por la vía de los aranceles –miedo, peligro, indefensión, inseguridad, desconcierto, desajuste, desviación, contradicción, irregularidad, prepotencia, despropósito, autocracia- conducen al deterioro de las estructuras económicas, políticas y sociales –a veces, también personales y familiares- así como al enfrentamiento con la realidad y con las exigencias presidenciales.
Lo razonable deviene irracional. A lo que hay que añadir los intereses de toda índole, que castigan al ciudadano y al empresario. En definitiva, una anomia que, hoy, impulsa al suicidio social. No a la autolisis o la inmolación -cierto, eso ocurrió en el crack del 29-, sino al que nos convierte en unos ciudadanos, por así decirlo, fuera de juego.
Émile Durkheim –inspirándose a veces en su contemporáneo, el psiquiatra Jacques-Joseph Moreau de Tours– tipifica diversas categorías de suicidio social que ya se perciben en estos nuestros días:
El suicidio egoísta de quienes deciden aislarse del medio social, o económico, en beneficio de un individualismo integral que acaba conduciendo al conformismo. En este caso, al autosacrificio.
El suicidio altruista de quienes optan por combatir en favor de la causa ciudadana con la intención de neutralizar a aquellos que quebrantan las normas. En este caso, el comercio internacional.
El suicidio anómico de aquellos ciudadanos que, desorientados ante los hechos y la realidad, se marginan voluntariamente de lo que ocurre sin mayores reparos. En este caso, de la perturbación generada por Donald Trump.
El suicidio maniático de quienes huyen imaginariamente de los peligros de una realidad que ellos mismos construyen y con frecuencia acaban superando con el tiempo. En este caso, la huida es de la exageración superlativa.
«Uno se pregunta si la anomia generada por Donald Trump es susceptible de transformarse, antes o después, en algún tipo de patología»
El suicidio melancólico de quienes, depresivos, de tristeza exagerada, no aprecian ninguna solución o salida posibles al presente. En este caso, de quienes se niegan, por definición, a articular alguna respuesta.
El suicidio obsesivo de quienes, no teniendo ningún motivo aparente para preocuparse, tienen un instinto negativo que les conduce, por ejemplo, a la tristeza y el desengaño por anticipado. En este caso, se trata del sujeto defraudado sin ninguna esperanza. .
El suicidio impulsivo o automático de quienes son rehenes de una idea fija que les persigue. En este caso, estamos ante el sujeto obsesivo.
La colaboración de Xi Jinping en la anomia occidental: la manipulación interesada –es decir, en perjuicio de la divisa estadounidense- de la divisa china, la apropiación indebida de la tecnología occidental y una economía/comercio chino que vende pero no compra. Ese Xi Jinping al que Pedro Sánchez agasaja, no con flores o con un ejemplar de El Quijote, sino con la reducción de aranceles de las mercancías chinas que acabarán de hundir a las europeas. De mal en peor.
Tres meses de tregua
La incertidumbre del paradón trimestral de los aranceles no resuelve el problema y quizá podría acentuarlo si tenemos en cuenta las malas artes de un personaje imprevisible, impulsivo, caótico y agresivo que genera desconfianza. Un personaje que actúa y cambia de guion en cuestión de minutos. De ahí, los “suicidios” ya citados.
La tregua: ¿táctica o estrategia? ¿La presión del mercado? ¿De la necesidad virtud? ¿Una manera de refinanciar la deuda? ¿La volatilidad de los bonos? ¿La disciplina de la Reserva Federal? ¿La caída del dólar? ¿Una maniobra planificada en beneficio propio? ¿Una maniobra que forma parte de su estrategia de negociación? ¿El compás de espera de un nuevo proteccionismo en ciernes?
Derribar las barreras
Volviendo a Émile Durkheim (1858-1917) y su teoría aquí esbozada, hay que añadir que se trata de un sociólogo del pasado. Cierto. Pero, no es menos cierto que supo analizar “los estados de desorden” que padecen los grupos humanos al devenir cambios de orden económico que afectan a la totalidad del “cuerpo social”.
En una situación “normal” y de “orden”, el hombre no tiende a derribar las barreras que el “cuerpo social” ha establecido con la intención de convivir lo más digno posible. Con Donald Trump, la situación es distinta.
¿Existe la enfermedad de Trump?
Dicho lo cual –el derribo de barreras y los tipos de suicidio social-, uno se pregunta si la anomia generada por Donald Trump es susceptible de transformarse, antes o después, en algún tipo de patología. Algo así como –más allá del egocentrismo y el trastorno narcisista de personalidad- la enfermedad de Trump.