La amnistía no evita los planes de independencia
Pedro Sánchez, de haber necesitado los votos de os diputados de JxCat en otra situación, habría negociado lo que fuera con el objetivo de ser presidente
Si un analista político de cualquier país europeo tuviera que escribir un artículo sobre lo que pasa en España sobre Cataluña, tendría que hacer un intensivo, y aun así, sería difícil que acertara en un diagnóstico claro. Antes te preguntaban: ¿qué pasa en Cataluña? Ahora, la interrogativa se convierte en, “pero ¿qué pasa en España?”.
Aquellos Estados que tienen territorios con intereses separatistas, pueden acercarse al núcleo de la cuestión. Pero las sutilezas de estos movimientos en España son distintos. La diferencia reside, como hemos descrito en muchas ocasiones, en la característica de utilizar al Estado en contra del propio Estado y con una sonrisa. Cierto, es brillante.
Esa es la dificultad que tuvo el Gobierno de Rajoy para entender cómo desenmarañar el ‘procés’ y los errores que comete Pedro Sánchez con relación a su nonata ley de amnistía.
Relajación política y desaparición de movilizaciones
El presidente del Gobierno asegura, una y otra vez, que las decisiones y los acuerdos con los partidos independentistas catalanes ya están dando sus frutos. Pone como ejemplo la relajación política y la desaparición de movilizaciones en la calle. Y es cierto. Pero las razones son muchas.
Por un lado, el 155, las detenciones, los posteriores juicios y sus sentencias situaron a los impulsores de todo aquello frente a una realidad. Aquellos días de 2017 se escucharon en muchas ocasiones expresiones del tipo: “¿y qué nos van a meter en la cárcel?”. Tanto en el espacio político, como asociativo, como ciudadano, se daba por seguro que las instituciones del país no se atreverían a utilizar la fuerza judicial en contra del movimiento. Ese sentido naif de aquello estaba muy extendido hasta entre personas, en principio, inteligentes.
Aquel despertar ante la realidad no sentó bien y ello explica las movilizaciones radicales en las calles de Barcelona frente a las detenciones y el tremendo rebote que provocaron las sentencias, posiblemente los días más duros de toda esa época no olvidada.
Así que la necesidad de Pedro Sánchez de pactar con los partidos independentistas una ley de amnistía se produjo cuando el movimiento ya dudaba de sí mismo, Carles Puigdemont era casi un cero a la izquierda y la ciudadanía más ‘indepe’ comenzaba a no estimularse cuando oía hablar de él.
De ahí muchas de las críticas que caen sobre Sánchez: la de haber dado vida a unos dirigentes en descenso libre. Pero es cierto que existen y que sus prioridades son claras. Y ese es el detalle del que el presidente no es del todo consciente.
Batalla de prioridades políticas
Estamos en una batalla de prioridades políticas. Y para el independentismo pasa por un referéndum, en estos momentos dicen que pactado. Ese es un gran avance. De hecho, si las formaciones que buscan una ruptura con España hubieran sabido esperar su oportunidad, nadie puede negar que, en estos momentos, no se estaría negociando una ley de amnistía, sino una ley de referéndum. Quiero decir que Pedro Sánchez, de haber necesitado los votos de los diputados de JxCat en otra situación, habría negociado lo que fuera con el objetivo de ser presidente.
Pero mantener el negocio de la independencia pasaba por tenerla cerca con promesas falsas, que el sueño se desvaneciera y volver a empezar. Si eso fue así, ahora es lo mismo. Si Pedro Sánchez piensa que el baile independentista ha finalizado con su amnistía, es que entiende bien poco lo que pasa.
Sólo hay que escuchar las declaraciones de Míriam Nogueras o de Laura Borràs sobre los jueces. Inflexibles. Es el estilo. El diálogo independentista siempre ha pasado por sus propuestas y sólo sus propuestas. Renunciar a alguna de ellas significa claudicar. Esa es su metodología. La de siempre.
En el marco de Puigdemont, al menos de él, está ganar tiempo para los intereses de su grupo. Y eso lo debe tener claro Sánchez, aunque en el futuro cercano, muy probablemente, la figura de Puigdemont vaya en retroceso. Así lo deja entrever su entorno. Ya de salida. Aunque este es el gran misterio de los próximos meses. ¿Dónde acabará haciendo política? Las ‘moules frites” son un plato delicioso si se comen en Bruselas.