El afán de poder genera dragoncitos y dragonzuelos
"Lo que resulta perturbador es que estos dragones, vencidos militar y materialmente por la democracia, al menos en el espacio occidental, sobrevivan en muchos usos y mentalidades actuales"
Mario Vargas Llosa, en el Prólogo del ensayo de Pedro González-Trevijano, titulado Dragones de la política (2010), señala que el “dragón es una de las encarnaciones más espectaculares del mal, aquella vocación que inspira el diablo o la naturaleza retorcida de los humanos de hacer daño al prójimo, envilecer y corromper lo existente”.
Precisamente por eso –concluye nuestro escritor-, para dar cuenta de la realidad del ser humano, el hombre inventó el dragón: “al dragón lo inventamos –dice- por lo mal que pensamos de nosotros mismos y por eso, ahora en el cine de ciencia ficción como antes en la literatura y la pintura, luce siempre lozano y se renueva sin tregua, invulnerable a los siglos que lleva encima”. ¿Solo en el cine de ciencia ficción?
Los dragones existen en la política española actual
Semanas después de la publicación del ensayo de Pedro González-Trevijano, la historiadora Carmen Iglesias publica un artículo titulado De política y de dragones (reeditado en la antología de la autora El carácter es el destino, 2024) en donde advierte que “lo que resulta perturbador es que estos dragones, vencidos militar y materialmente por la democracia, al menos en el espacio occidental, sobrevivan en muchos usos y mentalidades actuales, y desde luego en la vida política española actual”.
Prosigue: “los que les han sucedido en su afán de poder, dragoncitos y dragonzuelos de muy variada condición, mantienen –en sus formas autosuficientes, en el «centralismo democrático» claramente leninista de sus partidos, en sus arengas demagógicas, en sus agresivas y descalificadoras propaganda- esa tendencia al autoritarismo y a creerse salvadores de los ciudadanos que hay que guiar y…transformar”.
Los dragones de la vida política española actual
Vayamos a la política española actual y formulemos dos preguntas. Primera pregunta: ¿quién gobernaba en España, en 2010, cuando Pedro González-Trevijano publicó su ensayo y Carmen Iglesias escribió su artículo? Respuesta: el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Segunda pregunta: ¿quién gobierna en España, en 2024, cuando Carmen Iglesias incorpora el artículo De política y de dragones en su antología? Respuesta: el PSOE de Pedro Sánchez.
Pero, ¿qué es un dragón?
Nuestro autor y nuestra autora tipifican un conjunto de dragones que aparecen a lo largo de la historia –Grecia, Roma, Medievo, Renacimiento y así hasta el siglo XX- siendo amos y señores de su mundo. Unos dragones conquistadores, destructores, responsables de grandes matanzas, autócratas, totalitarios y genocidas.
Unos dragones que, aunque diferentes, tienen en común el afán inmoderado de dominación al tiempo que engullen a muchos de su especie –o de otra especie- para consolidarse en el poder. De ahí, que fueran considerados como el mal y, durante la Edad Media y el Renacimiento, se identificaran con los tiranos e, incluso –recuerden la imagen del dragón escupiendo fuego, con el infierno. De hecho, son un monstruo –hipnótico y paralizante- extendido por todas las culturas en formas diversas. Las tinieblas, el devorador del sol, el guardián de la gruta.
Unos dragones que entran en declive con la Ilustración y la aparición –a veces, reaparición- de la Encyclopédie, el declive de los lazos medievales, el cálculo racional, la duda como fundamento, la ciencia, el método científico, la técnica, el individuo, las libertades, la democracia o el mercado.
Y en eso que reaparecen nuevos dragones también en España
El poder y la gloria –a fin de cuentas somos humanos- no desaparecen y, para satisfacer a uno y otra –pongamos por caso durante el siglo XX y XXI-, urgen nuevos dragones que impulsen al sujeto con ambiciones crecientes.
Persecución, destrucción y dictadura
Primera etapa: la guerra, la destrucción y la dictadura regresan a la Unión Soviética leninista, la Alemania hitleriana, la Italia mussoliniana, la España franquista, la China maoísta o la Cuba castrista. Esto es, la nación, el proletariado, el determinismo histórico, la democracia popular, la democracia prescriptiva, la lucha de clases, la persecución de la disidencia, la revolución, la plusvalía, la dictadura del proletariado, el hombre nuevo, la pureza étnica, el Anschluss el nacionalcatolicismo, el monopolio del partido, la autoridad carismática del líder, la primacía de la acción, el agitprop, la omnipotencia estatal, el Secretario General, el Führer, el Duce, el Caudillo, el Guía del Pueblo o el Camarada Comandante. Los dragones.
El matonismo ideológico y los esclavos felices
Segunda etapa: la demagogia, el populismo y la democracia iliberal de vocación y corte autocráticas. Hugo Chávez, Cristina Fernández de Kirchner, Silvio Berlusconi, Nicolás Maduro, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. En España: la sonrisa como máscara, el talante y el diálogo como excusa, la Alianza de Civilizaciones, el trastorno narcisista de la personalidad, la máquina del fango, el Muro, la derecha y el progresismo como justificación, el yudo moral, el imperialismo del bien, la colonización de las instituciones, cartas de amor a la esposa, el desprecio de la ley, la impunidad por poder, ingeniería social deliberada, la policía de la opinión, la recuperación selectiva de la memoria, la dinámica frentista, la diosa sostenibilidad, animales y plantas, la cabaña lanar, el adoctrinamiento antiliberal. El matonismo ideológico. Los dragones.
Los sucesores de los viejos dragones en España
Carmen Iglesias retoma la palabra para advertirnos que es cierto que en el espacio occidental sobreviven dragones ya vencidos –por mucho que se disfracen- por las democracias. Unos dragones que, por ejemplo, perturban la vida política española. Nuestra historiadora matiza. Lo que existe en España son “dragoncitos y dragonzuelos” que, en su afán de poder, han sucedido a los dragones.
Esos dragones –dragoncitos y dragonzuelos, por mejor decir- de fantasía y cuento infantil que, en nuestro caso, descalifican al adversario, al que piensa distinto, al que no comulga con ruedas de molino. Esos dragones de vocación autoritaria que se proponen salvar y redimir a sus congéneres para rediseñarlos a su modo y manera. Esos dragones cuyo objetivo no es otro que el poder.
Frente a ellos, Carmen Iglesias nos recuerda una frase de John Le Carré: “hay que ser héroe para ser simplemente un persona decente”.
El dragón y John Le Carré
Mario Vargas Llosa abre el magnífico libro de Pedro González-Trevijano con una frase que viene como anillo al dedo para cerrar este artículo: “es rasgo indeleble de la idiosincrasia del dragón ser, a la vez, majestuoso, imponente y ridículo, un ser que, al mismo tiempo que aterroriza y repugna, inspira burla y compasión”.
Así van las cosas. Tomen nota.