A propósito del pacto PSC-ERC

De acuerdo con el pacto PSC-ERC Cataluña sería, pues, la primera comunidad autónoma, como tal, en gozar de un concierto económico, pacto fiscal, o como quiera se le califique

Dudo que haya muchos países en los que la política alcance el nivel de mendacidad que se da en España. El campeón es, por supuesto, Pedro Sánchez, que parece no tener límites. Ahora bien, posiblemente sea Cataluña el lugar donde dicha mendacidad se ha convertido en un hábito más general.

Empecemos por el nuevo presidente Salvador Illa. No nos dejemos engañar por su look de predicador cuáquero (¿recuerdan a Gary Cooper en «La gran prueba»?). Sin alterar el más mínimo músculo en su expresión de esfinge nos la ha dado con queso en dos ocasiones. ¿O no recuerdan los lectores como se escandalizaba ante la posibilidad de la amnistía, primero, o del concierto después? En este segundo caso, no hace muchas semanas. ¿Alguna disculpa, algún intento de justificación? Por favor ¿por qué tiene que justificarse el que está en posesión de la verdad revelada y sabe lo que es bueno o malo para la plebe?

En el campo nacionalista la mentira, a fuerza de mitos asumidos incontestablemente, forma parte de su ADN. Pero quisiera destacar un ejemplo concreto para dar pie a mi argumentación subsiguiente. Me ceñiré simplemente a Marta Rovira a su vuelta, después de haber soportado un “penoso” exilio. Nada más llegar nos soltó que el concierto económico, al que aspiraba su partido, ERC, era equivalente al del País Vasco o Navarra. Pues bien, si eso no es una mentira, es ignorancia supina.

Para empezar. No existe un «concierto vasco». Lo que hay son sendos conciertos de las tres provincias vascas con el Estado. De igual manera que no es el gobierno de Euskadi quien recauda los impuestos, sino cada una de las tres diputaciones forales. En última instancia se trata de un privilegio recogido en la Constitución (Disposición adicional primera) que, por muy injusto que nos parezca, remiten a un derecho histórico también constitucional. En absoluto a uno que se remonte al antiguo régimen, como reclama más de una vez el nacionalismo catalán. Los conciertos con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya datan de 1878; en cierta manera fueron otorgados como compensación por la anulación de los fueros, llevada a cabo dos años antes, al final de la última rebelión carlista. Y no se podía otorgar un privilegio semejante a Euskadi, como tal, por la sencilla razón de que legalmente no existía. Ni siquiera el nombre, neologismo inventado por Sabino Arana años después. De hecho, la primera constitución española que reconoce la existencia generalizada de unidades supraprovinciales es la actual. Incluso la de la Segunda República lo que en último extremo contemplaba era únicamente la posibilidad de la formación de regiones, mediante agrupaciones de provincias.

Una cuestión de 1841

La llamada Comunidad Foral de Navarra también goza de privilegio fiscal, pero su titularidad tampoco se corresponde con la actual comunidad autónoma. Antes de la constitución de 1978 tampoco era Navarra, ni podía ser otra cosa, más que una provincia. Y es esa provincia la que lleva a cabo un pacto con el Estado en 1841, origen del actual régimen fiscal. Debe recordarse que Navarra es la única de las comunidades españolas que no tiene aprobado un estatuto de autonomía propiamente dicho. Se rige por la llamada Ley de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral, que implica la adecuación del fuero de la antigua provincia homónima a la nueva realidad territorial.

A medio plazo, ante el hecho consumado, que otra comunidad rica, como Madrid, consiguiera un trato parecido, conduciría al cantonalismo financiero total y a la indigencia del Estado

De acuerdo con el pacto PSC-ERC Cataluña sería, pues, la primera comunidad autónoma, como tal, en gozar de un concierto económico, pacto fiscal, o como quiera se le califique. Otra diferencia que Rovira ignora. Y todavía existe una tercera: mientras los privilegios de las tres provincias vascas y Navarra están protegidos constitucionalmente, como ya he indicado, el pacto fiscal de Cataluña dependería simplemente de la voluntad del poder legislativo. No hay manera de blindarlo sin modificar la Constitución.

A fuer de sincero debo reconocer que sí existe una posible semejanza. Con el tiempo y una caña el secesionismo catalán podría aspirar a que, como ocurre con los territorios forales, la cuota de solidaridad tendiera a cero. No olvidemos que en el imaginario nacionalista la traída y llevada «singularidad» pasa por un mito racista o, incluso, xenófobo: la laboriosidad del pueblo catalán que contrasta con la pereza inmanente existente en otras regiones. Curiosamente en Francia no es extraño que se tenga la misma opinión de «sus» catalanes.

Por supuesto que, de conseguirse la cesión fiscal, eso crearía no solo una situación de desequilibrio financiero sino un peligroso precedente. ¿Se le podría negar a otra comunidad autónoma un trato similar? ¿Con qué argumento? ¿Ahondando en el de la citada «singularidad» catalana? A medio plazo, ante el hecho consumado, que otra comunidad rica, como Madrid, consiguiera un trato parecido, conduciría al cantonalismo financiero total y a la indigencia del Estado. Debe tenerse em cuenta que el llamado déficit fiscal con Cataluña lo calculan los maximalistas en 22.000 millones de euros, casi un 8% del PIB español.

Modificación de la LOFCA

¿Qué posibilidades existen de que el acuerdo, al que se ha rendido el PSC, con permiso de Sánchez, se materialice? A mi modo de ver son escasas. Como se ha dicho y repetido su concreción pasa por una modificación de la LOFCA (Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas), que requeriría una mayoría absoluta en el Congreso. Es decir, supondría que el bloque que invistió a Sánchez se conservara íntegro. Eso sucedió con la Ley de Amnistía, gracias a la sumisión de los diputados socialistas a las directrices del aparato y a la aquiescencia de los partidos periféricos, de tendencia nacionalista o confederal. Pero ahora la cosa no va de una cuestión más o menos etérea como la amnistía. La pela es la pela. Empieza a haber ruido de fronda en las organizaciones socialistas de diferentes comunidades. Y más allá del PSOE el invento de la Sonrisa del Régimen puede pasar de llamarse Sumar a denominarse simbólicamente Restar por lo que se refiere a la cuestión. Compromís y Chunta, por ejemplo, ya han dado serios signos de intranquilidad.

Salvador Illa, presidente del PSC. Foto EFE

Pero, atención, aunque el pacto fiscal de Cataluña dependa del Poder Legislativo, como he dicho antes, de salir adelante la iniciativa podría no haber marcha atrás, aunque se constituyera una mayoría alternativa a medio plazo en las Cortes Generales. Nunca ha habido retroceso en las muchas cesiones que los dos grandes partidos han hecho a los nacionalismos. Estaríamos, en consecuencia, ante un golpe fuerte y definitivo a la estructura del Estado-Nación.

Una pegunta que surge inmediatamente, ante lo expuesto, es si el pacto aludido es simplemente un acto más de oportunismo o responde a un proyecto para alterar en profundidad la estructura constitucional española. De todo puede haber. Por un lado, pensar que por parte de Pedro Sánchez pudiera haber un proyecto político coherente, aunque no nos gustara, es atribuirle virtudes de las que, a mi parecer, carece. Desde su egolatría parece que lo único que le interesa es conservar el poder. Y si por casualidad se complicara realmente la situación legal de su entorno, cabe preguntarse hasta qué extremo sería capaz de llegar. Pero, por supuesto, no todos son como él en el bloque en el que se sustenta. Hay sectores de mucho peso cuya actuación sí responde a un proyecto político claro (y del que no se esconden); lo que ya se conoce como confederalización. Incluye desde sectores populistas ligados a la ideología de Podemos, a restos del naufragio de PCE-IU, que juegan un lastimoso papel. Es decir, fuerzas que se reclaman de izquierdas apuestan claramente por la desigualdad como precio a pagar por su meta. Y sobre todo el aparato del PSC, con unos planteamientos cada vez más identificados con el nacionalismo. El plumero para Illa hablando, en su discurso de investidura, de “estado plurinacional”.

La pregunta, que también ha surgido, es si la materialización de la cesión de la caja, que representa el acuerdo PSC-ERC, puede ser un estímulo para proseguir por la vía independentista. Es evidente que hay sectores del nacionalismo catalán totalmente irreductibles, aunque, por ejemplo, se les ponga ante sus narices el déficit por lo que hace al sistema de pensiones. Pero, personalmente, si yo fuera indepe, tendría presente aquel dicho anglosajón de “the best of both worlds” (lo mejor de ambos mundos). Objetivamente sería un momento para que se actuara con “seny” y no con “rauxa”. Veremos.

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