El peligro de la baja productividad de los servicios en España
De Guindos ningunea las advertencias de la Comisión Europea y el Banco Central Europeo
La Comisión Europea y el Banco Central Europeo han celebrado el reciente cambio de tendencia de la dinámica económica del país. En su cuarto informe de vigilancia sobre España han destacado que esperan que se consolide, pero han lanzado avisos muy serios sobre la situación.
La reacción de las autoridades, por lo menos del Ministro de Economía, Luis de Guindos, ha sido ciertamente llamativa: afirmar que el informe es positivo y, de paso, ningunear las advertencias. Los partidos de la oposición tampoco le han prestado apenas alguna atención y, desde luego, tampoco parecen dispuestos a asumir los cambios que se están reclamando.
La sensación de los ciudadanos, en vísperas de unas elecciones generales que se anuncian como el fin de la época de los gobiernos de un solo partido, es de que la cosa no debe ser importante. Los reparos y advertencias de la Comisión y del BCE, mejor olvidarlos. ¡Como si fueran producto de alguien que no nos quiere bien!
El futuro de los ciudadanos en peligro
Pero desconocer, una vez más, las advertencias comunitarias sería un error mayúsculo, puesto que es justamente el futuro de los ciudadanos, de sus posibilidades de encontrar trabajo, de la sostenibilidad de sus pensiones y de la calidad de los servicios públicos, como la sanidad o la educación, lo que está en juego.
El informe pone un énfasis más que notable en dos clamorosas inacciones del actual Gobierno. Por un lado, ha desconocido absolutamente la urgencia de llevar a cabo la verdadera y profunda reforma administrativa, pendiente desde 1978.
No es nada nuevo. Lo mismo hicieron los gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero. Por otro lado, la reforma de los servicios profesionales sigue en estado de espera permanente.
Ambas reformas pueden hacer una contribución fundamental al cambio de la dinámica del sector terciario en España, que es ahora mismo todo menos positiva. El crecimiento económico depende crucialmente de la productividad. El PIB y el bienestar material de los ciudadanos crecen solamente si aumenta la eficiencia productiva de los que trabajan.
El grave problema de la productividad
Pues bien, si tomamos una perspectiva de largo plazo, la evolución de la productividad de los servicios aparece como uno de los mayores impedimentos para una auténtica salida de la crisis en España.
Desde 1985 hasta 2013 prácticamente no ha aumentado. Nuestro PIB per cápita es más elevado que el de entonces gracias a los incrementos de productividad de agricultura, industria y construcción. Los servicios, que habían progresado de un modo espectacular entre 1955 y 1985, se quedaron plantados en un nivel que no ha mejorado apenas.
Pero sucede que ahora ya suponen casi el 75 por ciento de la economía. Por mucho que haga la industria, puesto que la agricultura y la construcción tienen ya poco margen, poco podrá modificar la eficiencia productiva del conjunto. Y, por tanto, su efecto sobre el crecimiento será pequeño, muy pequeño.
Evolución de la tecnología
Entre tanto, se han producido profundas transformaciones en la tecnología que emplean muchas de las ramas de la producción agrupadas en los servicios. Basta recordar la sustitución del viejo comercio familiar de barrio por las grandes superficies en régimen de autoservicio, el empleo generalizado de los ordenadores y de las tarjetas de crédito, las espectaculares innovaciones en el terreno de la tecnología de la información y las comunicaciones o el extraordinario desarrollo de los nuevos medios de transporte de mayor capacidad o de rapidez muy superior, como los buques de carga de contenedores, los ferrocarriles de gran velocidad o las aeronaves de nuevo tipo.
Si con todos esos extraordinarios cambios no hay ganancias de productividad en el conjunto de los servicios, tiene que existir un lastre muy pesado para impedir que se amplíe la eficiencia productiva del sector. Desde luego, ese lastre existe y es muy pesado. Una gran parte del mismo está en las propias Administraciones Públicas. Seguimos esperando, por ejemplo, la supresión de las Diputaciones Provinciales. ¿En qué otro país del mundo mundial existen dos administraciones subestatales sobrepuestas?
Más dificultades para salir de la crisis
Otra parte está en el fárrago con que el propio aparato del Estado castiga a los ciudadanos y especialmente a los emprendedores. O la inacción y desesperante demora de la acción de la justicia. Y en la falta de competencia en los mercados. Todo esto tiene mucho que ver con la incapacidad para salir de la crisis.
Por cierto, ¿el gobierno, o los partidos de la oposición, o las cámaras parlamentarias (del Estado y de las Comunidades Autónomas) van a convocar a los expertos y les encargarán diagnósticos y propuestas? ¿Hay algún proyecto serio y responsable para hacer más transparente, más simple y, sobre todo, mucho más barata la actuación de los poderes públicos? La respuesta es no.