Borja Prado: la Endesa de Arsenio Lupin
Vende a trozos la compañía que un día fue el emblema de la riqueza del país
En 1998, Aznar privatizó Endesa y, desde entonces, la luz ha subido un 80%. España es rehén de una clase dirigente irresponsable, cuya actitud se divide en dos: postureo e impostura.
Con ejemplos como el gobernador del Banco de España, que amenaza a los pensionistas después de subirse el sueldo, y Borja Prado, presidente de Endesa, que se vende a trozos la compañía que un día fue el emblema de la riqueza del país. Endesa tuvo un patrimonio implícito incalculable hasta que llegó Manuel Pizarro, un empresario impuesto por su amigo Aznar y la puso en valor (perdón, en venta).
Los fondos CVC y KKR y Macquaire han desvelado que tratan de hacerse con el control de la empresa. Es el último episodio de un atraco a España perpetrado por españoles engominados. Todo empezó cuando Manuel Pizarro descodificó todos los activos estratégicos de la compañía (centrales hidráulicas interminables, ciclos combinados y grupos nucleares) y los puso a tiro del comprador: el grupo italiano Enel. Se había completado el robo del siglo.
Desde entonces, Endesa es un auto de fe, una especie de Die Blendung, el título con el que Elías Canetti designó la destrucción de la memoria. La gran compañía eléctrica es una extinción del pasado infligida al corazón del país por los prepotentes de pulserita roja y gualda. Ahora, Borja Prado la gestiona a cambio de una vida muelle.
El hijo de Manuel Prado y Colón de Carvajal –ex financiero de la Corona, imaginero kuwaití en los años de la Guerra del Golfo– no se limita a administrar el desinfle de su familia. Él se lo ganó casi todo en el golf de Sotogrande. Dicen que en los greens se cierran operaciones de alto diseño, aunque sus terrazas de mesa camilla están pobladas de caballeros aterciopelados con aires de Eton College y mangas deshilachadas.
Borja Prado fue presidente en España de la Banca Rothschild, hasta que David de Rothschild se cansó del Madrid del ladrillo y lo cambió por la Barcelona marítima. Es un experto en el cálculo del equity. Su ingeniería ha ido desmontando la estructura industrial de Endesa para ponerla en manos de Enel. El caso más flagrante es el de Enersis, la filial chilena, que fue separada de la matriz y traspasada directamente a la panza patrimonial de la empresa estatal italiana.
En el pasado ejercicio, Endesa obtuvo un megacrédito sindicado de 7.500 millones de euros, concedido por el BBVA (el banco presidido por Francisco González), que desplazaba al Santander, como entidad amiga. El dinero apalancado en las garantías de la eléctrica fue a parar al grupo italiano. Y con el préstamo, Enel pagó el dividendo a los accionistas de Endesa correspondiente a la desinversión de Enersis. Es el mundo perdido de Arsenio Lupin.
Con la llegada de Enel en 2004, la Endesa privatizada se nacionalizaba por segunda vez, pero en manos del Estado italiano. Menudo pase. El día que Pizarro se marchó a casa y le traspasó la presidencia a Borja Prado, habíamos perdido la joya de la corona; y decidimos encargarle su gestión a Pimpinela Escarlata. A ello contribuyeron las maniobras de Aznar y a la ingenuidad de Zapatero, aunque su ministra de Economía, Elena Salgado, acabó trabajando para los italianos, igual que Pedro Solbes y que José María Aznar (silencio inmarcesible ante el dolor ajeno).
Endesa en su conjunto llegó a tener un neto patrimonial incalculable. Pero ahora deconstruida en piezas, vale 50 veces menos. En la economía de los costes unitarios y la contabilidad creativa, el conjunto es muy superior a la suma de las partes. Es imposible calcular cuánto valía cuando era pública, aunque sepamos que su valor a día de hoy equivale a los 15.000 millones de euros de su capitalización bursátil.
Su matriz, Enel, controlada en más del 30% de forma directa o indirecta por el Estado italiano, se hizo con el 92% del capital de Endesa en un primer momento. En la actualidad, tras la última OPV, la italiana se ha quedado con el 70%. El resto es de los bancos o navega en el free float de los minoritarios.
Endesa ha ido del todo a la nada. Un muro de auditores, abogados, consultores financieros, reguladores, registros mercantiles y comisiones de Energía y Competencia se levanta para garantizar la opacidad de esta transición vergonzante. ¿Cuantas comisiones se han ganado con la destrucción del patrimonio energético de España? ¿Y quién se las ha embolsado? Borja Prado, buen gestor, solo abría y cerraba puertas mientras alternó la eléctrica con la presidencia de Mediobanca o con una vocalía en Lazard, allí donde tuvo un pluriempleo Rodrigo Rato Figueredo.
De vez en cuando, festonea la herencia diplomática de su padre en la Comisión Trilateral. Y en los crudos inviernos de cortes de luz por falta de pago en los hogares de la pobreza energética, Borja se entretiene en la urdimbre accionarial hispano-italiana. Compra, vende y corta el cupón en el mercado al contado, allí donde la avaricia rompe el saco y algunos «españoles se divierten», como en el fandango de Boccherini.