La mayor movilización de la izquierda en autonómicas desde 2009 fracasa ante el PP en Galicia

El crecimiento del BNG moviliza más voto que el auge de las mareas y de Podemos; PSOE, BNG y Sumar obtuvieron 116.000 papeletas menos que en las generales de 2023, mientras que el PP logró casi las mismas

De izquierda a derecha, José Ramón Gómez Besteiro, Ana Pontón y Marta Lois

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La elevada participación en las elecciones gallegas, por encima del 67%, se alcanzó gracias a una fuerte movilización tanto de la derecha como de los votantes de izquierda. Si el PP logró más de 700.000 papeletas por primera vez desde las elecciones de 2009, en las que Alberto Núñez Feijóo arrebató la Xunta al bipartito de Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana, BNG, PSOE y Sumar reunieron 702.936, también la mayor cosecha de las fuerzas llamadas progresistas en unas autonómicas gallegas desde esas mismas elecciones de 2009.

Por tanto, el éxito de Ana Pontón, con el mejor resultado histórico de su partido, no se explica por una simple transferencia de votos del PSOE, que obtuvo su peor registro. José Ramón Gómez Besteiro se dejó 46.000 respecto a los que consiguió Gonzalo Caballero y 47.000 en relación a las elecciones de 2016, sin Covid y con Xoaquín Fernández Leiceaga al frente de la candidatura. Los nacionalistas, sin embargo, elevaron sus apoyos en 156.000 votos, muy por encima de los que perdieron los socialistas.

Pontón supera a Beiras y Podemos

En las autonómicas de la pandemia, BNG, PSOE y Galicia en Común (Anova, Podemos y Esquerda Unida) movilizaron a 616.720 votantes. Cuatro años antes, nacionalistas, socialistas y En Marea habían conseguido 644.952 papeletas, mientras que en 2012 fueron 639.161, entonces sin Podemos, Ciudadanos y Vox en el tablero de juego, aunque sí concurría la Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) de Xosé Manuel Beiras y Yolanda Díaz. Por tanto, el auge del BNG y la perspectiva de que Ana Pontón pudiera alcanzar la presidencia del Gobierno gallego movió más al electorado de izquierda que la etapa de mayor fortaleza de Podemos y el llamado rupturismo.

Esta fuerte movilización no se tradujo en un mejor resultado en porcentaje de votos o diputados porque provocó una movilización equivalente en la derecha. El votante del PP salió en masa el pasado domingo ante la posibilidad de perder la Xunta a la que apuntaban algunas encuestas, entre ellas el CIS, y ante el temor a que el BNG alcanzase el Gobierno gallego. No es tampoco una novedad. En 2005, las elecciones en las que salió derrotado Manuel Fraga, el PP recabó 756.562; y en 2009, cuando Feijóo recuperó la Xunta, reunió 789.427. Entonces no había riesgo de que el BNG alcanzara la presidencia de la Xunta, pero sí expectativa de que el PP la perdiera o la recuperara. En el resto de autonómicas hasta este domingo nunca alcanzó las 700.000 votos.

¿Afectó la amnistía?

Con estas cifras, parece difícil interpretar que la amnistía haya afectado demasiado a la izquierda. Aunque los acuerdos de Pedro Sánchez con los independentistas hayan podido servir de acicate para que el votante del PP acudiera a las urnas, parece que la propia percepción de unas elecciones igualadas fue un estímulo mayor. Desde la crisis de los pélets, el propio equipo de Alfonso Rueda trasladó el mensaje interno de unas elecciones disputadas y presionó con fuerza a los alcaldes populares para que movilizaran todo lo posible el voto. Encendió la llamada maquinaria del PP gallego, que parece inmune a las bajas de Feijóo o de la familia Baltar. En las elecciones generales de 2023, Feijóo cosechó en Galicia un volumen de votos similar al de Rueda el pasado domingo, 712.881 papeletas.

En el caso de la izquierda ya convenimos que no había acudido tanto a las urnas desde 2009. Sin embargo, en la comparativa con las elecciones generales del año pasado perdió 116.000 votos. Apoyaron a PSOE, Sumar y BNG en aquellos comicios 819.000 personas, por lo que una parte de sus potenciales votantes, que hubiera sido decisiva en las autonómicas, se movieron a la abstención o hacia otras opciones. La caída más llamativa quizá sea la del Partido Socialista, que redujo a menos de la mitad los 486.832 votos que logró Pedro Sánchez en las generales, a pesar de que el propio presidente del Gobierno se implicó como nunca en la campaña.

Es difícil saber si la amnistía o la percepción de que el PSOE sería una fuerza subalterna del BNG tras un hipotético cambio en la Xunta desmovilizó a estos votantes. Los números dicen que desde la caída del bipartito (con 795.200 votos), hay unos 100.000 electores que habían apoyado a la izquierda y que no se han sentido concernidos por las autonómicas, aunque sí votan en las generales. Esto sucedió del mismo modo en 2019, sin amnistía de por medio, cuando la izquierda rozó las 800.000 papeletas en las generales (PSOE, BNG, Podemos-EU, Más País) y bajó a 616.720 en las autonómicas, condicionadas por el Covid.

Este voto dual también explica por qué el BNG se consolida como primera fuerza de la oposición en la Xunta con un resultado histórico solo unos meses después de ser superado por Sumar en las generales en Galicia. O por qué Democracia Ourensana pierde el 50% de los apoyos que obtuvo en las municipales en la ciudad de Ourense cuando se presenta a las autonómicas.

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