USexit

En el escenario de las relaciones internacionales, EE.UU. no parece precisamente el mejor partner, amigo o aliado más fiel o fiable; el ahora reelegido presidente está traicionando claramente a los tradicionales aliados, algo que ya había hecho en su anterior mandato

Archivo – El presidente de EEUU, Donald Trump

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Los británicos, también reconocidos como anglosajones, se han caracterizado por su singularidad (lo contrario de pluralidad), como en el popular dicho de que ellos son el continente y el resto de Europa la isla. Son “muy suyos” (es decir, no “muy nuestros”), como en lo del volante a la derecha, las medidas no métricas (millas, galones,…), etc. También está la famosa “flema británica”, quizás una forma eufemística de investir su “particular” carácter.  Y esto, claro está, no es de ahora, sino que viene de antaño.

Ningún imperio se ha hecho “por las buenas”, ni el romano, ni el otomano, ni el español, etc. Pero en el caso anglosajón resulta característico su modus operandi. Desde aliarse con piratas (pasados a llamar corsarios) para robar el oro y la plata de los galeones españoles ─llegando incluso a nombrar Sir a uno de ellos, Francis Drake, al que, precisamente, se le “pararon los pies” en A Coruña, en 1589, en la famosa gesta de María Pita─; a falsificar la historia e insuflar su flema, como en el caso del cacareado desastre de la Armada Invencible española y la omisión de la derrota militar más estrepitosa de su Contraarmada (S. XVI). Y reincidiendo en la apropiación de lo ajeno, sea territorio (Gibraltar, Malvinas, Hong Kong,…), patrimonio (los frisos y de las estatuas del Partenón de Atenas, el tesoro del faraón egipcio Tutankamón,..), etc.

Indudablemente, esta manera de ser y comportarse las llevaron consigo o exportaron a lo que hoy se conoce como EE.UU.; donde, además, no fue precisamente lo mejor o más granado de esa sociedad, igual que en el caso de las migraciones en Irlanda, Italia o España. Aunque en esto también pusieron su sello, con la única estructura legalizada de servidumbre penal y sistema organizado de transporte de convictos: se estima que entre 50.000 y 60.000 prisioneros británicos fueron enviados al otro lado del Atlántico entre el siglo XVII y la independencia colonial en 1776.

Como “marca de la casa”, también aquí continuó la apropiación indebida de tan basto territorio, con todas sus riquezas ─nada menos que a costa del genocidio de las poblaciones nativas─; más las “fakes históricas”, creando la versión cinematográfica de “indios y vaqueros”, exportada al mundo entero.

Lo mismo que se podría decir con respecto a lo de ser “la mayor democracia del mundo”; algo que en su época llamó la atención a Alexis de Tocqueville (1805-1859); pero que, una vez pasada la novedad, se ha podido comprobar que tampoco era “oro todo lo que relucía”. Como que una persona negra (descendiente de las que fueron arrancadas a la fuerza de su territorio y que convirtieron en mano de obra esclava) no se pudiera sentar en un autobús público hasta 1956; o que hasta 1965 no se eliminasen las barreras que impedían el ejercicio del derecho a voto por parte de los afroamericanos; o los casos más actuales de Asange (contra la libertad de prensa), Snowden (programas de vigilancia), Guantánamo (detención indefinida, tortura,…), o el asalto al Capitolio por parte de los trumpistas al perder las elecciones de 2020.

Esto mismo (“otra película”) se podría aplicar a su relación con los aliados. En la I Guerra Mundial, aunque el hundimiento por Alemania del barco estadounidense Lusitania pueda tomarse como “la gota que colmó el vaso”, los motivos e intereses económicos (interrupción del comercio y asegurar los préstamos otorgados), así como la promesa alemana a México de recuperar los territorios perdidos (Texas, Nuevo México y Arizona), fueron los auténticos motivos de la intervención de los EE.UU.

Mientras que, en la II Guerra Mundial, por mucho que Gran Bretaña le pedía al país prohijado que interviniese, no fue hasta que Japón atacó Pearl Harbor cuando se produjo la misma, ya que el país nipón era aliado de Alemania e Italia.

Será mejor que hagamos nuestras vidas, nuestras economías y nuestro futuro sin aliados que realmente no lo son

Tampoco el “Programa de Recuperación Europea”, conocido como “Plan Marshall” (1947-1952) fue concebido como una ayuda altruista tras la segunda guerra mundial, sino como una operación política (anticomunista) y económica, a través de las condiciones de los créditos concedidos, supeditados a comprar suministros y productos norteamericanos; lo que favoreció sobre todo a EE.UU.

Con este resumen de repaso, y sabiendo de antemano que en todos los países se “cuecen habas” de este u otro tipo, lo que pretendo decir es que, si nos abstraemos de lo que nos han vendido a través de su industria del cine y demás parafernalia del llamado “sueño americano” o de la American Way of Life (posiblemente una ─otra─ herencia o variante de esa flema antes referida), en el escenario de las relaciones internacionales, EE.UU. no parece precisamente el mejor partner, amigo o aliado más fiel o fiable. De hecho, el ahora reelegido presidente está traicionando claramente a los tradicionales aliados, algo que ya había hecho en su anterior mandato.

Que esté “codo con codo” con Putin, después de todo el característico anticomunismo norteamericano, además de la hipocresía que ello supone (también de sus partidarios o seguidores) y de mostrar claramente que actúa solo por interés; también indica que ambos gerifaltes se entienden bien, es decir, que comparten formas de ser y de gobernar, así como, según el informe del exdirector del FBI, Robert Mueller, favores electorales e, incluso, servicios de prostitución.

Tampoco parece descabellado suponer que el inquebrantable tándem entre EE.UU. e Israel, sobre todo ahora con dos personajes similares en sus respectivos gobiernos, esté tras el actual desprecio hacia los que han sido los comunes aliados. Un pueblo, el judío, perseguido, expulsado y hasta exterminado a lo largo de la historia en el continente europeo y que, más allá de películas o series tituladas Revenge, parece estar llevando a cabo, a través o con los USA, su particular revancha o venganza.

Así que se puede decir que estamos ante otra demostración de la singularidad (no pluralidad) de la idiosincrasia anglosajona. Como la que demostraron con el Brexit, una “cagada monumental”, como ahora reconocen hasta los que mintieron, hicieron campaña y votaron por esa salida de U.K. de la Unión Europea (como el padre y la hermana del ex-Primer Ministro y promotor, Boris Johnson, en el documental Lamentando el Brexit, dirigido por Pilar Requena). Asimismo o de forma parecida, ahora estamos ante el “USexit”; que considero otra “metedura de pata” histórica, en buena medida, debida a esa característica forma de ser o idiosincrasia.

Tanto un movimiento (el Brexit) como otro (el USexit) reflejan un giro hacia el nacionalismo y la soberanía, desafiando las estructuras de cooperación internacional. Ambos han provocado divisiones dentro de sus propios territorios y han tenido repercusiones en la política y economía de todas las partes, así como en las relaciones internacionales. Los dos movimientos han generado tensiones con los aliados tradicionales y han llevado al aislamiento respectivo de U.K. y EE.UU. en el escenario global. Ambos han traído la incertidumbre económica, cambios en las relaciones comerciales y en las políticas de inmigración.

Así que se repite el sello anglosajón, históricamente también: si de aquella unos invistieron caballero a un pirata, ahora otros reponen como presidente a otro pira…do.

Y va siendo hora de que “llamemos a las cosas por su nombre”, asumiendo a quién tenemos de vecinos o como “compañeros de viaje” y actuemos en consecuencia. Si la mayoría de británicos votaron que no se sentían parte de la Unión Europea, menos aún los yankees. Así que será mejor que hagamos nuestras vidas, nuestras economías y nuestro futuro sin aliados que realmente no lo son.

P.D.: Lo mismo que no todo en España ha sido picaresca ni tampoco es fiesta, tanto en este artículo como en el anterior (American First Psycho), ni mucho menos, pretendo generalizar o estereotipar toda la historia ni a las poblaciones anglosajona, británica o estadounidense. Simplemente he tenido en cuenta unos hechos que considero pueden ayudar a comprender o dar una idea sobre acontecimientos ocurridos y que están suc

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