San Cibrao: ¿próxima víctima del patriotismo de bandera y saldo?
Por querer proteger a sus empresas, Trump puede acabar fastidiando a una de las suyas, caso de Alcoa. Es el nivel premium de la incoherencia geopolítica y de un poco de ignorancia

Vista exterior del complejo de Alcoa en San Cibrao / Europa Press
Hay pocas cosas más peligrosas en política que un “megapatriota” con memoria corta. Y si ese patriota, además, tiene acceso al botón nuclear de los aranceles, la tormenta está servida. En San Cibrao, donde cada turno de trabajo de Alcoa suena como un latido industrial de un desfibrilador, ya empieza a notarse la sombra de un Donald Trump que vuelve a la carga con su “America First”. Un eslogan pegajoso que, si uno rasca un poco, resulta ser más un “America Only” que otra cosa.
El mismo Trump que presume de defender las empresas de su país, está a punto de darle un buen viaje (quizá el último) a una planta que, aunque esté plantada en la costa lucense, es parte de una multinacional americana. Alcoa San Cibrao, que lleva décadas sacando adelante aluminio primario, pertenece como todos sabemos a una empresa de Estados Unidos. Es decir, los mismos aranceles y barreras que Trump quiere levantar para frenar al aluminio europeo, van a golpear a una empresa americana en territorio gallego.
Porque claro, si Alcoa Galicia vende aluminio a un cliente en Chicago, ese aluminio ya no es aluminio de Alcoa, sino “aluminio europeo”, que es poco menos que decir “aluminio sospechoso”. Y a pagar peaje toca. Si eso es defender la industria local, que venga alguien y me lo explique con un croquis, el mismo Elon si gusta.
Si Trump quiere proteger su industria, lo que está haciendo es justo lo contrario: hacer que Alcoa prefiera invertir en EEUU y no en Galicia
Y ojo, que el problema no es solo pagar más. En una planta como San Cibrao, cada tonelada que no sale es un disparo al pie. Cuando baja la producción, suben los costes, porque mantener las cubas, pagar a la gente, mover el puerto o mantener las contratas cuesta lo mismo o más, aunque fabriques menos. Menos mercado, menos producción, menos eficiencia. Una espiral perfecta hacia el desastre. Si Trump quiere proteger su industria, lo que está haciendo es justo lo contrario: hacer que Alcoa prefiera invertir en EEUU y no en Galicia. Y cuando una planta deja de ser estratégica, se convierte en una molestia contable. Ya sabemos cómo acaban esas historias. Querido presidente: el mundo es global.
La situación tiene su relato: mientras los trabajadores de San Cibrao siguen remando para mantener la planta a flote, lidiando con el precio eléctrico más caro de Europa, con el aluminio chino reventando precios y con la eterna pelea de la Xunta y el Gobierno central para ver quién se pone la medalla de salvador, que a nadie salva, resulta que el golpe final puede venir desde el mismo Washington. Por querer proteger a sus empresas, Trump puede acabar fastidiando a una empresa de las suyas. Es el nivel premium de la incoherencia geopolítica y de un poco de ignorancia. Igual la solución es fichar a Abascal de director del complejo, quien sabe.
¿O acaso en Alcoa van a empezar a diferenciar entre trabajadores de primera y de segunda, según el código postal de la planta? Porque si de verdad creen que un tipo de Kentucky es más Alcoa que un gallego que lleva 30 años trabajando en San Cibrao, es que no han entendido nada sobre el mundo.
Mientras tanto, aquí en A Mariña seguiremos esperando por una política industrial con más memoria y menos bandera. Porque ya está visto que, en este tablero, el juego no va de defender a los trabajadores, ni siquiera a las empresas. Va de lanzar titulares para que aplaudan cuatro hooligans y que pase lo que pase, el golpe lo paguen los de siempre: los que fichan a las seis de la mañana.
San Cibrao no necesita lecciones de patriotismo, de ninguno. Lo que necesita es luz barata, estabilidad y un poco de sentido común. Lo que le sobra es humo y banderas de quita y pon.