¿Quo Vadis Europa? (II)

Segunda de las tres entregas de las reflexiones de Fernando González Laxe sobre el papel a desempeñar por la UE en el nuevo tablero internacional, expuestas ante la Real Sociedad Económica de Amigos del País

Mario Draghi y Ursula von der Leyen en la presentación del informe de Draghi sobre la competitividad de Europa en septiembre de 2024 / Europa Press

Mario Draghi y Ursula von der Leyen en la presentación del informe de Draghi sobre la competitividad de Europa en septiembre de 2024 / Europa Press

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Europa ha experimentado y registrado transformaciones profundas en los últimos decenios. En la actualidad, es la tercera potencia mundial en términos de población (450 millones de habitantes). Se sitúa por delante de EE UU (340 millones de personas) aunque en términos de PIB y, sobre todo, de PIB per cápita, bastante por debajo. De esta forma, el PIB pc europeo fue en 2023, de 47.000 euros por 68.000 euros en EEUU; y la productividad media, medida por PIB/horas trabajadas, registra 56 euros a la hora en la UE y 76 euros por hora en EEUU.

Los rapports dirigidos por Enrico Letta y Mario Draghi, ambos en 2024, subrayan varias notas de interés: a) existe una gran diferencia en lo que respecta al número de grandes empresas (las mayores de 250 trabajadores); b) en términos de capitalización bursátil, ninguna de las diez empresas más grandes del mundo tienen sede en Europa; c) más de la mitad de las empresas unicornios (start-ups globalizadas que facturan más 1.000 millones de dólares anuales) están localizadas en EE UU; d) el gasto en I+D+i en la UE es solo el 2,2,% del PIB, en tanto que en EEUU asciende al 3,5%; y e) el coste de la energía en la UE es tres veces superior al de EE UU. Además de estos datos resulta interesante conocer el destino de las inversiones. En EEUU se dirige hacia aquellos sectores tecnológicos de alto crecimiento; en tanto que, en la UE, la estructura económica industrial se mantiene estancada, muy centrada en sectores tradicionales como el automóvil o el textil. Tal diferencia de horizontes pone de manifiesto que en la UE falta dinamismo, se apuesta por ciclos de baja inversión, de baja innovación y de baja productividad.

  • La UE busca fomentar el crecimiento empresarial; la aplicación de normas que supongan la descarbonización del modelo productivo y poseer mayores facilidades para el comercio y la inversión

Por otro lado, la fragmentación del mercado de trabajo y la carencia de un ecosistema sólido de capital-riesgo contribuye a dificultar la expansión de las start-ups, que se trasladan a otras latitudes geográficas y a la búsqueda de nuevos mercados, tratando de mejorar sus ratios de rentabilidad. Finalmente, el exceso regulatorio europeo obstaculiza y dificulta la adopción de un nuevo marco de funcionamiento competitivo ya que el exceso de burocracia y la necesidad de múltiples informes ralentizan la inversión en sectores y actividades claves.

Ante estas circunstancias, la UE busca fomentar el crecimiento empresarial; la aplicación de normas que supongan la descarbonización del modelo productivo; poseer mayores facilidades para el comercio y la inversión; y desarrollar mejoras infraestructuras y equipamientos. No obstante, los actuales rasgos predominantes del nuevo desorden global permiten la emergencia de nuevos problemas derivados de la falta de integración económica de las grandes potencias mundiales, de las amplias e intensas fricciones comerciales en sectores básicos y de transformación, provocando una limitación del potencial económico de muchas áreas geográficas.

Dicho entorno económico global hace que en Europa se constate, a día de hoy, un sentimiento de malestar de los ciudadanos con el papel y funcionamiento de los entes comunitarios; con el incremento de las disparidades económicas y territoriales; por el estancamiento de la clase media; por la consolidación de las “trampas del desarrollo”; por el exceso de regulación administrativa, comercial y digital; y por el aumento de las migraciones ilegales.

Falta, pues, un liderazgo fuerte y una visión de futuro. Alain Touraine escribía en 2010 (El País, 28 mayo) lo siguiente en relación a la pregunta de cuáles deben ser en el futuro las relaciones entre la UE y Estados Unidos: “Los europeos demostraron que no querían desempeñar un papel activo en la política mundial al elegir como presidente y ministra de asuntos exteriores de la UE a unas personalidades poco conocidas y, en lo que respecta a la segunda, poco preparada para asumir dichos papeles”. Para seguir con un análisis premonitorio que luego se comprobó cierto, escribía que “todo se desarrolla como si los europeos hubiesen decidido dejar que EE UU se siga ocupando de los asuntos mundiales, mientras ellos se consagran a la tarea, casi infinita, de terminar su integración, ahora mediante la incorporación de los países balcánicos, sin ni siquiera examinar seriamente los sólidos argumentos presentados por muchos”.

En suma, la búsqueda de las causas de las debilidades de Europa obliga a citar, entre otras, a la pérdida de confianza en su presente y futuro, lo que acarrea su impotencia e incluso su negativa a proponer nuevos modelos a sí mismo y al mundo. La impotencia suele explicarse, fundamentalmente, por la diversidad y por las contradicciones de los intereses nacionales en Europa y en la construcción de esta. Esto es, encerrarse en los intereses nacionales en unas reglas comunes económicas, jurídicas, sociales, medioambientales y políticas que no permiten avanzar a la velocidad, alcance e intensidad requerida.

Europa debe, pues, volcarse hacia el exterior y recuperar la influencia que sus propios errores le hicieron perder, su fortaleza y ritmo.

Ante la segunda presidencia de Trump

La economía mundial afronta el segundo cuarto del siglo XXI con señales de cambio de paradigma; marcado, fundamentalmente, por el regreso de Trump a la presidencia americana. Se podría caracterizar esta nueva era de: a) un nuevo impulso de nacionalismo económico (por la vía de las guerras comerciales y la imposición de aranceles); b) por un nuevo revulsivo en el sector energético (con la voluntad de incrementar las energías fósiles); c) por un apoyo y cambios en otros sectores (como el tecnológico y el financiero); y d) por las modificaciones en el campo de las regulaciones. En todos ellos se esperan cambios notables y se abren nuevas oportunidades.

Los escenarios cambian y sus principales efectos se traducirían por: a) una mutación de la globalización, que pasará a combinar ámbitos de libre comercio e inversión -dentro de ciertas regiones- con determinados obstáculos al libre comercio en actividades y sectores concretos con aranceles sustanciales y limitaciones a la inversión; b) efectos notables sobre las empresas con una relevante presencia internacional; y c) proceder a redefinir el modelo de negocios para afrontar las nuevas situaciones.

Bajo el lema América First, la nueva administración americana protegerá a sus empresas mediante el establecimiento de aranceles sustanciales, la promoción de ciertas industrias y sectores críticos, así como impulsar las tecnologías, como la IA, la defensa y un potenciamiento del dólar. No cabe duda que tal apuesta puede provocar una guerra comercial con otros países o regiones involucradas. La primera consecuencia es la creciente fragmentación de la economía global, instaurándose grandes bloques regionales (Norteamérica, Unión Europea, China y socios asiáticos); un menor crecimiento del comercio internacional y un impacto negativo en el crecimiento global.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Deja una respuesta