¿Por qué no te callas?
El silencio, la continencia en el discurso, parece, según dicen, que nos caracteriza genéticamente a los gallegos; somos más de reivindicar desde el mutismo, cabeceando, pero, eso sí, manteniendo una mirada que lo dice todo
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Karla Sofía Gascón. Raúl Terrel / Europa Press – Archivo
¡Acabáramos! La ciencia viene, una vez más, en nuestro auxilio, aunque le pese a los terraplanistas y demás fauna negacionista. Conocida es la capacidad económica y financiera que se gastan los americanos, así denominados desde Berlanga, en genérico, acotándolos solo a los de Norte, ahora que Trump le vaya a dar una patada al mapamundi anexionándose Canadá y que con México esté a un tris de superar la derrota que les infligió el general Santa Ana en el cinematográfico El Álamo. Tiempos son ya de volver a reivindicar a John Wayne.
Un estudio de la Universidad de Arizona publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, y en un ejercicio más de poderío económico dedicando dinero a estudios reivindicadores de la realidad más evidente, demuestra (o eso dicen) que las mujeres son realmente más comunicativas que los hombres, aunque, eso sí, solo en un período determinado de la vida: durante la mediana edad, entre los 25 y los 65 años, con un bagaje idiomático de 3.000 palabas más al día. Esto es, en conclusión, que el estereotipo de la verborragia atribuida a las mujeres, resulta verdadero, pero solo en un período de tiempo perfectamente acotable. Paridad Parcelada.
La culpa la tiene “Emilia Pérez”
Interpretan los científicos arizonios que las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la parlanchinería no se deben ni a razones biológicas ni a cambios generacionales, no; las provocan la crianza de los hijos y el cuidado de la familia, en definitiva, dicho en tiempos del MeToo y la sororidad, al más rancio heteropatriarcado. Seguro que este incremento se producirá entonces para criticar a los machos alfa.
Hétenos aquí que por muy listos que se crean estos ricachones cawboys de la estepa aridoamericana (por allí discurre el rio Colorado, que forma el famoso Gran Cañón), pues que el sentido común patrio, por cañí y castizo, lo desmiente. Una transexual muy afamada hasta hace apenas un mes, ha caído en desgracia, en su media edad, por incontinencia verbal y exceso lenguaraz. Que sepamos, Karla Sofía Gascón, al menos hasta ahora, procrear, pues que no ha procreado mucho; y al cuidado de su familia, seguramente le dedicará más momentos ahora, desde hace un par de semanas, porque seguro, seguro que tiene más tiempo libre que nunca.
Silencio… se piensa
Dizque el estudio que hombres y mujeres (no extiende el análisis a otras opciones en la variopinta actual extensa cantidad de identidades sexuales) hablamos aproximadamente la misma cantidad de palabras por día: alrededor de 16.000. Pero hoy, la cosa ha cambiado, y además de las emitidas por boca, hay que contar las excretadas por vía digitorectal. Sí, como decían nuestras abuelas, expertas en el ejercicio del divino arte del mutismo, “neniño, non fales moito que todo se sabe”, la mudez en las redes, parece que, como se dice ahora, renta.
El problema de la pobre Gascón, valiente mosquetera como una actual D´Artagnan, gascón como ella, pero de origen, no ha sido, en realidad, su exceso de locuacidad y palabrerío, ya irritante en sí, sino más bien la demasía de una totalmente inadecuada facundia previa a sus éxitos actuales. Es lo que tiene la hemeroteca, que no te deja en paz, y parece que ya nunca.
Ocasión es de plantearles a nuestras autoridades educativas, ministerio y consellería, que en la formación tecnológica y digital de nuestra chavalería se incluya un apartado dedicado al silencio monacal cibernético, cual cartujos dactilares.
Galicia silente y ejemplar
El silencio, la continencia en el discurso, parece, según dicen, que nos caracteriza genéticamente a los gallegos. Es más, la sabiduría popular lo refrenda: “O que cala, amola ao que fala”. En otras ocasiones, replicamos, pero amodiño, “mexan por nos e hai que dicir que chove”. La afasia es nuestro lugar natural, porque “as veces o corazón fala, ainda que a lingua cala”. Somos más de reivindicar desde el mutismo, cabeceando, pero, eso sí, manteniendo una mirada que lo dice todo: “no bueno, decir, decir, no se lo dije, pero ¡Le eché una mirada!”.
¿Para cuándo una explicación sobre lo que está ocurriendo en el PSdG y en la izquierda? Silencio. ¿Para cuándo un debate serio sobre el modelo de crecimiento social y económico más conveniente para Galicia? Silencio. ¿Para cuándo una deliberación sobre la lejanía de la política y de sus miembros (y miembras) en su relación con la ciudadanía? Un sonoro silencio.